ESTA VEZ SI QUE PASA...
Hace una semana estaba empezando a escribir
sobre estos dos meses atrás, la vida dura que me ha tocado y mis miserias,
cuando, de repente, creía estar viendo en la tele un remake de “Lo Imposible”
pero, por desgracia, no era un remake, era la versión en Valencia del tsunami
del Pacífico. Tal cual.
Después de una semana lo que estoy es muy
cabreada. Ya me caían muy mal los políticos, pero al menos, era un runrún al
que no hacía demasiado caso, me molestaba como molestan las moscas alrededor
mientras estás comiendo. Pero el otro día me preocupé y mucho. Por supuesto me
horroricé, fue un Halloween de verdad terrible y unos días de dolor,
incredulidad y sobre todo, de agachar las orejas porque, por muy perra que sea
mi vida, tengo una, y mi hija aunque acatarrada y con sus cositas, está bien.
Tengo una casa, agua y comida. Hay compatriotas que han perdido a sus familias,
su casa, todo.
Y lo peor no es la catástrofe. A veces
ocurren cosas que no se pueden prever. De pequeña me conmoví con el camping de
los Alfaques, la gente se coció literalmente en la playa. El accidente de los
Rodeos, murió muchísima gente, más que ahora si cabe. Posiblemente un error
humano. Una caldera explotó en un colegio de Palencia y murieron los niños de
una clase de primaria. Horrible. Vi a Irene Villa tirada en el suelo sin piernas
y ensangrentada, incluso no muy lejos de mí explotó una bomba terrorista un día
y desde entonces tengo un oído tocado… He visto cosas duras, he visto noticias
duras por todo el mundo. Pero lo que más me duele es que esto que ha ocurrido
es fruto, no de la negligencia habitual de los políticos, sino de la mala
leche. Tal cual. Tenía que pasar porque están todo el día los políticos en este
país haciéndose zancadillas unos a otros, como niños estúpidos. Y nunca pasa
nada grave, pero el martes pasado, ay, el martes pasado, sí que pasó.
Ahora encima están pugnando por echarse las
culpas, de nuevo están sin aprender nada, estamos los ciudadanos muy más que
hartos, la cosa ha traspasado la frontera de “mosca cojonera” para entrar en la
de “psicópata jugando a Guillermo Tell y nosotros los ciudadanos portamos la
manzana encima de la cabeza”.
Lo primero de todo es que nos gobiernan
incompetentes. Aquí aplica el principio de Peterson, ese que dice que todo el
mundo va ascendiendo hasta que llega al nivel máximo donde es incapaz de
desempeñar su puesto con mínima competencia. De modo que en los niveles más
altos hay mucha gente incompetente. Pero aún peor, hay algunos que nunca
pisaron una empresa y son incompetentes de cuna, puestos a dedo por el “amo y
señor del partido político”. Ya no hay buenos gestores, hay incompetentes
llevando el país. Cuando va todo con piloto automático, bueno vale. Cuando
ocurre algo gordo… Ahí son incapaces de tomar las riendas.
Lo ocurrido el martes en Valencia es un
cúmulo de pequeñas cosas a las que nunca se prestó atención. Haré un breve
repaso y luego vuelvo a daros la coña con mi vida perra que, aunque no haya
tenido que nadar en un lodazal, y esté en mi casita calentita, tampoco estoy
para dar saltos de alegría.
Lo primero es el cambio climático y la
previsión del tiempo. No paran de bombadearnos conque hay un cambio grave, que
en cincuenta años Ciudad Real será la playa de Madrid, que usaremos factor de protección
trescientos en el mes de febrero y que incluso Galicia quedará como el desierto
del Sáhara y, en vez de gestionar la AEMET con seriedad, se convierte en un
organismo donde se cierra el servicio a las ocho de la tarde y con unos cientos
de trabajadores. Idem de las confederaciones hidrográficas, prevención de
incendios forestales, etc. Poco pasa para lo desprotegidos que estamos. Luego
está la forma en la que nos proveen de información. El parte meteorológico es
un amasijo de palabras huecas de relleno después del telediario. Se mezclan
términos técnicos incomprensibles para el vulgo, con anuncios de seguros y
venta de colchones. Nadie salvo servidora (pero lo hago más que nada para saber
qué ponerle a la niña de abrigo y si pillar o no un paraguas), ve la previsión
del tiempo. Así de crudo. Ni el 5% de la población ve el parte meteorológico. ¿Hay
además alguien que tenga huevos de decirle a su jefe que no va a trabajar
mañana porque hay una DANA estratosférica y una alerta naranja oscura de la
AEMET?
Falla la información que nos dan. Falla la prevención.
Suponed que todos los días nos dieran la probabilidad de que caiga un
meteorito. No os riais, en quince años lo tendremos. ¿Tenemos que estar todo el
día leyendo la previsión de la NASA de objetos cercanos a la Tierra para saber
si en julio reservar en Benidorm o en Jordania porque igual cae un meteorito?
Lo suyo es que las autoridades reciban un cuadro de mando con riesgos
actualizados y obren en consecuencia.
Lo que pasó en Valencia no es un misil ruso,
no es un meteorito a la velocidad de la luz traspasando el Sistema Solar en
quince minutos, no: Es un desbordamiento de un río por unas lluvias
torrenciales. Aquí hay un riesgo moderado, el de la las lluvias, que salvo que
caiga el Diluvio Universal durante cuarenta días y cuarenta noches, lo más que
hace es inundarte medio metro de agua en tu barrio. Jodido, pero salvo que
estés conduciendo por un puente, no es un riesgo grave. Aquí la actuación sería
lo que se hizo en Madrid, pedir a la gente que se quedara en su casa a eso de
las 15h. Pero no les hubiera salvado a todos, porque la inundación alcanzó más
de tres metros en las zonas más críticas, un tsunami total. Ahí la alerta fue
responsabilidad de la confederación hidrográfica de turno, o sea, del Estado. Y
por supuesto, del de emergencias de la Comunidad Valenciana. Mucha gente que
tenía que estar pendiente y haber evacuado a las 18h como tarde. No mandar un
mensaje del fin del mundo cuando te llega el agua al cuello. Nefasto.
Además, mucha gente mayor no tiene móvil
chulo. Habría que haber desplazado a policía local yendo puerta por puerta a
las 18h avisando de salir echando leches del pueblo. Tal cual, como se hace en
USA. Y, por cierto, aun así muere gente. No existe la seguridad al cien por
cien. Pero sí la responsabilidad de detectar y alertar a la gente
correctamente. Y, por supuesto, de educar al ciudadano ante los nuevos riegos
que vamos a vivir. La mayor parte de la gente no sabe cómo actuar ante un
incendio, un terremoto, una inundación… Ni siquiera saben cómo actuar cuando
alguien cae desplomado a su alrededor. Pero oye, hacen raíces cuadradas y
aprenden la lista de los Reyes Godos, ah, y que se dice niños, niñas y niñes.
A los ciudadanos no se les educa, no hay
simulacros, no hay coordinación. Los diferentes grupos de emergencias ni
siquiera pueden hablar por un mismo canal de emergencias… No se puede uno
preparar para un apocalipsis zombi ni para un ataque alienígena, pero sí para
eventos y catástrofes que ocurren o pueden ocurrir y se pueden prevenir o
actuar en consecuencia.
Y hasta aquí mi perorata y mi opinión. Ahora
viene mi historia:
Durante septiembre y octubre he estado en la
parte baja de la Pirámide de Mashlow, pasando el día a día, atendiendo al
trabajo, a la niña, la casa… Y caer fulminada por las noches. Vida social
escasa. Amoríos tirando a menos infinito. Mal, muy mal.
Primero fue que se me fue la asistenta a su
país casi dos meses por un asunto familiar (afortunadamente ha vuelto, si no,
no estaría yo escribiendo ahora ni una frase).
Después llegó la vuelta al cole. Mientras que
para los “nopadres” septiembre es el mes de los chollos vacacionales, mes
encima en el que no te encuentras manadas de niños saltando a bomba en la
piscina del hotel o asaltando bares, restaurantes y otros sitios de ocio, para
los padres significa la vuelta a la rutina, a la vorágine, el volver a estar
todo el día corriendo de un lado a otro, pero también, voy a decirlo: Volver a
la normalidad.
Eso sí, la normalidad llega ya como en
noviembre, porque la vuelta al cole ha sido una maratón de costura (adaptar el
uniforme), búsqueda de material escolar, reuniones de la clase, el AMPA, taller
de padres, catequesis, y lo peor: Mil
cumpleaños de niños que no pudieron celebrarlo durante el verano. Y lo peor: Mi
hija es una de ellos.
Preparar un cumpleaños ya no es como cuando
yo era pequeña: Una tarta comprada en la pastelería del barrio el mismo día
(tarta random, la que quedara), una bolsa de mediasnoches con algo de embutido
y Mirinda y Chus a tutiplén. Invitabas a cuatro o cinco de tu clase a casa y a
un par de primos como mucho (más no cabían). Una horita sacando de quicio a tu
madre hasta que se hartaba y os echaba a todos a la puñetera calle a jugar con
la muñeca o la pelota que te habían regalado. Fin del follón. Tu madre a
limpiar todo el desastre, pero a las 8 de la tarde estaba feliz y ya enganchada
a la radionovela (antes había esas cosas).
No, ahora un cumpleaños es como una comunión
de las de antaño: Tienes que reservar un sitio, dar una señal, contar cuántos
van a ser, preparar los regalos (sí, habéis oído bien, los regalos, en plural),
lidiar con más de veinte niños durante horas y sobre todo, llamar a la gente,
organizar y organizar, que ahora los niños son flores delicadas y todos tienen
alguna intolerancia. Ah, y acordarte de que todos lleven calcetines apropiados
para jugar en el parque de bolas, trampolines o donde esté de moda. Y encima
atender a los papás ofreciéndoles unas cañas y unas tapas mientras sus hijos
arrasan con todo. Al final de la tarde, cuando crees que ya no puedes más, ves
la cuenta de tres cifras y te echas a llorar. Lo que me ahorré no teniendo
asistenta durante casi dos meses me lo gasté en el cumpleaños de la niña.
Durante casi dos meses he desfallecido por
las tardes, me he transmutado en Cenicienta. Hubo un día que mi hija encima se
dejó la Tablet del cole por ahí que me entraron ganas de asesinarla, en la
cárcel no podría estar ya peor. Por suerte apareció, aunque este mes ha perdido
ya de todo y no doy abasto buscando repuestos.
Pero la vuelta al cole no sólo es para los
niños, también para los jefes, y adivinad quién paga la fiesta… Durante el
verano he tenido muchísimo trabajo, pero con la niña fuera por quincenas, podía
con todo. Llegó septiembre, aumentó el ritmo, las tardes yo solita y dedicada a
la niña y la casa… Imposible abrir el portátil ni leer un email más. Ni
siquiera tirando de los findes que se iba con el padre me ponía al día… Encima
me han sacado dos o tres enfermedades nuevas que antes no tenía y que
significan que tengo que cuidarme. Pero hubo un día la semana pasada que pensé
que iba a convertirme en el personaje de la película “Un día de Furia” cuando
mi jefe me dijo que es “Yo no sabía organizarme” … No lo maté, pero ganas me
entraron.
Volví a casa pensando que realmente no sabía
organizarme, pero no en el trabajo, ni en la casa ni con la niña, sino con mi
vida. ¿De qué carajo me serviría a mis intereses si pudiera trabajar quince
horas diarias? ¿Para ganar con un poco de suerte un euro más la hora que la
chica que viene a limpiarme de vez en cuando? ¿No es absurdo pagar a una
persona lo mismo que te renta a ti el trabajo? Y, a fin de cuentas, poner
coladas y lavar platos no es un trabajo estresante. Lo es cuando tienes que
hacerlo a la vez que vigilas a la niña y sus deberes, contesta a siete correos
y montas un curso de hacking. Ahí es cuando petas, literal.
Ahí vi que realmente tengo que hacer algo con
mi vida, probablemente cambiar de rumbo profesional, y mira que me gusta el
trabajo que hago y la gente con la que trabajo, jefe incluido, aunque ayer me
hizo una faena que me dejó bastante decepcionada.
Si resulta que cada hora de más que trabajo
sobre el horario de 9 a 17h del colegio, vacaciones, puentes, etc., me supone el
tener que pagar horas extra al colegio o a una persona que cuide a mi hija a
razón como de 15 euros la hora , y con un trabajo de informática funcionaria se
supone que se trabajan como diez horas al día por menos de tres mil euros
netos, lo que viene a salir por 15 euros la hora … Viene a ser cobrar igual que
trabajar 35 horas a la semana siendo profesora. Luego… Debería haberme hecho
profesora o cambiar de profesión y dedicarme a la docencia o… Ser funcionaria
no informática de las de horario de 37.5 horas semanales y se me cae el boli a
las tres de la tarde…
Ciertamente, si fuera “nomadre”, con mil y
pocos euros al mes podría vivir perfectamente, podría hasta pillarme una
excedencia y hacerme profesora de cualquier cosa, desde casa pero el ser madre
no sólo significa pagar los gastos de la niña (colegio, ropa y comida fundamentalmente)
sino también otros gastos indirectos derivados de su cuidado mientras yo trabajo
(extraescolares, comedor escolar, canguros, campamentos de verano…).
Otra opción sería trabajar siempre desde casa
y con un horario muy flexible y adaptado a los horarios de la niña. Pero a
menos que me haga youtuber o haga bisutería no creo que pudiera hacer el
horario que me diera la gana en cualquier trabajo de informática o profesora
que es básicamente mi profesión.
Además, me saqué un máster y una oposición
para rentabilizarlos económicamente, ¿no?
Pero vamos, por resumirlo un poco, que si
gano pongamos 3X, al menos X se me van en los gastos de la niña y otro X en los
gastos derivados de que me cuiden a la niña mientras yo gano esos X. Si pudiera
ganar 2X limpios sin tener que gastar ese X extra significaría que yo debería
trabajar desde casa (para no perder tiempo en el transporte público) y además
trabajar sólo lo que me deja libre el horario escolar, sin comedor, que viene a
ser de 9:15 a 12:45 y de 14:15 a 16:45, o sea unas escasas seis horas. Y en
esas 6 horas de lunes a viernes, además, o sea en 120 horas semanales debo
producir unos dos mil euros. Todo es cuestión de ponerse, pero de funcionaria
ese horario no cuadra para nada. De freelance y en formación quizás, pero ni de
lejos ganaría ese sueldo. No sé, no sé, pero si encuentro esa panacea sería la
solución.
Os he resumido matemáticamente por qué la
gente no tiene hijos: Porque hay que
trabajar el triple que antes y nunca tienes tiempo ni para hacer popó a gusto.
Cuando el médico me vuelva a decir que me
cuido muy mal, soy muy vaga y que tengo que hacer dos horas de deporte al día y
dormir al menos siete horas, le voy a abrir la cabeza con la bombona de
oxígeno.
Ah, por cierto, con este panorama, de ligar o
conocer gente, muy poco.
Mucho voy a querer a mi hija para soportarlo,
porque me quedan diez años de vida perra.
Bueno, de vida perra no, porque los perros
ahora están muy mimados, de vida de sirvienta turca más bien (¿No os habéis
fijado que en todas las series turcas tratan muy mal al servicio, que los tienen
como esclavos trabajando todo el día y a gritos?).
El momento más feliz de cuando no tengo a la
niña conmigo es el de llegar a casa, la casa toda para mí, hacerme un ovillo
con la mantita en el sofá, tomarme un botellín de agua con gas (estoy a dieta y
ya apenas bebo alcohol) y ver alguna serie turca de esas donde las cenicientas
como yo acaban conociendo a un príncipe rico que las saca de la miseria… Ay,
¿dónde estará mi príncipe turco? Tuve uno con veintipocos y lo dejé escapar por
realizarme y esas cosas… Mierda.
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