Caso Práctico de las técnicas de gestión de Proyectos a la esfera personal
En julio del 2011, cuando le pedí a S que volviera con su
madre tras una fuerte discusión pensé que había tocado fondo en mi vida.
Nada me hacía imaginar
que tres años después iba a tener casi todo lo que me faltaba entonces y que
amargamente me lamentaba de no tener: Un marido cariñoso estupendo y una solución a la agotadora sobrecarga que
estaba viviendo entonces en el trabajo y que me hacía fantasear con fugarme a
Australia con lo puesto.
Quizás el tocar fondo entonces me hizo replantearme cómo
abordaba mis proyectos personales y me hizo realizar un severo autodiagnóstico
sobre la forma en la que hacía las cosas en la vida.
Para empezar, me propuse no volver a salir con ningún hombre
que no cumpliese una serie de criterios y desde luego, no volver a meter a
ninguno en mi casa a convivir sin papeles por medio.
Para continuar, concluí que después de cuatro años en la
misma empresa, si no había conseguido ya un ascenso, era muy improbable que lo
consiguiese en un futuro a pocos años por mucho que me matase a trabajar cual
costurera india del Zara.
Me di cuenta de que, trabajando tanto, lo único que había
ocurrido es que me había hecho imprescindible en el cliente, y era muy difícil
que me ascendieran arriesgándose a perder un cliente bueno, más si cabe en
tiempos de crisis.
Seguramente me equivoco en mi percepción de las cosas, pero
así lo razoné entonces y así lo concluí.
Me daba mucha pereza cambiarme de empresa entonces, llamadlo
síndrome de la rana en la cazuela, la edad o la crisis.
El caso es que miré alguna opción e hice un par de
entrevistas para otras empresas pero no me convencieron ni de lejos. Y menos
mal, porque uno de los puestos a los que me presenté fue suprimido de golpe
debido a la crisis y la persona que aceptó el puesto acabó en el paro.
Y es que la crisis no sólo ha sido dañina para la economía
sino sobre todo para el talento profesional.
Total, que me decidí a tomarme en serio una oposición a la
que tenía echado el ojo pero que no hacía más que mamonear y presentarme al
test del primer examen como si fuese echar la primitiva más o menos.
También decidí cultivar mi profesión con o sin la ayuda de mi
empresa, por si en un futuro creo alguna empresilla por mi cuenta, cosa que
todavía no descarto, pero sí a corto plazo.
Total, que me puse a estudiar en serio y empecé a obtener
resultados, no de inmediato, aunque en el tema de pareja sí que tuve suerte
porque en noviembre del 2011 ya estaba saliendo con O y al poco ya estábamos
prometidos. También es cierto que el hecho de empezar a prepararme en serio una
oposición hizo que me volcara menos en el tema pareja y tuvo un paradójico
resultado, ya que cuando menos me comía el tarro pensando en temas
sentimentales y más tiraba de agenda y calendario menos problemas tenía en mi
relación de pareja. Y es que O es una persona muy independiente como yo, así
que al final resulta que me fue beneficioso en general, pues empecé a estudiar
en serio y a asistir a actividades profesionales mientras O tenía su ración de tiempo libre para sus
cosas y no se sentía atado y agobiado.
Total, que preparé la boda entre el 2012 y 2013 que hubo sequía
de oposiciones y a finales de ese año me puse a tope a estudiar, tras mudarme a
casa de O y afianzar mi vida de casada.
Y el fruto no ha podido ser mejor, hace un mes y medio pasé
el último examen y en octubre comienzo los seis meses de prácticas obligatorias
antes de tomar mi plaza.
Obviamente, nadie aprueba una oposición sin estudiar, pero
la planificación y la estrategia han sido definitivas, más si cabe en mi caso
con una dedicación laboral brutal hasta
el último momento ( y sigo todavía en mi puesto de trabajo hasta primeros de
septiembre).
Las cosas no ocurren siempre porque sí, a veces pienso que
todo se entreteje en un tapiz que conforma la vida de cada uno.
En enero del 2013 estudié para sacarme la certificación
internacional de jefe de proyecto, y mientras estudiaba para esta certificación
me di cuenta de que todo en la vida mejora mucho si lo planificas y lo
mantienes planificado, replanificando cuando ves que hay una desviación
peligrosa entre lo planificado y lo ejecutado.
Esto que puede parecer una perogrullada es la clave para el
éxito. Voy a poner un ejemplo del mundo sentimental, cosa más alejada de las
materias académicas del PMP (Project Management Professional):
Una chica conoce a un chico, le pasa un mínimo de chequeos
para comprobar que se ajusta a lo que quiere y comienza a salir con él.
Al principio el chico parece comprometido y por la labor de
llevar la relación a buen puerto y a los seis meses le ha presentado a la
familia y tal.
Todo bien, la cosa va por buen camino. Pero pasa un año más
y el chico sigue en su casa y la chica en la suya y no hay palabra por medio de
si vivir juntos o qué. Si la chica piensa que por ir todo bien el año pasado se
puede dormir en los laureles está muy equivocada porque todo en la vida
funciona con hitos y si los hitos no se cumplen, debe encenderse un warning,
primero amarillo avisando que hay que hacer algo, como tener una conversación
así “como el que no quiere la cosa” sobre alquilar o comprar pisos (si la chica
aún vive con padres o piso compartido). Si el chico no entra al trapo, la chica
puede seguir mirando catálogos de pisos y tal, a ver si el chico capta la
indirecta. Si el chico no la capta y después de 3 meses no se ha decidido a
decirle: “Mira cuchufleta, que yo creo que mejor alquilamos que comprar pero
alquilamos un piso de dos dormitorios en
vez de uno por si luego vienen niños”, es que el chico no ha pasado la prueba y se enciende la luz roja.
Fin del proyecto.
La chica debería decirle entonces al chico amablemente que necesita
tiempo en la relación, exactamente seis meses para buscar a otro tío que no
tenga alergia a convivir con la novia.
Y las cosas son así, como dice el dicho: “Caga ya o sal del
váter que hay gente esperando”. Y por desgracia la vida no está para
malgastarla con estreñidos emocionales.
A lo que iba, que todo es cuestión de planificación. Por
supuesto los sentimientos cuentan, una no se puede enamorar a voluntad y
desenamorar en un chasquido de dedos, pero hay que educar al cerebro para que
no requemados sin darnos cuenta como en la parábola de la rana cocida. Hay que salir de vez en cuando de nuestra zona de comfort sin lugar a dudas.
Así que en mi caso, no sé si el futuro como funcionaria será
el gran acierto o el gran fallo de mi vida, pero a buen seguro que es algo
nuevo y emocionante tras siete años y medio en la misma empresa y más de cinco
con el mismo cliente, así que tendré que enfrentarme a nuevos retos que renovarán mi cerebro, que el pobre estaba ya más que chamuscado.
En el siguiente post os contaré más cosas recientes que me
han ocurrido buenas y malas. Buenas como las vacaciones en Benidorm con Toro
Loco incluído, que me ha abducido el monstruo del whatsapp (esto no sé yo si es
algo bueno), y malas como el reciente aborto en mayo o que falleció un antiguo
amigo. Pero esto será ya en el próximo post.
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