Desastres posibles para el 2021
Estamos a mediados de enero y, ¿quién
decía que el 2021 no podía ser peor que el 2020?
Estábamos todavía comentando el
horroroso edredón y mantel con que nos amenizó las uvas la Pedroche y
digiriendo las “delicias” del consumado Brexit, el día de Reyes cenamos con la
noticia de un asalto al Capitolio yanqui de unos tipos vestidos de orcos y
vikingos. Esto, pero… Dramático e indignante es ya de por sí el asalto a un
parlamento, pero… ¿Hacía falta ir disfrazados como Atila u Orzowei? Si no fuera
por las víctimas sería más cómico y surrealista que dramático.
Pero no terminamos de acabarnos
el roscón duro que nos ha sobrado de ese mismo día que hete aquí que viene una
borrasca de nieve (el nombre debería ser Elsa en vez de Filomena) que parece
sacada de la película “El día de mañana” o mismamente “Frozen”. Aquí estamos a
jueves y no damos abasto sacando nieve del carril del garaje, ya ni hablar de
la acera, que durará helada hasta mayo. Más de 100 años desde un evento similar, igual
que ocurre con la pandemia. Pensando en cosas raras que sólo ocurren de cien en
cien años, se me ocurre, qué sé yo, un crack económico mundial, un meteorito de
cierto tamaño, un terremoto de 9’5 o mismamente que gane la Champions el Rayo
Vallecano.
Luego ayer para rematar la cosa,
sale Simón diciendo aquella frase famosa de hace un año: “Tendremos si acaso
varios casos marginales” al referirse a la cepa británica. Tercera ola COVID en marcha y parece que por
varios desastres naturales o por lo de siempre (mala gestión, politiqueos,
etc.) la vacunación va muy más que lenta.
Mi pregunta es: ¿Quién encontró y
empezó a jugar al Jumanji hace un año? Ya lo siguiente que me espero para este
año no sé, una plaga de langosta, que se vuelvan sangre los ríos, que se pare
de girar el núcleo terrestre y nos achicharremos por una tormenta magnética, o
peor aún, que Illa sea president de la Generalitat. Bueno o que repongan Verano
Azul, no sé qué me causa más pavor.
Volviendo a los desastres que
pueden empeorar el 2021 me pongo a consultar el estado del arte de la cuestión.
Es decir: Causas que dicen los científicos que pueden provocar la extinción del
ser humano.
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Calentamiento
global y falta de recursos básicos: El problema es gravísimo pero como la
situación va lentita, nos pasa como a la rana cocida, que no le prestamos
atención hasta que ya sea demasiado tarde. En cualquier caso, no parece que el
2021 se acabe el mundo por esto, pero quién sabe, otra tormentita de estas y en
Madrid morimos todos por traumatismos, ya vamos todos bien tocados de caídas y
resbalones. Esto de que haya más riesgo en ir al súper del riesgo que en
escalar el Everest ya manda huevos.
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Bioterrorismo:
Um, ya sospechamos de que el COVID-19 pueda ser una arma biológica para diezmar
la población mundial, pero parece que si resucitamos la viruela sólo
quedaríamos en pie los viejos del lugar, al revés que con el coronavirus.
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Holocausto
nuclear: Hombre, a Trump igual se le va la olla el día 20, no lo descarto y
ojito a Kim Jong Un y a los iraníes. Lo único que imagino que sería tras algún
conflicto, aunque también podría ser una ataque ciber al sistema de control de
misiles, y ahora que hay tantos hackers ociosos entre el frío y la pandemia…
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Meteorito:
Si es de ciertas dimensiones, seríamos
como los dinosaurios. De momento dicen que si acaso para el 2022. Esto me deja ya muy relajada, porque no sé si
llegaremos a fin de este año a este ritmo de calamidades…
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Invasión
alienígena: Hombre, pues sí, ya puestos… No descarto que un día encienda la
tele y diga… Jolín qué mal se ve, debe el enésimo cambio en la TDT (bendita
tele analógica) y, cuando suba a ver la antena, me encuentre con una nave de Raticulín y unos
amorfos de color verde intentando raptarme… Me consuela pensar que los
terrícolas no somos bichos de interés para ninguna inteligencia superior, a
menos que vayamos a sus planetas a tocarles las narices. Algo así como las
hormigas, mientras estén en el jardín ni pienso en ellas, pero cuando se juntan
en nidos en mi cocina y alrededor de mi despensa
entonces sí me molestan y me ocupo. De momento, los humanos somos más como
bichos de jardín de momento. Así que para este año no lo veo posible.
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Un fallo
letal en el colisionador de Hadrones: No sigo las peripecias de estos
experimentos, me da que con la pandemia y la crisis les han cortado el
presupuesto. Encender este juguetito dejaba sin luz a media Suiza, esa es otra
razón de peso. Decían que este año querían retomarlo, pero más bien parece que
para el año 2025. De momento no me voy a preocupar demasiado.
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Terremotos
en cadena, explosión de la Caldera de Yellowstone y rotura de la Falla de San Andrés:
Pues mira tú que no lo descarto, ya se esperaba esto desde hace mucho, pero no
sé por qué la gente se pirra por comprarse chalets en Malibú. Egoistamente,
aunque sería brutal, me queda un pelín lejos.
Pero mira, sería otro desastre posible.
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Crack
mundial, al estilo del 29: Si seguimos con la pandemia fustigando las economías
no sería descartable para este año. Hay que ir invirtiendo en latas de
sardinas, que se convertirá en la nueva moneda.
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SkyNet
(Terminator): Hombre, pues no sé, dudo de la inteligencia humana, cuanto
más de la artificial, pero de siempre he creído que las máquinas eran muy
cabronas, porque los servidores y equipos a mi cargo cascaban siempre en
viernes o víspera de festivo para hacerme el estropicio. Apunto más a un crack
mundial de Internet o algo así por otro motivo.
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Efecto
Carrington (tormenta solar grave): En el año 1859 hubo una tormenta solar
tan fuerte que se cargó los tendidos eléctricos, pero en aquella época en
España todavía circulábamos en burro. Si ocurre ahora, nos quedamos sin
electricidad en todo el mundo durante más de una semana. En la Cañada Real no
lo notarían mucho, eso sí, los pobres llevan sin luz desde octubre. Frente a
esto, habría que tener métodos de contingencia de estilo vida Amish, tales como
carretas, leñas, pozos artesanos, quinqués de petróleo… Y para amenizar las
tardes aburridas, un tablero de ajedrez o la Biblia. Más de un influencer,
youtuber o tiktoker se suicidaba a buen seguro. Para mí serían unas vacaciones
de verdad, si no fuera por el cariño que le tengo a la nevera, a la lavadora y
al lavavajillas. Y bueno, porque mi hija sería todavía aún más intensita sin la
Tablet.
Se me ocurren más calamidades
pero como conclusión, hay que estar razonablemente preparados. Quién nos decía
hace unos días que hubiéramos pedido a los Reyes Magos, de saberlo de antemano,
una pala o una moto de nieve.
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