CALMA CHICA PREVACACIONAL



CALMA CHICHA

Bien, estoy ya en celebración de Nocumpleaños y parece que la cosa no va mal del todo. He contabilizado las llamadas y mensajes de felicitación de estos días y resulta que a pesar de mis viajes y mi mutismo de los últimos meses todavía me queda gente que se acuerda de mí y de mi fecha de nacimiento. De hecho, debo decir que me sorprende sobre todo la felicitación de un ex compañero de trabajo de hace más de ocho años que todavía me envía el mail de felicitación desde México, a donde regresó hace ya tiempo.

El problema de cumplir años en verano es que no queda ni Blas para celebrarlo. Qué pena. Luego también está la pereza de organizar algo multitudinario. Hace muchos años, cuando la pandilla de amigos teníamos diecinueve añitos, estábamos todos pelados y sin blanca, al igual que nuestros padres, y era más fácil coordinar el botellón en algún parque, además que por aquel entonces no estaba prohibido ni nada. Mi novio, que cumple años en septiembre, lo tiene más fácil para organizar macrobotellones porque coincide la fecha con las fiestas de su localidad. Pero yo nada de nada, como no me vaya a celebrarlo a Murcia que allí son las fiestas del Carmen...

Ahora que los archipobres y protomiseria – adjetivos quevedianos - de la pandillita de juventud hemos prosperado algo resulta que unos, los más se han liado a procrear y la cosa está difícil para quedar como no sea en un McDonald con parque infantil, y los otros, los DINK – Double Income No Kids – Están todos disfrutando ya de sus vacaciones por Irlanda, Ibiza o Indochina. No pillas a nadie en Madrid ni de coña, y si lo pillas, está preparando una oposición a notarías o tiene máster nocturno o le ha pillado por banda su jefe para que pasee a los guiries de la reunión de turno. Un desastre. Con lo bien que lo pasábamos de pequeñitos en las merendolas caseras. Ay, aquellas merendolas de cumpleaños donde nos juntábamos veinte niños en una casa de 60m2, todos alborotando, bailando, tirándonos los panchitos con canutillo, arrasando con las medias noches de mortadela y foigrás, metiendo el dedito en la colosal tarta de Moka y nata con la cera de la vela derretida... Y las Mirindas y el Tang, bebidas más caídas en el olvido que el Etrusco, si no fuera por Alex de la Iglesia y su mítico cortometraje...La verdad es que me da pena por nuestras madres, qué coñazo tremendo tuvimos que darles por aquella época, ahora ya sólo se acuerda de mi cumpleaños porque lo tiene marcado en rojo en el almanaque de la cocina...

Así las cosas y todo, voy quedando con los náufragos veraniegos, que o bien se irán más tarde o ya han regresado, y como no es cuestión de mezclar gente de muy diferente procedencia, el macrocumpleaños se queda en pequeñas cenitas con no más de cuatro personas a la vez. Un desastre para mi estómago y para mi bolsillo, ya que tengo que ingerir comida hipercalórica cuatro veces más que si hubiera organizado una sóla cena.

No obstante y a pesar de que la báscula ya ha empezado a amenazarme de nuevo, suelo ir capeando los excesos con mucho gazpachito y café con hielo.

El trabajo parece que no me está dando demasiada guerra esta semana, voy a buen ritmo pero sin el stress de hace semanas y así puedo terminar las mil tareas pendientes y dejar los deberes hechos antes de irme de vacaciones la semana que viene.

Luego está el tema de los preparativos, porque un viaje de vacaciones, aunque no tenga que ir rellenando con jeringa los mini envases de champúes para ir en avión con la dichosa bolsita en la boca, sí que tengo que tener en cuenta que hay más variedad de situaciones. En viajes de trabajo por Europa tengo muy claro que mi vesturario se reduce a traje y zapatos cómodos pero serios, neceser básico y el portátil. En un viaje a la playa, las situaciones son más variopintas, el traje es lo único que se queda en casa, y por supuesto el portátil, ya que voy a efectuar un apagón tecnológico total, quiero sentir el mono de internet, de los emails y de los chats (aunque últimamente sólo los utilizo para intercambiar información en el trabajo). Quiero no saber nada de nada, tirarme una semana desinformada, salvo de la cantidad de medusas en el agua o si va a hacer mal tiempo, pero nada más. Quiero bañarme en el mar, tomar una cervecita de limón bien fresquita bajo la sombrilla y tomar el sol de vez en cuando vuelta y vuelta. Y luego por la noche ir de chiringuito en chiringuito ingeriendo más cervecita y poniéndome al día con los nuevos ritmos pachangueros.

Así que esta tarde me he puesto con el plan de choque: 1) Diseñar el equipaje necesario 2) Comprobar si me han pagado la extra de verano, esto es muy importante 3) Sacar pasta 4) Comprar medicinas previa visita al médico de cabecera, claro. No es tontería, que luego por ahí vete a pensar si se me han acabado las antibaby o el urbasón para la picadura de medusas o mosquitos africanos a qué ambulatorio me toca ir, yo estas cosas prefiero tenerlas ya vistas de antemano si es posible 5) Compra de protector solar, que el del año pasado está: escaso, rancio y con restos de arena 6) Compra de bikinis de oferta del supermercado, esta vez a ser posible, con un estampado menos chillón y de secado rápido. 7) Como no, preparación de colada para que en unos días la ropa que me quiero llevar esté lista. 8) Chorraditas varias: ¿Me llevo o no un kit de pinzas de cirujano y lente de aumento por si mi chico se vuelve a topar con Espinete haciendo incursiones en los arrecifes? ¿Me llevo sobrecitos quitamanchas o confío en que esta vez no seré tan torpe de echarme una naranjada en mi blusa de lino y los pantalones blancos de mi chico? ¿Me llevo unos taponcitos de Amukina por si el guarro del chiringuito no ha lavado bien la lechuga? Yo antes era mucho menos detallista pero desde que mi chico se lleva hasta la brújula y la navaja suiza para ir a Benidorm, ha empezado a contagiarme el afán por llevar de todo “por si acaso si”. Yo de todos modos, suelo pesar el conjunto del “Por si acaso si” y todo lo que pase de ocho kilos empiezo a sacar de la maleta en función de la probabilidad medida subjetivamente que le doy al “por si acaso si” de cada cosa. Por ejemplo, la brújula en Benidorm. ¿Cuál es la probabilidad de perderse y que no encuentres un ser humano en 5km a la redonda? 0 %. Las pinzas de la ropa y la cuerda: ¿Cuál es la probabilidad de que, en un hotel baratito, no tengas donde tender la ropa o el servicio de lavanderia sea inexistente o te cueste un riñón? 100 % Así que la cuerda y las pinzas se quedan en la maleta. ¿Cuál es la probabilidad de que con 30 euros de presupuesto para ocio nos dé por ir al Casino y tengamos que llevar vestido largo de fiesta y zapatos de tacón de aguja? 0 %. Así que nada de vestido de fiesta ni de tacón de aguja. Vestidito de paseo y sandalias fresquitas para tomar una cervecita en el chiringo.

Bueno, y como todo no va a ser hablar de mí y mis circunstancias, quiero volver a felicitar a mi amiga Cristina que ha aprobado la oposición a maestra de primaria, y también a mi amigo Orlando que terminó de escribir su libro y espero que siga escribiendo más aunque esta vez sean menos académicos y a poder ser más líricos.
A mi hermana Virginia por aprobar el curso de acceso, que le costó pero ya está.

También, cómo no, felicitar a la gente que no ha aprobado pero que sigue ahí con la moral alta, como a mi amigo Pruden, que este junio le ha ido la cosa fifty-fifty, a ver si septiembre se quita la dichosa asignatura que le queda pendiente, y lo mismo a Natalia, que ha podido comprobar este año como la presión en el trabajo hace estragos en los estudios si tienes que compaginarlos. Espero que septiembre le sea más próspero, en fin, como a todos, que yo llevo una buena carga para septiembre. Y ahora además acabo de recoger el paquetón con el temario para el CISA madre de Dios, que no me va a dar tiempo a leer los cotilleos de la Pantoja ni a ver el culebrón!!! Ya tengo tarea para las tardes de las vacaciones.

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