Siguiente reto: Veinte kilos menos en seis meses


Lo mío son los retos, para qué dudarlo. Después de aprobar la oposición tengo dos retos personales más que cumplir. El más importante es ser madre. Pero por el cambio de trabajo y el curso que tengo que hacer de funcionaria en prácticas antes de tomar mi plaza definitiva, no voy a poder volver a intentarlo hasta mediados del 2015.
Además, tengo el útero bajo sospecha y tengo ahora dos meses para analizarlo y acondicionarlo. Ya estoy en ello, hormonándome como las vacas.

El segundo reto es el de controlar el peso y mejorar mi salud y condición física, que se ha quedado muy tocada después de estar todo el invierno y primavera encerrada estudiando los fines de semana. Además, el aborto que sufrí en mayo con reposo absoluto dos semanas contribuyó aún más a aumentar mi peso y dejarme la barriga como la gaita de Hevia.

Total, que hace poco vi que tenía que hacer algo urgente para controlarlo y ya tengo la respuesta: Apuntarme de nuevo a un gim y comenzar a entrenar bien duro.

El día 28 de febrero pasado cerró el gimnasio al que iba, donde practicaba zumba, pilates, yoga y otras actividades, y desde entonces no había hecho nada de deporte hasta que me apunté el martes pasado al polideportivo de mi zona, con el abono deporte. Ahora he empezado a machacarme a base de bien, pero el plan de perder veinte kilos en seis meses es bastante duro.

Además, la vida social es incompatible con hacer dieta o deporte. Y nadie entiende que tu metabolismo no sea igual que el suyo.
Bueno, el único que lo puede entender es mi marido,  porque le pasa lo mismo que a mí, lo único es que él tiene otra idea respecto a cómo repartir las comidas o cuándo es mejor hacer deporte.
Él, por ejemplo, es perfectamente capaz de meterse un menú de dos platos generosos y a los quince minutos estarse machando en la elíptica sin que le pase nada.
Hago eso mismo yo y lo primero es que estoy hinchada porque no me cabe tanta comida junta y lo segundo acabo vomitando por las orejas. Esto limita mucho cuándo ir al gimnasio, ya que no puedo ir justo después de desayunar o de merendar ni mucho menos después de comer, pero por otra parte el monitor del gimnasio insiste en que para adelgazar tengo que repartir las calorías del día en cinco comidas.
¿Significa eso que tengo que hacer deporte exclusivamente de ocho a nueve y media de la noche? Pues básicamente sí. Esto tiene el problema de que choca de plano con ser un ser sociable.

En agosto se puede uno permitir el lujo de no salir mucho por ahí, total no hay nadie con quien quedar ni actividades extralaborales a las que asistir.
Pero ay, a partir de septiembre lo tendré mal, cumpleaños, quedadas pospuestas, reuniones con picoteos de mis asociaciones profesionales (muchas).
Ja, pero en septiembre dejo el actual trabajo y con el trajín de cosas que voy a tener que hacer no me va a hacer tanta falta el gimnasio, eso por descontado. En julio las dos semanas de vacaciones conseguí adelgazar sin hacer dieta, conque ahora ya veréis.

Para entender mejor el capricho de las grasas me estoy leyendo algún que otro libro sobre nutrición y deporte, incluido el famoso librito de la Elsa Pataky.
La conclusión a la que llego es la misma: Estoy gorda porque no he tenido tiempo ni de comer sanamente ni de entrenar a diario. Para esto no hace falta ningún libro, salta a la vista más que de sobra. Hombre, le puedo agregar mis tratamientos de fertilidad y las hormonas, pero no hay mucho más que decir.

Es ridículo que  todos los libros y artículos sobre cómo perder peso y estar sano se basen en cosas de Perogrullo. Y los endocrinos y nutricionistas más de lo mismo. Para eso no hace falta estudiar una carrera.

Digo yo que si tuviera ocho horas al día para poder dedicarlas a cuidar mi cuerpo no me haría falta buscar ayuda externa. Pero ni yo ni nadie que conozco tiene tanto tiempo libre.

Hombre, habrá gente básicamente vaga, que tenga tiempo y pretenda adelgazar viéndose doscientos capítulos de “Amar en tiempos del cólera” apoltronados en el sillón con un saco de almendras garrapiñadas y una coca cola de tamaño garrafa.

Ahí sí que hay que decirles que por mucho que la emoción de ver al buenorro de Jose Nepomuceno azotado en la cárcel hedionda suspirando por la escultural y super escotada Valeria Rubí, que vive en una lujosísima mansión con un viejo asqueroso pueda hacer quemar alguna que otra caloría de pura excitación sadomaso o del tipo que sea, no es ni la milésima parte de lo que va a ser la orgía festivalera del carbohidrato que acompaña la sesión de batamanta y tele.

Hay gente así, desde luego. Yo ya he oído de todo, desde que la alcachofa tiene propiedades mágicas, que si la retención de líquidos se combate con yemas de espárragos y cola de caballo, que si el té rojo,  a que si saltas hacia atrás tres veces después del coito no te quedas preñada. Por decir gilipolleces que no quede.

Ahora en serio, si una persona tiene un cociente intelectual normal y a poco que sepa contar, está claro que para adelgazar hay que comer menos o gastar más haciendo deporte. El problema de sólo hacer dieta es que el cuerpo se vuelve perezoso y acaba por no querer hacer nada para aprovechar al máximo lo que se come. Al final un vaso de agua hace engordar. Es así de cruel, se llama la “teoría del gen egoísta” y es lo que hace que los humanos hayamos sobrevivido a inclemencias de todo tipo cuando éramos monitos sin ropa,  pérgolas o tiendas de 24x7 para comprar comida a las tres de la mañana.

Así que todos los libros que no digan insensateces, te dicen lo mismo: Haz ejercicio y no comas tanta comida energética, contente un poco.

Los muy desgraciados te añaden lo de “sólo 30 minutos al día de deporte”. ¿A quién quieren engañar? Serán 30 minutos de Elsa Pataky, Madonna o Lady Gaga que tienen entrenador viviendo en su mansión de Beverly Hills que tiene un gimnasio más grande que el polideportivo al que voy. Ellas tienen chachas que las visten. No tienen que pararse a revolver cajones, preparar la bolsa de deporte, caminar hasta el gimnasio, cambiarse en un vestuario atestado de gente, pedir vez para usar la elíptica, buscar al técnico de sala cuando tienes que cambiar el peso de doscientos kilos que ha dejado el malnacido del anterior usuario del aparato, pensando que todo el mundo es como Swarzenegger, etc, etc. No, ellas llegan, dan dos palmadas y viene una mucama con el trajecito del día. Las ayudan a vestirse y enseguida viene el personal trainner a dedicarse a entrenarlas en su gimnasio customizado a su cuerpo serrano. Ahí sí me creo que con 30 minutos se puedan sacar beneficios. Yo para lo mismo necesito dos horas, y a veces acabo con tortícolis de las posturas inadecuadas.

¿Alimentación? Pues más de lo mismo. Yo no sé dónde encuentra esta gente las semillas de mijo, el lino dorado, el té de Chía y una cosa llamada L-Carnitina. Yo he recorrido dos Carrefoures, tres Caprabos y he preguntado al camello de mi barrio y seguro que antes encuentro ketamina que el té del Himalaya.

¿Y el precio? De eso no se habla. La última vez que encontré una de esas cosas raras en un herbolario costaba más los cien gramos de ese té especial devoragrasas que un 5Jotas. Y desde luego sabía igual que lo que come el canario de mi cuñada. Sospecho que estos listos reconvierten comida para pájaros o para gatos en alimentos de nutrición hiper pija. El día que sepan que lo que están comiendo se vende a dos euros en la tienda de animales les da un patatús.

Así que no me digan que con 30 minutos al día y un sueldo normalito se puede una poner en forma que es para darles una bofetada con las dos manos y una pesa de cinco kilos.

De todos modos, como soy una chica apañada, prometo contaros mis secretos de nutrición y deporte usando ropa del Alcampo, comida del Mercadona y gimnasios de menos de 50 euros al mes. Estoy pensando seriamente en escribir luego el libro, no hay más que ver la gente que se forra con ello, y yo además diré cosas más útiles que ellos desde luego, ja,ja,ja,ja,ja.

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