Se acaba agosto y menos mal ...

Agosto se acaba, menos mal.
Como dije ya en el anterior post, este mes de agosto no ha sido propicio para disfrutar de una ciudad vacía por éxodo vacacional.
En primer lugar porque ya nadie se va de vacaciones, a pesar de que eso es lo que creen los políticos. Algunos privilegiados, como mucho, huyen unos días a gorronear a familiares y amigos con casa en la Costa, Sierra o sitio más amigable que una ciudad que retrató tan maravillosamente Sabina en “Pongamos que hablo de Madrid”.
Como consecuencia directa, nos encontramos los pobres curritos con que el transporte público es un asco en verano, con una frecuencia de autobuses propia de Somalia y un metro algo mejor, pero tan masificado como en enero porque hay algo menos de gente pero menos frecuencia.
Si coges el coche animado porque no hay control de parquímetros por la tarde (porque supuestamente no hay problemas para aparcar porque “todo el mundo es rico y se va de vacaciones al Caribe en verano”), te encuentras con que tampoco hay hueco libre y tienes que meter el coche en un parking, con el consiguiente desembolso de dinero. Y peor aún: Te encuentras cortes de tráfico por obras, manifestantes indignados o en gracia de Dios que tanto me da, el caso es que no puedes ir a ningún lado sin tardar tres horas, cuando en invierno y con el tráfico habitual se tarda menos de una en llegar al centro.
Hay días que, desesperada por esperar un autobús más de veinte minutos para recorrer tres miserables kilómetros hasta o desde el metro, me he dicho que mejor andar. Pero… Agosto es traidor y a poco que te descuides te da un golpe de calor, las sandalias “fashion” te dejan los pies como peregrino pero no del JMJ sino de los antiguos que hacía Roncesvalles-Santiago o bien te encuentras con un enjambre de avispas, mosquitos y demás fauna habitual.
Otro fastidio del verano es que los bares y tiendas de barrio cierran todo el mes, en plan salvaje, dejándote sin más opción que coger de nuevo el coche y hacer excursión al centro comercial más cercano.
No sé por qué cierran, la verdad, porque vecinos quedamos un montón, pero yo creo que buscan alguna justificación para no gastar en frigorías (aire acondicionado, congeladores, etc.) el pobre beneficio que conseguirían abriendo, porque ya compiten mal con los hipermercados y terrazas de sus alrededores.
Eso y que la mayoría compaginan la tienda con alguna labor agrícola en sus respectivos pueblos o bien aprovechan para hacer reformas porque se seca la pintura en un plis.
El finde del 15 de agosto mi barrio no parecía un barrio de Madrid, parecía la interestatal 15 de Arizona: Calor, sol de justicia, sólo una gasolinera donde comprar provisiones, autobuses que tardan horas en aparecer y mochileros hablando en inglés con sombrero de cowboy esperando pacientemente al borde de la carretera.
Otro servicio público que aprovecha el verano para cerrar descaradamente son los ambulatorios. Ahora me entero que mi médico de tarde ya sólo pasa consulta dos horas y al mediodía y que si quiero que me atiendan después del trabajo, tengo que ir a hacer mil papeles e incluso cambiarme de ambulatorio. ¿Y pare esto pago todos los meses más de doscientos euros de mi nómina? Sí, señores, porque la Seguridad Social no es gratuita, aunque haya tantos que se han apuntado al carro de beneficiarios de excepción que ahora la excepción es la regla. Encima quieren poner copago. Yo pediría que me devolvieran ese dinero y todo lo que ya he pagado sin nada a cambio, que ya me buscaré yo solita médico, fondo de pensión y lo que haga falta. Sinceramente, la Seguridad Social en España me parece un timo a la clase media de mi edad.
Para diez años míseros que voy a cobrar de pensión y eso si llego y no se sacan alguna reforma exprés de la Constitución para fastidiarnos entonces, creo que llevo pagando demasiado sin ver beneficios.
Con ese dinero y parte del IRPF que me quitan para no sé qué obras sociales que yo nunca he llegado a constatar que se hagan, ya habría terminado de pagar mi piso y me quedaría todavía para sufragar parte de mis invitros que, por supuesto, la Seguridad Social no me ha pagado ni un céntimo porque para contribuir tengo obligación pero para beneficiarme ninguna…. Hartita estoy de contribuir sin ver ni un chavo.
Cambiando de tema, se acaba agosto y con este mes, la excepción de la rutina. Pronto volverán las clases, cerrarán las piscinas, volverá el mal tiempo y con todo esto, cuando acaben mis exámenes de septiembre, empezaré a darme cuenta de que mi vida ha cambiado.
Por de pronto, ya no salgo con la misma gente los fines de semana. Ahora me junto con un grupo de gente que conocí por internet y me voy a bailar los sábados en vez de irme a cenar con parejitas que tenían poca o escasa conversación. Buena gente son, desde luego, no lo pongo en duda, pero llega un momento en tu vida en que te das cuenta de que sales con gente con la que no tienes más que en común que muchos años de rutinas.
Hay amigos que, como son amigos de verdad, a pesar de que no les veas a menudo, siempre tienen conversación abundante cuando quedas con ellos. Tal es el caso de una amiga de la adolescencia que acaba de ser mamá y a quien, a pesar del esfuerzo que me supuso coger el coche y meterme por esos caminos de Dios que ni el GPS reconoce, disfruté ayer con su compañía como si el tiempo no hubiera pasado.
Pero hay otra gente que no hay manera de que aporten nada interesante a tu vida. Hay gente que conoces por otra gente y que se aglutina en el concepto “pandilla o grupo de amigos” que lo único que tienes en común con ellos son un par de horas los sábados por la noche.
Cuando ocurre eso, ciertamente tienes dos alternativas: Pegarte un tiro y admitir que tu vida es así de aburrida para los restos, o bien buscarte actividades nuevas que te gusten que ya irás haciendo amigos por el camino.
Lógicamente la segunda opción implica mucho esfuerzo. No es fácil apuntarse a una web de amistad, esperar que te admitan (a veces te rechazan por cosas peregrinas o inexplicables), buscar una actividad que te guste y te encaje y llegar al sitio y decir: “Hola, soy fulanita de tal, vengo por la actividad del grupo de X”.

En primer lugar, ocurre que la mayor parte de la gente está como tú o peor. Peor me refiero a que se han tirado quince años de matrimonio y de repente, se ven sin amigos de ningún tipo, aislados y probablemente con obligaciones familiares o deudas. Las historias que te cuentan te hacen pensar que la suerte te sonríe, a pesar de que ya sé que tengo una mutación en un factor de la sangre que justifica en parte que no haya podido ser madre hasta ahora y que, aún con tratamiento, me vaya a costar un montón (tiempo ,esfuerzos y dinero).
Los problemas de la gente que se lanza a conocer gente nueva son muy variados pero, a mi edad, no son como en mi caso ,una búsqueda genuina de gente para hacer actividades que a mí me gustan y a mi “pandilla no” como son: Bailar, cantar en Karaoke, salir de excursión, ver películas en versión original, compartir tertulias en alemán, francés o el idioma que toque o visitar exposiciones de arte fuera de lo común.
¿Soy rara por no querer salir un sábado a ver la peli de Spielberg entre un cubo de palomitas en un fast-cine y luego engullir una pizza con dos jarras de cerveza?
¿Soy rara por no estar casada y tener dos niños a mi edad y así de este modo compartir la tarde los sábados entre niños, videoconsolas, vómitos y consejos para enmascarar el puré de espinacas con quesitos en porciones?
¿Soy rara por no salir los sábados al bar de la esquina con la pareja de turno a tomar unas bravas y luego volver a chapucear un poco de sexo con el pariente antes de ver la peli de Steven Seagal que siempre ponen en la La1 a traición los sábados?
Me conozco ya muchas rutinas y muchos modos de aparentar estar acompañada en mitad de la soledad existencial más profunda. Ahora toca no disimular y salir a hacer realmente lo que me apetece y con quien me apetece.
Sorprendentemente, mi querido S que se me antojaba más soso que una sopa de hospital público, ha decidido apuntarse también a este grupo de amigos por internet y hasta se ha atrevido a salir a la pista a bailar y lanzarse a hablar con gente nueva, totalmente desconocida.
La gracia es que mucha gente no sabe que hasta hace poco más de un mes compartíamos una casa y un proyecto de futuro en común. Muchos piensan que sólo somos “conocidos y residentes en Madrid”.
Es extraño y un tanto morboso ver cómo a S le entran tías y él me mira como diciendo : ¿Y qué le digo a esta chica? O a la inversa, cuando me entran “chicos” mientras bailo, sé que S, en la lejanía, les clava miradas de asesinato.
Obviamente, todo esto es un juego, porque las “chicas” y “chicos” que nos entran no son ni George Clooney ni Angelina Jolie precisamente, aparte que todavía hay bastante feeling entre S y yo, y paradójicamente, nos llevamos ahora mejor y nos divertimos más cuando estamos juntos.
Esta gente que intenta ligar con nosotros es, al fin y al cabo, gente nueva, interesante, que merece la pena escucharla y darle una oportunidad como amigos, ya que se supone que este grupo no un grupo para ligar, al menos no es la finalidad, como otros grupos que conozco que organizan descaradamente sesiones de ligue rápido (speed dating) y actividades similares.
Pero siempre hay gente que aprovecha para ver “cómo está el ganao” y no es infrecuente ver auténticos “buitres” y “panteras” en acción vestidos para “matar” y entrando en plan antiguo con lo de . ¿Soltera o divorciada?.
En mi caso, personalmente, he ganado con mi nueva rutina con que ahora bailo todas las semanas, hago más deporte, tengo más vida social y hasta han sugerido en el club de amigos contratarme como animadora permanente. Sería algo así como una “gogó madurita” porque obviamente a mis años y con mis lorzas, no me veo bailando enfundada en micro shorts de vinilo.
Pero me hace gracia la propuesta, y quién sabe si mi verdadera vocación es esta, acabar de animadora en una sala de Ibiza o Benidorm enseñando a bailar “La Macarena” a un grupo heterogéneo de gente de “taitantos” en el sentido más amplio del significado.

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