LICHUN

 

El Lichun es la entrada de la primavera astrológica para los chinos, que este año resulta que cae antes que la entrada del año nuevo, que será el próximo domingo día diez de febrero.

Cuando ocurre esto, que el año chino no tiene Lichun, se dice que es un “año de viudas” o un año sin yan, o sea, sin hombres. Si te casas en un año sin Lichun, tu matrimonio fracasará, porque tu marido morirá real o metafóricamente.

Echando cuentas, resulta que yo me casé en un año así, y efectivamente, O estuvo ausente, salvo al final para liar la cosa y que acabáramos mal.

No es que piense en volverme a casar, ni a emparejarme, aunque últimamente me ronda más de la cuenta un espécimen de la “chorvoagenda”.

A mí es que, cuando dicen eso de: “No te preocupes por la estantería que yo te ayudo a colocarla”, me parece que la relación se está poniendo muy intensita. Hace dos años, pensaba que un buen amigo podría pasar a la categoría de amigo entrañable o algo más (y no me falló la intuición), cuando le pedí ayuda para arreglar un desastre en la pared de mi casa y allá que se presentó un domingo (casualmente víspera de San Valentín) y se puso medio en pelotas a pintar. Siempre he dicho que tenía que haber hecho caso a las señales, pero a ciertas edades, los hombres hacen más esfuerzo en el bricolaje doméstico que en la gimnasia sexual, y temía que se quedase una u otra cosa a medias…

El caso es que se acerca el año nuevo chino y tengo que afinar mis propósitos. A los Reyes Magos mi hija les pidió un novio para mí, pero es que realmente no quiero una pareja al uso. Como dice la canción controvertida eurovisiva, me he vuelto “una zorra de postal” y ahora me resulta difícil volver a ser una mujercita de un solo hombre, y abandonar las noches esas de salir de fiestuca a divertirme, analizar el ganado, y si cae algo, genial.

Y parece que lo dijera como si tuviera una cola de sementales esperando a mi puerta, cuando me río yo de la sequía de Tarragona, que la mía es más larga, pasan meses y lo más que cae es algún morreo ocasional o un polvo de paralimpiadas. Las veces que tengo yo sexo al año vienen a ser lo que una caja mediana de preservativos. Y la calidad no es tampoco nada que ver con el Amante de Lady Chatterley. Que dicho sea de paso, sólo en la mente calenturienta de D. H. Lawrence puede una pija lady inglesa encontrar un amante de tal categoría en un paraje perdido de la Inglaterra profunda. Si los ingleses, ni aun siquiera borrachos en Benidorm se comen una rosca en condiciones…

Mis propósitos para este año tienen más que ver, como dije hace mucho, con la calidad de vida y cómo encajar sin morir en el intento la vida laboral y el cuidado de mi peque. Estoy harta de partirme el lomo, llegar a casa por la noche con dolores de espalda, mirarme al espejo y ver unas lorzas que nada tienen que ver con un atracón de panceta sino con una vida sacrificada. Tengo que encontrar manera de cuidarme más.

Y bueno, ahora que ya he le dedicado unos minutos a llorar un rato, retomo el caos de mi vida.

Creo que algo hice mal cuando entré en el año nuevo, igual fue que no encontré el tanga rojo y me puse unas braguitas rosas del súper, o qué sé yo, que llevo un mes y pico en el que he estado más tiempo tosiendo y engullendo ibuprofeno que bailando y trincando cubatas.

Mi vida es como una sesión de surf: Mar tranquilo, viene una ola, y unas veces la cabalgo bien y otras veces me arrolla: 1,2,3… 50… pánico… asfixia…  y cuando creo que me ahogaré por no soltar la tabla que tengo amarrada al tobillo, de repente una mano sale al aire libre y respiro luego una bocanada salvadora.

Los segundos bajo una ola cuando crees que no saldrás a flote son decisivos para saber de qué temple estás hecho: Si abandonas, jamás aprenderás a surfear, pero si no sueltas la tabla cuando debes, puede que te ahogues. Tienes menos de dos minutos para decidir qué vas a hacer. Y confiar en tus pulmones, en el aire, en cómo lo vas a administrar, si agitándote de forma espasmódica o quedándote inerte esperando el momento para dar la patada y subir… No sé, me da cierta paz ese momento entre dos aguas en el que sabes que estás esperando que pase la ola para volver a superficie, porque arriba se está librando una batalla de agua, arena y viento, pero abajo a cinco metros, está todo en calma, tú estás a salvo del caos, aunque no respires.

Bueno, después de esta lección teórica de surf, voy a aplicar este símil a mi vida personal.

El año pasado era el momento inerte, tras el divorcio y el caos me fui hundiendo y decidí contemplarme a mí misma y mi vida, como si fuera una extraña. Cero emoción, cero caos. Ocurrieron hechos un poco agridulces, relaciones que empezaron prometedoras y se diluyeron sin más, pero ahí estaba yo en modo ajeno. Cero daño emocional, un diez en conocimiento de cómo funciona ahora esto que se llama ligar, intimar o como quiera que sea…

Todo son experiencias pero básicamente, cómo sopesar el cortejo, el “ toma y daca”.  Es decir: Qué busco yo, que buscan los demás. Pero sobre todo: Que no hagas nunca caso a lo que te dicen. De lo que te cuente alguien que quiere algo de ti nunca prestes atención. De hecho, había uno de los especímenes estos que observé el año pasado que contaba la misma sarta de mentiras a todas las chicas. Y lo sé porque hablé con alguna de ellas y la muy ingenua se creía que el sujeto este del que no voy a dar nombre, había estado una semana de vacaciones en el desierto… Sí, sí, el desierto. Lo que había estado seguramente es con la otra novia y sus hijos en Almería, que hay también desiertos memorables por las pelis de Bud y Spencer. Obviamente, en las fotos se ponía chilaba y esas cosas para dar el pego, que luego con un par de filtros en Instagram das el pego que no veas…

Es como el Serial Lover ese que han estado poniendo en la tele. Pero la vida real es así, por desgracia a veces con consecuencias muy trágicas, como el crimen de los hermanos de Morata de Tajuña, cuyo germen está en una estafa amorosa y económica por Internet, con perfiles falsos. Hay que ser de una ingenuidad supina para creer que un militar inglés rubio y estupendo se enamora de una señora de pueblo entrada en años y lorzas y sin saber palabra del idioma, sólo por poner una foto en una aplicación para pajilleros, pervertidos y, por lo visto ahora, timadores internacionales.

Siempre ha sido así. Lo que pasa es que antes para ser un Casanova o un Don Juán Tenorio había que exponerse a que un  Luis Megías te hiciera picadillo para las croquetas. No era tan sencillo ser un serial lover, había que tener una forma física excelente. Ahora cualquier ameba devorapizzas tras un PC puede desgraciarle la vida a un incauto o incauta. Sale muy barato destrozarle la vida a otra persona. Sale barato mentir porque no hay contraste con el mundo real.

Por eso he decidido cerrar mi cuenta de Tinder. Después de casi tres años no he quedado con nadie con el que chateara en esa red social. He denunciado como dos mil perfiles falsos y como a veinte potenciales violadores, porque lo que no es normal es citarte con un completo desconocido, al que ni siquiera has mirado a los ojos, en una casa particular. Y si encima la chica (yo) encima pone reparos, tildarla luego de estrecha.

Pero bueno, la verdad es que la vida es riesgo, salgas con alguien un par de horas o veinte citas de tres horas, no te libras de que luego el sujeto te haga algún daño.

De todos modos, pensemos en cosas agradables, y buenas para este año tales como: Algún espécimen de buen chasis, chapa y pintura resultona y mejor motor que no te asfixie y esté disponible para salir a dar alguna vuelta por ahí. Novio no, que este año no es bueno para el asunto.

Posdata: He perdonado a Ryan Gosling después de ver Barbie. No es tan mala la película y el chico queda mono en el papel de Ken.

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