Cuatro Bodas y Un funeral


Si de algo se caracteriza mi familia es por reunirse poco, y mira que somos la tira de gente. Mis abuelos tuvieron cinco hijos, de los que viven tres, y cuatro de ellos tuvieron descendencia. Mi tía la mayor la que más, con diez hijos, de los que la viven ocho y salvo mi primo el pequeño el resto ya han traído sus retoños al mundo, en cantidades variables. Por parte de mi padre, la familia es más escasa, más dispersa y hasta diría que peor avenida.

No obstante y aunque tengo una cantidad ingente de primos, sobrinos segundos y casi a punto de ser abuela segunda (qué mal suena esto), la verdad es que sólo nos reunimos al completo en los funerales y casi casi en las bodas. Así pues, desde el año 97 que falleció mi pobre tío C , de un cáncer voraz, creo que ha habido unas cuantas bodas en mi familia, aunque yo sólo he podido asistir a dos, y me he perdido alguna que otra por lejanía o falta de oportunidad.

Este fin de semana falleció el marido de mi tía la mayor, o sea mi tío, aunque no tengan que ver mis genes con él mucho más que con el común de los mortales. Pero era mi tío al fin y al cabo, el padre de mi desconsolada prima C, entre otros, el abuelo de mi sobrina segunda G, embarazada de más cuatro meses y con el cuerpo descompuesto...

Sin embargo, me hago eco de la frase del marido de mi prima C, J.M, quien dijo aquello de:

“Esta familia es la leche, no hay manera de reunirnos todos más que en bodas y funerales, a ver cuándo quedamos todos para irnos a tomar unas copas por ahí”.

Y es más que verdad. Desde los tiempos en mi abuelo, que en paz descanse, juntaba a toda la familia por su cumpleaños, no nos solemos juntar más que por motivos obvios. Ya ni siquiera los nacimientos hacen que la gente se arremoline entorno al retoño, sobre todo si sus padres viven a dos horas de camino en coche. Y es que mi tía, la recién estrenada como viuda, se fue a vivir con su marido a dónde Cristo perdió la chancleta, pero eso es relativo y eso mismo pensara ella de nosotros. Hay clara distinción de núcleos urbanos. Ella, sus hijos y sus nietos se han ido estableciendo por el Norte de la provincia de Madrid, mientras que mis otros tíos y mis padres por la zona Sur. Y así no hay quien coincida muy a menudo, la verdad. Aunque a mí eso de cruzarme la provincia de lado a lado me deja muy indiferente, después de haberme cruzado esos mundos de Dios de punta a punta.

Pero para mi tía, modelo de los achaques de la vejez, la diabetes y la obesidad mórbida, y mi madre y mi otra tía, baluartes de la pereza crónica, coger un par de autobuses y un metro se les antoja más intrépido que a Colón cruzarse el Atlántico en aquellas carabelas de cáscara de nuez.

Menos mal que mis primos, más valerosos y motorizados, cruzan el eje Norte-Sur de cuando en cuando y vienen a visitarnos.

Pero he de reconocer que la falta de costumbre y el hábito de vernos ha hecho que no haya visto a mi fallecido tío desde hace quince años, y ahora ya es tarde, muy tarde…Pero, ¿es realmente importante mantener la costumbre de ver a los familiares tan lejanos? Pues depende. En la boda de una de mis primas descubrimos que no teníamos más afinidades con primas de la zona Sur que con las de la zona Norte, sólo que nos veíamos menos, pero éramos todas igual, mismas inquietudes, mismos gestos, y mismo parecido físico. Pero por costumbre no nos habíamos visto tanto. Ahora que la tecnología hace que estemos más en contacto, pues parece que se puede mantener la familia de otro modo, pongamos por e-mail o por sms. Pero esto que empieza a ser normal en las nuevas generaciones, no lo es tanto para las viejas, que de tanto dejar de verse han perdido ya la costumbre. Ahora después de tantos años, a mis tías empieza a preocuparles la situación de mi tía la mayor, la “extraña”. En fin, a veces todas las cosas tienen un por qué. Espero que la muerte de mi tío traiga algo bueno, ya que él está por encima de nuestras cosas. Yo intentaré recordar cómo era cuando era pequeña y venía por nuestra casa, con mi primo el pequeño, un año mayor que yo, y la pobre prima Pili, que falleció hace ya más de veinticinco años. Y es que las familias están llenas de alegrías, de bodas y nacimientos, pero por desgracia, también de vejez y muerte. Espero que la próxima vez que vea a mi familia lejana sea por el nacimiento del niño de mi prima.

Por cierto, ¿sabíais que mi tío salió una vez en una película? Era el guardia civil que detenía al Cordobés (Benítez) en la película “Chantaje a un torero” del año 1963. Se rodó la escena en la Plaza de Toros de San Sebastián de los Reyes. Curiosamente, ha sido enterrado muy cerquita de esa plaza.Así que en vez de llorar por él esta vez, diré sólo: Olé mi tío L, que crió ocho hijos y con ochenta y muchos, cuidó a su mujer hasta pocos días antes de fallecer y salió así por la puerta grande.

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