Adelgazar, ese gran mito

Iba a salir ya sin contar nada más de mí, pero os pondré un poco al día, sobre todo porque ahora que me fijo no he contado gran cosa.

El otro día cerré ya la revisión anual ginecológica y, aunque tuve un sustillo por el tema mama y tal, al final todo Ok y puedo planificar ciclo de invitro.

Bien, fui al doctor de la clínica de fertilidad y me mira, y me dice: Um, no has adelgazado todo lo que acordamos que ibas a adelgazar. Yo respondí, sí que he adelgazado desde noviembre... Pero luego resulta que engordé en Navidades un pelín y ahora lo he perdido. Ergo, el doctor tenía razón, estaba más o menos como en Noviembre, kilo arriba o kilo abajo.

Un poco demoledor, es como ir a clase sin haber hecho los deberes y que te pille el profe. Al menos el hombre fue condescendiente en el sentido que, con mi historial, ya sabe que me cuesta cuatro veces más que al común de los mortales adelgazar el mismo peso.

Pero voy a confesar que también tengo culpa. Culpa de ser sociable y gustarme los cócteles. Esta mañana con mi marido, que tiene también dificultades horrorosas para adelgazar y mantener un peso, comentábamos el gran problema que teníamos.

El consiguió hace años llegar a su peso ideal, incluso llegó a estar más bien flaco, unos 78 kilos para un hombre de estatura media pero el pobre contaba hasta las lonchas de jamón de york que cenaba y hacía dos horas al día de ejercicio intenso. Además, iba los fines de semana con un club de senderismo tipo Calleja.

Pero en cuanto me conoció a mí (me siento culpable, muy culpable) dejó de ir todos los fines de semana a machacarse en la montaña y algunos días  de gim los cambió por salir conmigo a cenar fuera. Resultado, yo que pesaba 65 kilos cuando le conocí me engordé 8 kilos hasta la boda, un año y pico después. El por desgracia engordó  25 kilos.

Luego de casarnos, como vivíamos juntos y no hacía falta salir fuera a cenar o a comer para estar juntos, intentamos hacer dieta juntitos. Pero en mi caso la oposición supuso un obstáculo grandísimo. El tuvo mejor suerte y como iba al gimnasio mientras yo lo ignoraba muy a mi pesar por unos apuntes tochísimos, llegó a adelgazar unos 15 kilos.

Pero entonces yo aprobé y empecé a ir disciplinadamente al gim y a hacer dieta, y entonces fue él y los amigos los que me empezaron a incitar a salir por ahí.

Y a mí que me gusta apuntarme hasta a un bombardeo, pues resulta que como ya expliqué, mi plan de adelgazamiento fue bien hasta noviembre porque iba más de tres horas al día al gimnasio, suficiente para absorber salidas nocturnas, festejos, cenitas, etc.

Pero mi marido empezó a engordar, sobre todo porque se hizo un esguince horroroso y estuvo un mes sin ir al gim por eso, y luego le atacó la gripe en enero sin piedad. Después fue un pico brutal de trabajo lo que le tuvo sedentario.

Total, que hace poco que ha retomado el gim, porque está igual o peor que cuando nos casamos. A mí me gusta mucho físicamente, aunque esté como el anuncio de Michelín, pero por salud, debería perder 15 kilos para no entrar en zona de riesgo de enfermedades.

Yo, por mi parte, estoy estancada desde noviembre. Claro que la gripe también me tuvo en el dique seco el mes de enero y las Navidades fueron demenciales, no entraba a casa más que para cambiarme y ducharme. Actividad a tope, pero bebidas innumerables. No sé cómo podía llevar ese ritmo, por Dios, ni con 20 años !!!

Este mes de marzo he empezado otra vez a disciplinarme pero la carne es débil. El jueves pasado fue un evento profesional, el viernes y sábado cena con amigos, y a tomar por saco el kilo y medio que perdí yendo religiosamente al gimnasio hasta el desmayo desde el martes al sábado. Hubo un día que no sentía las piernas, estuve toda la tarde dándole al spinning hasta entrar en trance como los Derviches de Turquía.

Miro la agenda de la semana que viene con alivio ya que  tengo pocos compromisos sociales con riesgo de comer o beber más de lo debido.

A veces empiezo hasta agradecerlo esto de no tener compromisos porque es ver una mesa de canapés o una fuente de comida en la mesa con gente y me parece que es mi perdición. Pero ojo, esto sólo me lo parece a mí. Tengo miedo a la comida y los sitios de copas. Y ya no es por el bolsillo ya que a menudo me invitan o son baratos, sino porque tengo miedo a perder el control, me veo a mí misma como un monstruo bulímico. Sin embargo, es sólo mi miedo (y ya os lo he confesado en plan soy Susan y tal. Ahora es cuando tenéis que decir que me queréis mucho a pesar de mi vicio).

Si pregunto a mis compañeros de comidas y copas si es que no me paso con algo (comida o bebida) lo único que notan es que me paso con el picante y que soy una bruta por tomar el tequila a palo seco. Fuera de la gracia esta de mis gustos de camionero de Chiapas,  no notan que tenga comportamiento bulímico ni que devore como una loba.

Pero entonces, ¿qué me pasa? ¿Por qué cuatro canapés y dos vinitos blancos me engordan tanto? He llegado a sospechar algún problema de retención de líquidos brutal, porque incluso aunque no cene, si no voy al gim, hasta el agua me engorda !!!!!!

Pero en general, sospecho que hay algo oculto, que  quizás dos vinitos inocentes y cuatro canapés tengan más calorías que un bistec. Y no digamos ya tres margaritas o dos gintonics. ¿Sabíais que la tónica tan amarga ella tiene mucho azúcar?

Así que esta mañana, pensaba yo en el dilema: ¿Tener un cuerpo perfecto y no tener amigos? ¿Tener amigos y ser la rellenita sin remedio del grupo? Y la salud, claro, no puedo permitirme caer en diabetes tipo II, tener la sangre como el depósito de aceite de un 600 o peor aún, que me dé un ictus o  me quede seca en el acto antes de que mis futuros retoños vayan a la universidad.

Hasta ahora no me han sacado tarjeta roja los médicos pero jolín, tengo que cuidarme. Los 45 años son un punto de inflexión. Da igual si me miro al espejo y no me veo arrugas. No estoy cansada ni aunque me tire toda la noche bailando hasta desgastar la suela del zapato.

En mi caso, la edad la percibo en mi barriguita y mis muslillos. Y da igual que tenga los gemelos de acero, los pechos duros como los de Afrodita A o unos biceps dignos de tabernera de Munich.

La grasa que tengo es fruto de un metabolismo defectuoso, y es así quiera o no quiera, desde que cumplí los 39.

Mucha gente piensa que adelgazar es como un balance contable: Calorías que entran, calorías que salen.

Pero no, si entran y salen pocas calorías se produce el efecto Tumba Metabólica. Es un efecto en el que el cuerpo cree que va a morir y se dedica a acumular grasa y a quemar músculo, justo lo contrario de lo que se pretende que haga el cuerpo. Al final, te acaba engordando hasta una hoja de lechuga, y está uno para el arrastre. Yo he visto esto en gente. Están delgados demacrados y encima, a la que se descuidan engordan como cerdos.

Luego está el modo culturista, que superactivan el metabolismo quemando más de cuatro mil calorías al día viviendo en el gimnasio (esta gente, digo yo, que no tienen problemas de dinero, porque de dónde sacan ocho horas libres para cultivarse tanto). Comen como bestias en modo proteinas puras (claras de huevo, pollo, gelatinas, batidos de proteínas, etc.) e hidratos muy limpios (arroz integral hervido y cosas sanísimas pero sosas de llorar).

El problema del modo culturista es que generas tanto músculo que te pones como un mulo. Si dejas de hacer deporte, pasas de mulo a gorrino en visto y no visto. Algo así me pasó hace diez años, cuando pasé unos años con temas militares y vivía con mucha disciplina y deporte. Lo malo es que generé mucho volumen y al dejar aquel trabajo empezó mi perdición.

No tengo una solución aparte de la constancia, ir al gim cuatro veces por semana, intentar quemar 600 calorías por visita al gim y comer más en casa siempre que pueda, sobre todo cosas magras.

Hay gente que critica mi afición por la comida de puchero. Pero yo creo que hay que comer de todo, en pequeña cantidad y moverse mucho. Unas buenas lentejas son una delicia. Claro que mejor no echarles un kilo de panceta, que haya muchas más lentejas que grasas. Pero unas lentejas sin chistorra ni unas patatitas son una venganza, no un plato apetecible. Igual ocurre con algunas de las cosas de dieta que he probado. Detestable. No digo marcas, pero algunas de esas comidas parecía que estuviera mascando cartón o un posavasos, como me decía mi hermano.

Solución: No hay soluciones ni fórmulas mágicas, más allá de una balanza entre ser sociable y probar de todo y cuidarse un poquito. Vaya, una de cal y otra de arena, y procurar mantener un peso saludable más allá de emular a Kate Moss. Por cierto, ¿sabíais que la mayoría de modelos son anoréxicas o toman coca para mantener su peso?

No me apetece cambiar mis michelines por una adicción a drogas (que, además, la droga es muy cara) o la enfermedad al contrario.

Así que os dejo un ratito que me he puesto a Lady Gaga a toda pastilla y voy a hacer una sesión casera de Zumba, a ver si quemo un extra. (Estoy muy loca, lo admito).

Por cierto, el tratamiento de invitro a partir del 20 de abril la parte cañera (pinchazos y cosas raras que me volverán un monstruo hormonado). Al final me cuadra con el tema viaje a Bruselas, que es para dedicarle un post enterito, pero cuando esté menos cabreada, casi hubiera preferido ir a Alcalá de Henares, como fueron el año pasado y más barato me saldría :D

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