San Valentín edulcorado y bajo en grasas

El domingo por la noche, buscando una cosa, me encontré en un cajoncito con un antiguo cartel de la fiesta de “No San Valentín” del año 2003.

El cartelito decía algo así:
“Si te preguntas todos los años eso de … ¿y a mí por qué nadie me quiere?, tu pareja se fugó con un modelo de cuerpo danone o simplemente, eres una rana olvidada en un nenúfar esperando a su princesa, esta es tu fiesta… Se acabó estar solo en San Valentín, se acabó no tener regalo!!!”

Me explico: En el año 2003, en febrero, me había peleado por n-ésima vez con mi novio de entonces, el famoso Mister Y, y para no decaer en el desánimo al aproximarse la fecha de los enamorados, estando yo como estaba en barbecho, decidí hacer una fiesta en mi casa para desparejados.
No veté parejas, pero de hecho creo que sólo vino una y acabó en ese fiesta por romperse ya que la chica conoció en la fiesta a un chico con el que después acabó saliendo.
Fue un sábado noche y creo que todavía mis amigos me recordarán por esa fiesta. Vivía yo entonces en un pseudo ático en Carabanchel, idóneo para fiestas.
Llegué incluso a enviarle un mail a mi recién ex (Y)para invitarlo, ya que había invitado a algunos amigos comunes. Pero Y no vino (creo que más que tomárselo por el lado simpático debió sumirse aún más en el ostracismo).
El caso es que creo que soy la primera a la que se le ocurrió un tipo de fiesta así, mucho antes del boom de las fiestas de singles, que además aquí en mi fiesta cada uno debía traer un regalito para su “corazón invisible” Hubo pruebas picantes y sorpresas.
Decoré la casa con ayuda de los primeros amigos que vinieron, que también me ayudaron a hacer la compra. Pegamos por toda la casa post-it de corazoncitos de colorines e hicimos un ponche de color rojo piruleta en un gran barreño. Preparamos unas salchichas eróticas y tengo yo por ahí una foto que, como la suban al facebook me arruinan de por vida.
La fiesta fue todo un éxito, de allí salieron algunas parejas y estuvimos bailando hasta las tantas. Nunca me he divertido tanto en un San Valentín y más aún estando desparejada.
Le enseñé el cartelito a S de aquella fiesta y le hizo gracia mi ocurrencia. No hizo más comentarios (entre otras cosas porque estaba afeitándose en el baño y corría riesgo de degollarse).
El finde de San Valentín ha sido también muy bonito, me escapé con S a Toledo. Ya sé que está muy cerca de Madrid y que es tanto como pasar la noche en Galapagar o en Parla, pero el hecho de cambiar de escenario y sobre todo, elegir una ciudad “con encanto”, marcó la diferencia y creó un ambiente propicio para la intimidad.
Elegimos un hostal baratito, que de puro sobrio, era frailuno, pero el hecho de estar en un entorno distinto, el hecho de no tener que dedicarle el tiempo a cosas rutinarias como tirar la basura, lavar los platos, hacer el café o simplemente, hacer la cama, hizo que nos comportáramos de una manera distinta. Me hizo gracia pensar que al vernos así tan “mayorzotes” y al mismo tiempo, tan ansiosos por quedarnos a solas, que igual, en lugar de una pareja estable, fuéramos unos adúlteros furtivos.
Aún hay más: Además del pecado del amancebamiento (según la iglesia eso es lo que soy al estar cohabitando con un todavía casado ante los ojos de Dios), confieso ante Messié Dukan que me salté su dieta un poquito. Y me siento peor por lo segundo que por lo primero.
Pero, ¿quién es capaz de seguir una dieta tan tremenda como la mía fuera de casa, más en un sitio donde el lenguado a la plancha y el yogurt 0% no están en ninguna carta?
Tú vas por Toledo y te inundan de carteles de carcamusas, estofados de rabo de toro, cerdo en todas las variedades posible, tapas grasosísimas y empedrados de mazapán de los de dos mil calorías por lo menos…
Os he mencionado a Dukan y creo que no os he hablado de mi dieta, y es por no hacer propaganda gratuita de una dieta que está haciendo que se forre un médico con pinta más de charlatán francés.
No hace mucho todavía que todo el mundo respetaba la segregación de hidratos de carbono y proteínas y la extradición de las frutas promulgada por Messié Montignac como si fuera dogma de fé. Y ahora una nueva revolución, con una versión sofisticada de Atkins, Montignac y Pedro Picapiedra.
Parece ser que después de la dieta de la sopa, la dieta de los astronautas, la de la alcachofa y la de la antidieta, ahora está de moda la dieta Dukan. Y está pegando fuerte, vendiendo libros a mansalva y con coaching a lo Weight Watcher pero sin comer puntos. Un foro del tipo de “gordos anónimos”. Ya me imagino a la gente confesando eso de.. Yo, yo… Comí una tostada con paté como el que ha matado a su padre.
No sé qué tendrá Francia que todo el mundo es chef, crítico gastronómico, sumiller, gourmet o nutricionista. Y que ninguna de sus dietas prohíbe la carne, el queso o el vino (bueno, está sí prohíbe el vino, pero sólo al principio).
Vale, pues confieso que la estoy siguiendo (a mi manera particular) y que hay muchos endocrinos que no abominan de ella, antes bien, la adaptan más o menos a cada caso .
Esta dieta está basada en algo que todos conocemos, y es que, si para engordar hay que tomar un exceso de carbohidratos y de grasas, para adelgazar será todo lo contrario, no comer más que proteínas. Esto hacer que el cuerpo entre en cetosis. La cetosis viene a ser como el éxtasis de Santa Teresa pero en versión laica. Todo el mundo quiere entrar en ese estado divino donde el cuerpo comienza a quemar grasa como posesos pero nadie quiere darse cuenta de que de ese trance puede salir malparado.
Me explico: Existe un concepto llamado “Coma metabólico” en el que por cetosis alta sumado a ejercicios físicos intensos el cuerpo sufre una descompensación metabólica extrema que puede acabar hasta en la muerte.
Alguien me preguntará entonces, por qué hay que seguir una dieta que provoca cetosis y que tiene tanto riesgo.

La respuesta es que para adelgazar hay que quemar la grasa, no hay otra manera, la cetosis se va a provocar en mayor o menor medida.
La gravedad y el peligro vienen dados por la velocidad de adelgazamiento, nada más.
Bueno, dejando el rollo aparte, comentaros que necesito perder peso aún a riesgo de perjudicar un poco la salud (tranquilos, estoy controlando muy bien la velocidad de bajada), para evitar luego males mayores. Me estoy refiriendo a un posible fracaso de la próxima invitro por exceso de peso, o que, caso de quedarme embarazada, comience el embarazo con muchos kilos de más, lo cual podría ponernos a los dos en peligro.
La dieta no es tan bestia como sólo comer proteínas, eso sólo son unos días para activar el metabolismo, luego se vuelve muy compleja y hay que seguir unas pautas muy concretas.
El problema es comer fuera de casa. No hay restaurante que no cocine la comida con grasa. Hasta las planchas de los bares están sucias de grasa de otros alimentos que han pasado antes. Vale que de vez en cuando les dan una limpiada pero ni aún así quedan perfectas.
Las ensaladas en mi dieta están prohibidas la mitad de los días y el resto limitadas. Por ejemplo, algo tan inocente como el maíz o la patata están más que proscritos por no hablar del arroz. Las ensaladas de lata ni verlas, porque tienen azúcar y mucha grasa. Las naturales, lo más sencillas posibles y por supuesto sin aliñar.
Los postres… Ninguno de los de los bares me vale. Quizás algún yogurt desnatado cuidando que no lleve azúcar o vete a saber qué…
Yo creo que lo que me adelgaza realmente es el stress de mirar envases y escudriñar platos en cartas de bares por no decir que si preguntas a cualquier cocinero por la composición exacta de su comida te fulmina con la mirada.
Ni la sepia a la plancha se libra de un buen chorreón de grasa e incluso te la inundan de mayonesa a poco que te descuides… Esto es la debacle.
Realmente, esta dieta pone en relieve algo en lo que no había caído hasta ahora: La sociedad occidental está inundada de azúcares y grasas insanas. Miras los menús de los bares y la pechuga de pollo va casi siempre empanada o peor aún, con bechamel. Los boquerones enharinados hasta no distinguirlos de una sardina, los calamares son de mentira, son sólo tiras de plástico pasadas por huevo y maicena, los purés de verdura tienen más copos de puré de patata industrial que otra cosas y hasta las patatas fritas chorrean de sebo …
Pero no sólo hay grasa y azúcares en los alimentos obvios: Repostería industrial, aperitivos envasados, precocinados, fast-food, etc sino en los alimentos pretenciosamente sanos.
Por ejemplo (y no voy a citar marcas), te coges una terrina de queso de untar blanco light. Debería ser algo sanísimo, tan blanco e inmaculado como el anuncio de los angelitos y el cielo luminoso...
Miras los ingredientes (y ojo, que esto es lo que dicen que lleva, que a saber lo que lleva y no lo dicen siquiera). Además de un máster en química alimentaria para descifrar código como E-410. ¿Qué mierda es esta? Luego descubrimos que es un tipo de harina, ya vamos mal. Hasta el jamón de york lleva fécula de patata y carragenatos, la hamburguesa del supermercado sólo lleva la mitad de carne y el resto una retahíla de cosas que no sé si comerlas o echarle un poco de bicarbonato a ver si explota…
Bromas aparte, esto de comer todo empaquetado da miedo. Nos podrían envenenar a nivel mundial y juraríamos el día antes que el pollo que comimos ayer estaba más delicioso que nunca…
Nos hormonan, nos inundan con grasas trans de palma, de cualquier cosa menos oliva y luego nos lo venden como “Dieta Mediterránea”. Todo es marketing.
Pero aún hay más. Si compras algo presuntamente fresco, como un tomate o un lenguado no sabes la de minerales tóxicos como el mercurio o el plomo, por ejemplo, que contendrá, y que afecta entre otras cosas, a la fertilidad.
Digamos que un beneficio de esta dieta que estoy haciendo es que te obliga a buscar productos lo menos procesados posibles. Pero lo triste es saber la cantidad de cosas que no sabes que estás comiendo.
Incluso fuera de casa te obliga a huir de la hamburguesa y buscar el filete.
Ambos comparten la ración de grasa residual de la plancha del bar además del cóctel de hormonas de la vaca, pero al menos el filete no lleva puré de patata, harinas y grasas trans. Ni tampoco polvo de cochinilla (es un E no sé cuántos).No es que me disgusten las cochinillas pero cuando quiera comer insectos me iré a Colombia que hay hacen unas hormigas culonas que están de vicio…
Yo, sin embargo, estoy segura de que, aunque esta dieta dicen que ha metido en cintura a la J.Lo y a la Bundchen, yo creo que se hicieron sendas lipoesculturas.
En un capítulo de una serie que me encanta “A golpe de bisturí” donde el prota se ríe de las dietas y la gente sana.
Confieso que veía esta serie porque el prota era el que hacía de diablo buenorro de la serie Embrujadas. Pero dejé de verla porque la echaban de madrugada y llegaba al trabajo con los ojos rojos como si me hubiera ido de botellón la noche anterior.
Pues bien, el prota, que es cirujano plástico de famosas, descubre un día que, con la edad y los excesos de cenas románticas, le han salido michelines.
Un amigo suyo vigoréxico le lleva al gimnasio y le enseña su dieta hiperproteica estricta y la tabla de entrenamiento que lleva, de marine más o menos…
Después de dos días intentando imitarle , el cirujano buenorro tira la toalla y decide pedirle a un colega que le haga una liposucción, que le sale más barato y menos agotador…
Recuerdo yo hace años el caso de una hija de famosa que decía que había perdido quince kilos gracias a la dieta de la alcachofa.
Imagino que los agricultores murcianos le pagaron la lipoescultura a su promotora porque mira que he comido yo alcachofas en mi tierna adolescencia y jamás bajé ni un solo gramo…
Imagino igualmente que la J.LO y la Bundchen habrán sido bien recompensadas por promocionar la dieta Dukan esta.
Me dirán los lectores que por qué no me busco un buen nutricionista y que me ponga una dieta personalizada.
Hace dos años lo hice y acabé engordando dos kilos y el nutricionista acusándome de no seguir bien su dieta. Lógicamente me enfadé y lo mandé a hacer morcillas.
La dieta de este susodicho nutricionista con título de endocrino, estaba basada en verdura, pan integral y legumbres, con alguna proteína y parecía que estaba bien equlibrada y todo, con pocas calorías.
Pero me produjo tal flatulencia que aumenté de talla de pantalón de ipsofacto y el mayor deporte que hacía a diario era los diez metros lisos hasta el cuarto de baño.
Para rematar más la cosa, viendo la debacle, me instauró un día a la semana de depuración a base de dos kilos de fruta, que fue lo que remató el problema, acabando un domingo por la noche en vela sentada en la taza del baño entre retortijones infernales.
Después de aquel episodio intenté hacer dieta por mi cuenta, desencantada de los médicos pero claro, el sentido común no bastaba.
Con veinte kilos por encima de mi peso habitual y más de ocho de un IMC de 25 no basta con decir: Voy a ir al gimnasio dos veces por semana, quitarme el pan y los dulces, como me decía mi anterior ginecólogo, haciendo caso omiso a mis quejas cuando volvía con dos kilos más al mes siguiente…
Con esto, lo único que conseguí en contener a duras penas la curva ascendente de la obesidad.
Después de empezar acupuntura, comencé a deshincharme un poco, y eso hizo que arrastrara un par de kilitos, pero nada más.
Como no quise tomarme la yerbas parduzcas que me ofrecieron, aquello no iba a mejorar mucho más, por lo menos no en mucho tiempo. Por eso, en enero, y con el permiso de mi médico actual, un ginecólogo joven a quien no le asustan las dietas low carb , comencé la dieta que ahora estoy siguiendo y que me ha hecho perder ya más de cinco kilos en las cinco semanas que llevo haciéndola.
Por supuesto que ha habido días durísimos y que mi cerebro se ha tenido que acostumbrar a no depender tanto del azúcar. Hice un examen en el mes de enero que creo yo que se me licuaban las neuronas y hasta tuve que hacer algo de trampa y tomar un triste café con una cucharadita de azúcar so pena de caer redonda.
Pero luego, poco a poco, he comenzado a sobrevivir. Ahora mismo, he notado la ventaja de que no me entra sopor después de comer ni después de cenar, con lo que puedo rendir más en esas franjas horarias. Además, no me entra ansiedad por comer dulce, sólo hambre indeterminado, sobre todo de comer cosas sólidas, ya que la proteína no suele tener mucha consistencia y a mí me da la sensación de no estar comiendo.
Por el contrario, como tengo que beber más agua para que pasen todos estos alimentos tan magros, creo que el cuerpo está empezando a asimilar el agua y a hidratarme la piel. Inconveniente es que he empezado a tener estreñimiento y mearme por las esquinas, pero el colon irritable ha dejado de darme la lata.
En fin, que este fin de semana me he saltado un poquito la dieta: Confieso que me he tomado una copita de cava y que he picoteado un bombón y un dadito de mazapán que me pusieron con la copita. Ah, y unos granos de arroz blanco que flotaban alrededor de mi virginal entrecot a la plancha. Pero al menos no he engordado… Y no voy a explicar por qué. Como decía John Malkovitch a George Clooney en el anuncio del café: “Make an educated guess”

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