DE PUENTE EN CASITA


He tenido un largo fin de semana, con un puente por medio. Pero no, no me he ido fuera a disfrutarlo como la mayoría de mis compañeros de trabajo, qué va.

¿Motivos?

En primer lugar, mi chico no ha podido tomarse el día de puente, ya que acaba de comenzar en su nuevo destino. Es funcionario, pero anda con comisiones de servicio y otras gaitas para mí difíciles de entender pues no estoy muy puesta en temas de la administración pública pero parece ser que con estos tejemanejes que se me trae, gana algo más de dinero que con su puesto inicial.

En cualquier caso, como lleva apenas unos días en su nuevo trabajo, no ha podido tomarse el día libre. Yo ya lo sabía, pero en mi caso el puente es parte de mis vacaciones fijadas por convenio, así que de cualquier modo me lo iba a tomar igual.

Podría haberme ido sola o con amigos más afortunados que mi pariente, pero el caso es que todavía me quedan dos temas, o sea unas cien páginas por mirar y un millón de test por completar para mi examen de diciembre, que está ya a un mes vista...Uyyyy

Así que este finde me lo tomé más o menos de estudio con algunos relajos, como cenar con una ex compañera de trabajo a la que no veía desde hacía tiempo o asistir a un concierto de música clásica y deleitarme así con varias cantatas de Bach – Llamarme cursi pero para mí como el adagio de Bach que adereza la peli “Seven” no hay nada...Bueno, sí, el “Adagio for Strings” de Barber pero bueno, no voy a daros la coña con mis melomanías...

No sólo de música se alimenta mi espíritu, sino también de comida, así que también después de la música nos fuimos a festejar las jornadas del marisco en la plaza de la Remonta. Me tomé con mi chico y amigos melómanos acompañantes, una botellita de Albariño y unas racioncitas de pulpo y mejillones.

A mí lo que más me impactó no fue el pulpo, y mira que estaba blandito el condenado. Lo que más me conmovió fue volver a mi antiguo barrio de Valdeacederas, que hacía más de siete años que no pisaba aquella zona. Aquel barrio fue el primer piso que compartí tras independizarme de mis padres y venirme a vivir a Madrid centro.

Me parece todo como una bruma, como si no hubiera vivido allí, más si cabe cuando pasé por antigua calle y, en vez de la corrala de dos pisos con patio interior todo de viga gruesa de madera había un flamante edificio nuevo, tan nuevo que todavía no tenía vecinos...Casi me echo a llorar. No sólo la corralita sino la mayoría de casas viejísimas del barrio habían sido derribadas y reedificadas...

No es que no supiera que el barrio había sido modernizado y sanitizado pues al poco de irme ya me comentaron que iban a empezar a demoler, de hecho siempre viví allí pensando que cualquier día vendrían los del ayuntamiento a sacarnos por la fuerza pero bueno, vaya, que verlo así ya terminado me dio un pelín de impresión.

Temí que los lugares de tapas del barrio que conocía hubiesen sido demolidos también, pero no, al menos dos seguían como siempre, así que pude llevar a mis amigos a un mesón rústico bastante coqueto donde los chicos más hambrientos pudieron degustar un par de bocatas de calamares para acabar de contentar sus estómagos inquietos. Yo confieso que le pegué unos cuantos buenos mordiscos al de mi chico, porque los calamares estaban de vicio, de esos que no llevan hebra de plástico antigourmets.

Lo más de la noche fue la queimada que hicieron a las doce y pico de la noche y que invitaron a todo el público asistente.

Para ir haciendo boca, compramos una botellita de crema de orujo y luego ya pudimos degustar la queimada esta. De algún modo me resarcí un poco por no haber podido salir la noche de Halloween. Bueno, al menos no disfrazada de brujita.

Y por último, un poquito de cine: “Lío Embarazoso”. La vi porque no quedaban entradas para el “Orfanato” ni para ninguna otra, pero os la recomiendo porque tiene unos gags muy buenos de principio a fin. Como es muy reciente no os la voy a destripar, ya hablaré de ella más adelante porque lo que más me gustó no fueron los gagas sino el trasfondo, ese no sé qué sobre los asuntos más importantes de la vida, que se ven como muy intrascendentes.

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