Mi vida en el Infierno

Yo, como buena agnóstica, nunca creí que existiera el infierno. Ahora creo que existe, que estoy muerta y condenada en él desde que supuestamente nací. Lo veo todo claro, el infierno existe y se llama mi vida. ¿Qué es si no dormir dos horas al día, trabajar en Consultoría, llevar proyectos sin recursos, gestionar mil cosas, comer cualquier cosa, no parar ni para ir al baño, correr todo el día con maletín, mochila, y el pasaporte en los dientes y estar rodeada de gente que te complica la existencia?

Una vez me contaron un chiste relativo al infierno. Lo voy a contar como introducción a este post, para que entendáis mejor mi calvario de estas últimas dos semanas.

Un fulano (es que ya no me quedan letras del abecedario) llega al infierno, y le dicen que puede elegir entre el infierno español, el alemán y el inglés. Entonces el condenado pregunta. ¿Y qué diferencia hay?

En el infierno alemán te asan en una parrilla eléctrica durante dos horas, te acuestan en una cama de clavos durante cuatro horas y el resto del día te obligan a caminar vestido de soldado prusiano bajo un sol de agosto. En el infierno inglés te asan en una parrilla durante tres horas, te acuestan en una cama de clavos durante cinco horas y el resto de día te obligan a beber té tras té bajo una lluvia incesante y escuchando cada cinco segundos las campanadas ensordecedoras del Big Ben.

Y por último, en el infierno español, te asan a la parrilla durante dos horas, te acuestan en una cama de clavos durante cuatro horas y el resto del día te obligan a poner ladrillos subido en un andamio.

Vale, dice el fulano. ¿Y por qué todo el mundo está haciendo entonces cola para el infierno español si más o menos da lo mismo?

A lo que responde Satanás: Pues mira, porque en el infierno alemán todo se cumple metódicamente y si no marcas bien el paso te meten en una cámara de gas. En el infierno inglés si no te bebés doscientos litros de té te azotan hasta caerte de culo, y en el español, pues unos días no funciona la parrilla eléctrica, otros días la cama se la han llevado, y el capataz de la obra está todo el día jugando a las cartas en el bar de enfrente, mientras los condenados venden los ladrillos y se van a tomar el sol...

Bueno, pues, ¿qué quiero ilustrar con esto? Ser jefe de Proyecto en consultoría internacional es poco menos que luchar contra los elementos, como La Armada Invencible. Casi nunca te dan gente para currar (o sea, recursos), con lo que tienes que hacer de Super Mario Bros, luego si te dan recursos, los acaban de formar en informática por la universidad de las islas Caimán, o sea sin comentarios. En el mejor de los casos, cuando ya se ha enterado de cuál es su trabajo y está haciéndolo medio bien, se lo llevan a otro proyecto y tú te quedas compuesta y sin técnicos para currar.

Encima, el consultor de desarrollo te asegura que el entregable está fetén y luego está todo hecho una chapuza, a lo Mariano y Benito... El caso es que te acabas comiendo unos marrones de la hostia y llevándote unos disgustos de no te menees.

Llevo dos semanas, pero especialmente cuatro días, que no sé lo que es la palabra dormir, no soy persona humana, llego a casa casi de medianoche y me estoy levantando entre las 5 y las 6 de la mañana, sin tiempo casi para ni mear...

A todo esto se le suma que este mes creo que no he ovulado. Ya la debacle, y más me voy haciendo un test de menopausia o algo así. Tengo cita para el mes que viene con la clínica y ahora tendré que decirle que me vayan revisando primero porque estoy averiada. Me va a salir el tratamiento más caro que un Ferrari Testarrosa.

Día tras día llegaba a casa y lo primero que hacía era hacer pipí en el bote a tal efecto, luego la tira y los diez minutos para mirar el resultado. Y nada, negativo, la línea rosa clarita que significa que algo de hormona pulula por el cuerpo, de lo que dan buena cuenta mis ronchas en la cara, pero que el ovario ha decidido ponerse ahora en huelga...

Bueno, en resumidas cuentas, que no me extraña que el ovario se haya puesto en huelga después de dos semanas andando 12 kilómetros al día con portátil por un cabo perdido de la Costa Azul, y tirándome cada día un promedio de cuatro horas de viajecito, ya sea a pata, en tren, en autobús, en barco o en avión...

Esto no es vida. He decidido que voy a simular mi muerte y fugarme a Australia. Y voy a descansar un montón. A la mierda tener hijos, a la mierda mi trabajo de consultora y a la mierda Z, Y, X y todos los hombres de mi vida que me han buscado sólo con ánimo de darme más problemas en vez de resolverme los que ya tengo.

Ea. Voy mirando vuelos a Australia. ¿Allí no era donde hacían falta mujeres?

Buen finde, para los que tengáis finde que disfrutar, yo tengo que seguir currando y currando y currando... Ah, y en mis ratos libres estudiar, estudiar y limpiar la casa.

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