Espera que te espera

Nos pasamos media vida esperando que ocurran ciertas cosas buenas en nuestra vida. Unas veces esperamos que nos toque la lotería (normalmente nos quedaremos con las ganas). Otras veces esperamos cosas más normales: Que nos suban el sueldo (si tenemos trabajo), encontrar trabajo (si no lo tenemos). También esperamos a nuestro príncipe/princesa azul y suele aparecer muchas veces pero muchas veces acaba destiñendo y en vez de azul es algo así como marroncito… Yo llevo esperando muchas cosas de mi vida, a veces parece que vivo bajo tensión. Sin ir más lejos, todos los meses espero que no me venga la regla y el pipitest dé positivo. Otras veces espero impaciente unas vacaciones para desahogarme un poco del estrés y luego, cuando llegan, como me ha ocurrido recientemente cojo un trancazo de los de 39 de fiebre y me lo paso sobreviviendo como puedo. Otras veces espero que el chico que me gusta me llame (como me pasó con mi querido O.) o que, como cuando discutimos, me llamase para hacer la paces. Pero otro capítulo especial es el de esperar notas de exámenes. Es horrible cuando te esfuerzas, te examinas y luego esperas y esperas que salgan las notas mientras te dices: Um, no debí meter eso en esa pregunta, debería haberme repasado más aquello otro y … No debí quedarme dormida el día que me tocaba estudiar el tema 10 porque, joder, que siempre cae el tema que no te has mirado bien!!!. Además, lo peor es cuando te dan dos alternativas para la redacción y te das cuenta de que ninguna de las dos las escogerías si hubiera una tercera. ¿Por qué los examinadores adivinan siempre los temas que nadie se va a mirar porque todo el mundo piensa que están “de relleno”? Luego está el momento de acercarse a mirar la nota. Piensas (yo creo que todo el mundo piensa lo mismo) que si te acercas a mirar la nota con optimismo, entonces por arte de magia el suspenso se borrará de la lista y aparecerá en su lugar un flamante aprobado. Por el contrario, si vas con sensación de incertidumbre y derrota, el aprobado se borrará y aparecerá el temido suspenso. Y luego te preguntas eso de: ¿Y qué voy a hacer si he suspendido? Me pasó en septiembre con el puñetero francés. Me esforcé, lo hice muy bien, y luego… Suspendí. Se te queda cara de haba mustia y te dices eso de: “Claro, si es que no sé cómo la cagué en el oral si iba tan bien, y había repasado mucho”. Luego, como con mi fallido embarazo, piensas que el problema está en contarlo antes de tiempo. Me da miedo cuando llevo blusas sueltas y como estoy llenita, me pregunte alguien eso de : “No estarás embarazada”. Y entonces respondes : No, qué va, es que he cogido unos kilitos. Luego, lo pienso un segundo y me digo: “Y si estuviera embarazada ya y como he respondido esto, dentro de tres días el embrión se echará a perder y me bajará la regla”. ¿En qué sentido influye lo que pensamos en lo que va a ocurrir? ¿Vivimos en un sueño donde según nuestro estado de ánimo así se van materializando nuestros temores, esperanzas y sueños en hechos? Bueno, ya sé que ando un tanto misteriosa y os tengo abandonados. La explicación es que ando muy desconectada por el trabajo y por el tema que ya comenté. A esto le sumamos un catarro de los que si me descuido acabo en la UVI y tenemos el caldo de cultivo para no poder escribir ni cuatro líneas coherentes. A veces me apetece escribir cosas graciosas, para animaros y desahogarme un poco, pero el problema es que el mundo se ha convertido en un circo, debe ser por la crisis, para que no pensemos en lo míseros que estamos y lo peor que estaremos, y los políticos y la jetset se dedican ahora a competir por hacer la tontería más gorda para tenernos entretenidos y darnos qué hablar. Así mientras rajamos de la vida de los reyes y nobles, políticos corruptos y demás fauna que no madrugará jamás por motivos laborales, nos olvidamos de la mierda de vida que llevamos todos los días y lo caro que se está poniendo ir en metro, como si fuera un lujo del que podemos prescindir como de una noche en un parador o un traje de alta costura. Esas cosas sin embargo no las suben de precio, porque los políticos saben a quién exprimirle, como en la edad media cuando llegaban los recaudadores de impuestos y arrasaban con las gallinas y cerdos de los pobres campesinos. Bueno, a ver si pasa un poco esta época de agobio y puedo contaros algo más alegre de mi vida.

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