Semana Santa en Madrid

Para quien piense qué por dónde me he metido y que se imagine que estoy tostándome en alguna playa lejana, que sepa que nada más distinto de eso. Estoy en Madrid, ahora mismo en mi casa, mirándome unas cosas del trabajo – Deberes extra de mi jefe – Y mis momentos de diversión son tomarme un café con mis hermanas o con los pocos amigos que, como yo, se han quedado en Semana Santa porque también curran o están sin blanca.

He de confesar, en relación con mi dieta miserable, que ayer pequé, comiéndome media torrija y una caña. Pero, dejadme que os diga que he perdido en total ya cuatro kilos y que es muy fácil estar a dieta una semana o dos, pero no un mes como llevo yo y sin visos de que me la quiten…Además, ayer estaba muy depre y menstruando como Satanás, para que negarlo y algo dulce y prohibido me levantó un poco el ánimo, porque encima el tiempo no acompaña.

Recuerdo cuando era muy, muy pequeña – Fijaos que os digo que cuando Franco vivía o mejor dicho, agonizaba, que Semana Santa no era sinónimo de vacaciones en Cancún o de bares llenos de gente pidiendo raciones de langostinos a la plancha. No. En Semana Santa cerraba todo: Bares, cines, tiendas. Lo único que estaba abierto eran las iglesias y los únicos sitios donde se arremolinaba la gente era en las procesiones. La tele, que entonces era en blanco y negro, sólo echaba películas rancias de la vida de Jesús, nada que ver con las modernas de ahora, no. Aquellas eran películas muy, muy al pie de la letra. Ah, y el viernes Santo televisaban toda la tarde el Vía Crucis desde el Vaticano. Creo que llegué a aprenderme algunas de las estaciones y todo, y mira que mi padre nunca fue creyente y se ponía a leer o a dormir la siesta, porque los bares cerraban y no se podía armar fiesta ni jaleo por la calle, ni mucho menos hacer botellón.

Luego vinieron unos años felices en que la gente se olvidó de todo y se dedicó a vivir “La Dolce Vita” hasta que este año se ha desatado la mayor crisis mundial desde el año 29 y se ve que nadie tiene un duro. Yo lo noto porque está mi calle hasta arriba de coches aparcados. La gente se queda en casa, a lo más se van al pueblo, pero nadie está de juerga, juerga.

Ayer di una vuelta vespertina – Ya sabéis que me toca todos los días – Y se sumó mi chico. Estuvimos por el centro de Madrid y vimos la iglesia de San Francisco el Grande. Yo nunca había estado dentro. Lo que me llamó la atención fue la cantidad de gente que entraba a pesar de que eran casi las nueve de la noche y no había más oficios por ese día.

En fin, debe ser que no estoy en la ruta de la moda católico-practicante. El caso es que luego fuimos a tomar algo por Pirámides y estaba el bar medio vacío. Lo de tomar el aperitivo fuera es algo que se está perdiendo con la crisis, es una lástima.

A ver si me apuro hoy y termino los informes que tengo que hacer porque mañana he quedado para ir a la sierra, a ver si no hace tan mal tiempo como hoy…

Me tendré que llevar el tupper con la comida, qué se le va a hacer. Nada de bocadillos, claro.

Bueno, os dejo y os iré actualizando con mis próximos avatares. Cuando llegue a mi figurita de 55 kilos me haré una foto y la colgaré.

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