BUFFALO LOCO Y GUSANO ROJO

Llevo varios días sumergida literalmente en el curro y la semana que viene me espera lo peor. Si estoy sobreviviendo es porque me voy a coger unos días de vacaciones y me voy a ir a tostarme bajo el sol y a olvidarme de que soy una paria encadenada a un ordenador, criando michelines por la falta de actividad y las comidas rápidas.
Este mes me he tomado unas pastillas para incrementar la fertilidad, recetadas por un ex ginecólogo. Digo ex ginecólogo porque el otro día me enteré de que regresaba a su país. Después de un año en tratamiento y más de diez consultas, casi era como de la familia, sabía de mis problemas de ovarios de jovencita, de mi anterior pareja que nunca se hizo las pruebas (Mister Z) y de los problemas de mi actual novio, S.
Pero bueno, espero que la doctora que nos han asignado pueda ayudarme con el problema y en un año o así consiga embarazarme. Estoy perdiendo la fé en ello pero no quiero tampoco quitármelo de la cabeza. Digamos que vivo con ello como una esperanza difusa.
Sin embargo, mi chico es más optimista que yo al respecto, teniendo en cuenta que las pastillas estas han mejorada la ovulación de este mes de forma clara.
Le comenté a S que tenía ganas de probar la atracción “El Buffalo” que ponen en pueblo al que vamos y me dijo que antes me tenía que hacer un test de embarazo, que nada de hacer cosas peligrosas… Jo, no sé qué entenderá por peligroso, ¿comer los tacos de pollo con tabasco en vez de con kétchup? Hombres…
El caso es que yo estoy deseando pasármelo bien y hacer el cabra aparte de tostarme como una lagartija. Luego ya tendré tiempo a la vuelta de empollar francés, alemán y lo que se tercie pero necesito más que el comer relajarme unos días, sin pensar en nada de nada, ni siquiera si llevo o no un embrión dentro.
Por cierto, para acabar con una anécdota divertida, os contaré que el sábado pasado se celebró en Madrid la fiesta del orgullo gay y dio la casualidad de que fuimos a cenar por el centro de Madrid, llevando yo sin ser consciente de la connotación, un vestidito de mil rayas de colorines, que lo compré hace tiempo para ir a la playa, pero que mirándolo bien parecía una bandera de la fiesta del orgullo, totalmente. Como no, hubo choteo con el tema y yo, que me tomé dos mezcales de esos que llevan gusano rojo respondí toda alegre:
“Yo es que no soy ni heterosexual ni homosexual, soy oligosexual, que quiere decir que si me gustaran las tías tendrían que ser muy guapas como la Mila Jovobitch, la Kate Blanchett o similar, nada de adefesios, y los tíos obviamente no me gusta cualquiera que pase por delante por muy desesperada que ande.” Así que voy a crear una novia categoría de preferencias sexuales, el/la “Oligosexual”

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