FIN DEL VERANO, COMIENZA EL OTOÑO
Como decía la increíble María
Jiménez: “Se acabó”.
Se acabó el verano, se acabaron
las vacaciones (aunque juro que algunos días con la peque más que vacaciones
eran auténticas maratones de paciencia y rezaba para que llegase septiembre).
Se acabaron los días de Rodríguez
(que he aprovechado para salir con las amigas, hacer recados y pendonear un
poquitín).
Después de tres semanas de
diluvios vuelve el terraceo, el tiempo está como loco…
Una sugerencia para
gobernantes: En vez de anunciar lluvias con
un pitido horroroso como si de las trompetas del Juicio Final se tratara, más
dinero en predecir un poquito mejor dónde y cuándo hay que ir montando el arca
de Noé.
En paralelo con lo de los
aguaceros, se acabó el lucir el morenito playero (y con lo que me ha costado
conseguir un tono de piel sana en vez de blanco lechoso). No es justo, ¿de qué
sirven las horas y el dinero invertidos en coger colorcillo favorecedor, que
encima la pasta en cremas protectoras caras que me habré gastado o en la
sombrilla de la playa si luego llegas a Madrid y al tercer día te tienes que
poner una gabardina?
Se acabó el calor de caer las
palomas fulminadas en la acera, ese calor que hace que las neuronas vayan
lentas a partir del mediodía y que vayas dejando charcos de sudor por todos
lados. Ya se puede hacer vida normal de día en vez de salir de noche cual
lagarto, se puede ir a comprar al Mercadona a las cuatro de la tarde sin
perecer de un golpe de calor. Aunque bueno, estamos de veranillo de San Miguel,
pero es otra cosa, hasta apetece un poco de calorcillo para calmar el reúma. Sí,
creo que mis dolores de espalda pintan feo.
También lo bueno de que se acabe
el verano es que se van terminando las obras interminables de mantenimiento del
metro. Inauguran una línea en abril y en junio ya la están cortando… Lo malo es
que reabren el metro pero vuelve la gente de vacaciones y sigues yendo mal a
trabajar.
Y comienzan de nuevo:
Los atascos provocados por llevar
a los niños al cole (mejor dicho, droppearlos de mala manera con el coche en
doble fila) y luego intentar llegar todos al trabajo antes de que el jefe se haya
tomado ya el tercer café. (Los jefes tienen más pasta y tienen empleada
doméstica interna que se ocupa de llevar a los niños o van en rutas de esas
pijas en vez de a pata, en autobús o en un Seat Panda).
Las carreras para comprar
uniformes, libros, material escolar… Pero no cosas normales como lapiceros,
cuadernos de cuadritos o calcetines blancos, sino chorradas tales como el cuadernillo
número 3 de la editorial “NiSu” para hacer letra redondilla o los calcetines de
deporte amarillos y magenta con el logo del cole, que sólo venden en el centro
comercial más alejado de tu casa y cuando llegas están los lineales vacíos
porque los otros padres han llegado antes…
Mucha gente retoma las buenas
intenciones (que sólo son eso, intenciones) en septiembre: Perder peso, hacer
deporte, estudiar inglés, preparar una oposición… En cuanto llega octubre lo
único seguro es el desembolso económico en matrículas. Yo creo que las
academias y gimnasios sólo contratan personal de refuerzo para septiembre y
enero, porque ya saben que el resto de meses no va ni el tato…
A mí se me ha pasado por la
cabeza apuntarme al gimnasio, sobre todo tras la bronca del ginecólogo (los
médicos todo lo arreglan aconsejándote lo que es obvio como si fuéramos
ignorantes. Se olvidan de que cuidar la salud es caro, a ver si se piensan que
no sabemos que es mejor una merluza de pincho que una varita rebozada de marca
blanca, o que vamos a trabajar con lumbociática porque somos insensatos). La
vida de obrero pobre es lo que hace que enfermes, y eso sólo se arregla con
dinero, no con consejos médicos obvios y capciosos. Por eso estuve
reflexionando hace semanas una noche tras los chupitos (el tequila me hace
conectar con mi yo chamánico) y creo que en vez de apuntarme al gimnasio (que
no voy a encontrar tiempo con la vida que llevo y me voy a estresar más de lo
que ya estoy), debo repensar mi vida.
O sea, ver en qué gasto el tiempo
y sobre todo en qué lo malgasto, qué estoy haciendo mal para no ser guapa,
rica, delgada y con tío rico y estupendo a mi lado, teniendo en cuenta que se
supone que soy una chica con CI por encima de 130, que duermo menos de seis
horas y encima me levanto como si me hubiera atropellado un camión.
Pero esta reflexión también lleva
tiempo. Lo urgente no deja tiempo para lo importante y lo cierto es que me paso
todo el día corriendo…
He echado una ojeada rápida a un
libro que se llama 4000 semanas y me ha impactado la realidad: Por mucho que me
organice, por mucho que me esfuerce y sacrifique, no voy a poder hacer en lo
que en promedio me puede quedar de vida suponiendo que viva hasta los ochenta,
todo lo que me gustaría hacer. Así que tendré que priorizar, concentrarme en lo
más importante/factible y tirar a la basura los distractores del tiempo. Y hay muchos distractores, ejemplos doy:
- Típic@
amig@ jeta que no te llama ya desde hace cincos años ni para felicitarte
el cumpleaños ni cuando te operan a corazón abierto o se muere tu madre,
pero un buen día te atraca por WhatsApp o peor, te llama, para pedirte
ayuda urgente con un tema profesional suyo, una mudanza, que le cuides a
su gato o peor, a su hijo. Solución: Tira a la basura esa amistad como
tiraste la camiseta llena de agujeros de la playa: Con nostalgia de los
momentos compartidos pero sin remordimientos. ¿Se enfadará? Cuelga, next.
- Típic@
ligue o similar que te cambia la posible cita tres veces aludiendo excusas
manidas como que su padre enfermó (su padre siempre acaba en urgencias los
días que queda contigo, el resto está como una rosa, uhum…), le ha dado el
COVID (lleva ya record, diez veces en un año pero cuando se va de
vacaciones con sus amigos ni un mal resfriado) o su jefe le ha encargado
algo urgente… Pero sólo cuando queda contigo, el resto de días va al
gimnasio o de cena con amigos y su jefe ni lo llama… Sospechoso. Bloquea
su número, ni te excuses.
- Te
llega una mamá del cole y te pregunta si tienes libre el domingo. Ni
dudes, dile directamente que no, que tienes que atender una emergencia en
una central nuclear. No quiere quedar para presentarte a George Clooney,
ya te digo yo que no, te busca porque hay un marrón en el AMPA y piensa
que eres un alma cándida. Te liará
a hacer galletas todo el domingo, te pondrá la casa pringosa y la verdad,
que te mencione positivamente en la reunión de padres no te compensa el
tiempo y esfuerzo invertido. Deja que otra madre desocupada asuma ese rol.
- Te
llaman al móvil a las 7 de la tarde y tu hija está en casa haciendo los
deberes. No conoces el número y no es de una centralita de esas largas, o
sea que no es del curro ni de citas de un médico. No lo cojas. Hay un 99%
de probabilidades de que te intenten vender algo que no necesites, timarte
directamente o como mínimo marearte. Si te llaman varias veces, busca el
teléfono por Internet para comprobar que es efectivamente Spam y
bloquéalo. Habrás ahorrado tiempo y ganado en tranquilidad. Lo mismo con
los mails, son todos basura, sólo atiende los que pinten importante o de tu
jefe o cosa similar. El resto a la basura, fin.
- No
vayas a comprar los lunes, viernes o sábados por la tarde. Te explico: Los
lunes no han repuesto del todo de lo del finde, ni hay pescado ni nada
fresco interesante. Los viernes y sábados por la tarde las colas son
interminables y además, la gente arrasa con todo y te estorban por todos
los lineales. La mejor hora: Los viernes al mediodía, antes de que los padres de la familia
típica recojan a los niños del cole y del tirón hagan la compra. Al
mediodía del viernes hay stock y no hay nadie estorbando, haces la compra
en veinte minutos en vez de hora y media. Alternativa, madrugas el sábado
y vas a primera hora, pero eso
supone sacrificar el viernes noche.
- No te
quedes en una fiesta en la que la gente no te motive. No penséis mal, yo
no voy a las fiestas a ligar, aunque si cae algo, bien. Voy a conocer
gente interesante, que me alegre la vida, o me escuche, o me aporte algo
interesante… Escuchar a gente hablar de sus dolencias de juanetes, del
Sintrón o lo divertido que son las clases de bachata no motiva nada,
acabarás bebiendo más de la cuenta, te gastas más pasta y llegas a casa
con frustración. Huye, no pierdas el tiempo, así llegarás pronto a casa y
podrás no sé, poner el lavavajillas o doblar toallas y dejar tiempo libre para
otras cosas más estimulantes, como un café con amigas el domingo.
- Más
cosas: No quedes nunca con un potencial ligue un domingo por la tarde a
menos que lo hayas conocido el sábado anterior o sea ese el único día que
puedes quedar. Normalmente la gente que queda con potenciales ligues los
domingos por la tarde no es porque sean de religión judía y observen el Sabbat
sino porque ya tienen pareja con la que salen los viernes o sábados. Tú
eres algo así como su backup. Y a nadie le gusta ser eso, a menos que el
sujeto sea Brad Pitt.
- No
pierdas el tiempo quedando con gente que no te motiva: El tiempo y
esfuerzo que pierdes con esas personas se lo estás quitando a poder conocer
gente que sí te puede motivar y encajar. Recuerda que el tiempo es
limitado y que no se debe malgastar.
- Cuando
tu jefe te encarga algo así exótico de improviso, que parece urgente pero
que bien mirado es una chorrada. Espera un poco, seguro que a las dos
horas alguien con más rango que tú le convence de que es una chorrada y te
lo cancela. Aprovecha el tiempo para hacer las tareas urgentes que sabes
que sí te las va a pedir, y si finalmente no puedes escaquearte de la
tarea sorpresa, le dedicas la última parte del día en la que todo el mundo
está comiendo y tú estás en el despacho más concentrada.
- Las
rebajas. Ir de compras en época de rebajas. Es una pérdida de tiempo. No
vas a encontrar nada que necesites y vas a comprar algo que es basura,
barata pero basura. Además, habrá mogollón de gente estorbando, sobando
todas las cosas y dejando las tiendas como si una manada de ñu hubiera
campado por allí. Mejor espérate a que abran temporada, la ropa es más
cara pero encuentras tu talla y hay menos gente.
- Invierte
en un fondo de armario, no te dejes
seducir por cosas locas, al final no usas mucha de esa ropa y se pierde
por ahí en el último cajón. Más vale tener un par de blusas y pantalones
ponibles e irlos combinando. Si piensas que la gente va a pensar que eres
aburrida por ir a todas las fiestas con la misma ropa te equivocas. Tú no
eres la Preysler y los tíos no se fijan en lo que te pones, sólo si marca
las curvas. Lo mismo en el trabajo, mi modelo a seguir es la Merkel.
Bueno, ha llegado octubre ya sin
pensarlo y he pasado un gran reto: El cumpleaños de mi hija. Esos odiosos
cumpleaños en parque de bolas que juntan ahí varios cumpleaños en pocas mesas de
padres y muchos niños correteando alrededor cuando tienen un amplio espacio
para ellos solos dentro del parque. No sé por qué pero los niños están todo el
rato entrando y saliendo de su zona a la zona de padres, tú ahí vigilando tus
hijos y los del resto del cumpleaños. Y ya de traca: algunos padres aprovechan para escaparse al
bar de enfrente a ver el partido de fútbol y el papá de mi criatura en vez de
ayudar se trae a su madre para dar más por saco… Un ruido horrible, olor a
calcetines sudados, patatas fritas por los suelos, algún refresco esparcido…
Preparar como doscientos sándwiches a la carrera. Horror. Ayer casi me da un
parraque…De locos. Hoy llevo toda la mañana de unboxing.
No todos los findes post verano
han sido malos. El finde pasado quedé con amigos que no veía, tuve algo de
relax y otro finde vino uno de mis “amigos entrañables” y cocinó conmigo una
paella más que aceptable. Ni recuerdo la última vez que cociné algo con un
chico sin acabar a gritos… S no cocinaba mal, pero hacía comida de hospital. Creo
que con mi adorado A (mi primer novio turco) hicimos una vez unas lentejas y
unos filetes en salsa y en ese momento supe que lo adoraba, íbamos
sincronizados perfectamente hasta para fregar los platos. No es tontería el
asunto, un hombre que sabe cocinar, y no sólo achicharrar filetes o recocer
macarrones hasta dejarlos blandengues, es un bien escaso.
De todos modos, confieso que no
tengo tiempo para pensar en mis sentimientos, en la pirámide de Mashlow tengo
prioridades más básicas como lograr descansar, que no me duela demasiado la
espalda, averiguar qué será de mi útero y que no me desangre, conseguir que mi
hija no se descalabre y conservar mi empleo para pagar los miles de gastos que
da criar una hija en solitario. Ahora mismo, para mí el amor y el parejeo es un
lujo, a lo más que llego es a quedar de higos a brevas con un chico agradable como
este que vino a mi casa, tener un poco de mimitos y si no está mi hija y no me
estoy desangrando, tener un “encuentro en la tercera fase”.
No me quejo, mi vida de casada
era infinitamente peor, si ahora soy Cenicienta esperando que venga un hada
madrina que me ayude en el duro día a día y un príncipe azul que me reconozca
entre harapos y tiznajos, antes era la vida imagen de Bella viviendo con la
Bestia, pero sin esperanzas de que el monstruo mutase a príncipe.
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