Adiós mamá

Cuando parecía que las cosas se enderezaban, la fatalidad me ha arrebatado a mi madre. Falleció hace poco más de dos semanas de una enfermedad fulminante.

Cuando pensamos en enfermedades de este tipo a todos nos vienen a la cabeza infartos y cosas similares, sobre todo porque mi madre estaba diez años por debajo de la esperanza de vida que le tocaba, o sea que tenía setenta y pocos.

Tampoco parecía que tuviera ninguna enfermedad notoria, sólo achaques propios de la edad, como se suele decir. Se quejaba de ardores de estómago, pero vaya, eso me pasa también a mí que soy casi treinta años más joven.

Nada, por tanto, parecía hacer presagiar la tragedia. Un buen día empezó con dolores fuertes de estómago, hasta el punto que pensábamos que se había intoxicado por algo en mal estado. Pero qué va, una pancreatitis aguda necrotizante arrampló de golpe con todo su sistema digestivo y en un par de días su estado era crítico, le indujeron el coma y ya nunca más se despertó...

Por más vueltas que le doy al tema, aparte del tremendo disgusto que me he llevado, que en mi estado me ha hecho temer por el bebé, no encuentro ninguna explicación para lo que le ha pasado.

No obstante, en la familia de mi madre ya hay antecedentes de muertes tempranas por problemas digestivos, aunque no tan fulminantes desde luego.

Lo de mi madre, por más vueltas que le doy, no consigo hacerme a la idea de que se pueda alguien morir por algo que no está en el top ten de enfermedades graves divulgadas habitualmente.

Hasta ahora la muerte no había golpeado de lleno en mi familia directa, lo más traumático había sido la muerte de mi tío hace unos veinte años por un cáncer digestivo también de rápida evolución. Lo pasé muy mal entonces, mi tío tenía sesenta y pocos años y me llevaba muy bien con él, era una persona muy agradable y sin dobleces. Me quedé un poco húerfana de referentes familiares la verdad.

Pero lo de mi madre ha sido una auténtica tragedia familiar, como el que pierde a un ser querido en un accidente o atentado. Algo que es difícil de encajar por más que se mire.

También quiero criticar con este post la actitud de la medicina preventiva de farándula. Me refiero a estos programas de televisión y campañas para la población criticando ciertos hábitos y fomentando la vida "sana". Demonizan el colesterol, la sal, el tabaco, las grasas...

Pues bien, mi madre no bebía, hacía quince años que no fumaba y comía poquito, se preocupaba muchísimo por el peso ideal y jamás la vi pegarse un atracón de nada.

Le fallaba el tema del deporte eso sí, por estar todo el día en casa cuidando a mi padre. Pero salvo eso, podría haber pasado por una persona muy sana. Y vaya, cuando la guadaña busca a alguien, se le lleva sin más.

Por eso quiero advertiros que cuidarse está bien, pero que cuando llega nuestra hora, ni cien yogures de soja ni hacer maratones nos va a librar de la muerte. Y, además, hay que ser optimistas, positivos y alegres. Creo que a mi madre la mató la infelicidad por la vida de sacrificio que llevaba. Así que más que mirarse el colesterol hay que preguntarse, cuál es nuestro nivel de felicidad en la vida, nuestros objetivos y nuestras expectativas.

Yo ahora mismo estoy volcada en mi bebé, en cuidarme y hacer todo lo que los médicos me aconsejan para que nazca fuerte y sano.

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