Carta a los Reyes Magos

Hoy me voy recuperando, porque estos días atrás me sentía como si el Pattinson me hubiera sorbido hasta la última gota de sangre, ni con maquillaje me quitaba la cara de cadáver, pero bueno, ya estoy mejorcilla en comparación con el miércoles que me daban unos mareos preocupantes.
Todo fue porque me había entretenido alisándome el pelo, se me hizo tarde y me salté el desayuno, sólo un café y a la calle. Claro, me arreó un bajón de tensión yendo en metro en hora punta, que me tuve que salir en una estación de camino al trabajo, sentarme en un banco y agachar la cabeza. Quien me viera igual se pensaba que era resaca por las fiestas...
Voy a tener que tomar vitaminas a base de bien y comer muchos filetitos a partir de ahora para recuperarme porque la sangría está siendo tremenda. De todos modos, no me resigno y estoy intentando hacer vida normal.
He servido de paje a los Reyes Magos esta mañana, si bien el grueso fue cosa de Sta. Claus.
A pesar de todo lo pachucha que he estado, he cumplido con mi visita al dentista, he hecho las compras y hoy que ya me encuentro mejor he estado por ahí con O oxigenándome un poquito.
Jo, qué vieja soy. De pequeña no había Sta. Claus. Directamente se echaba la carta a los Reyes Magos el 8 de diciembre, carta que se escribía en un papel muy cursi y tenías que dársela a tus padres para que supuestamente le pusieran un sello y la echaran en el buzón. Luego esperabas a ver qué te traían y no podías protestar si faltaba algo o te lo habían cambiado por un regalo “más práctico y adecuado”.
El regalo que más ilusión me hizo de pequeña fue un avión con pista para hacer looping. Tenía 3 añitos y decidí en ese mismo instante que quería ser piloto. Al año siguiente después de visitar el aeródromo de Cuatro Vientos con mi abuelo, que era militar allí, decidí además que quería ser piloto de combate.
Pero no tenía las ideas muy centradas, porque a los siete años, después de dar una clase magistral en el cole, con tizas de colorines incluidas, sobre lo sencillo que era cambiar de base 2 a base 5 y luego a base 10, decidí que quería ser también profesora de matemáticas.
Recuerdo que cogía a las Nancys, una negrita de pelo rizado y una rubia más seca pero igual de monas y las sentaba a oír mis clases. No es por nada, pero los muñecos de ahora son todos anoréxicos. ¿Dónde están aquellos muñecos regordetes, enormes y llorones?
A los doce años, después de entrar en contacto con un Spectrum, decidí que además de piloto de combate y matemática quería ser genio de la computación y vivir en salas llenas de luces y cables.
Una temporada, con diecisiete años ya, decidí que primero sería piloto militar, luego astronauta un tiempo y vivir emociones fuertes, luego hacer dinero unos años como piloto comercial y después sentar la cabeza con 35 años, entrar en IBM o en una gran empresa de informática (cuando tenía 17 años no existía Microsoft y trabajar en IBM era lo más de lo más). Allí me haría experta del DB2 y del RACF y compaginaría los monitores de lucecitas con la vida de familia. Después, cuando los niños fueran ya a la universidad y yo tuviera ya los cincuenta años o así, mi idea era volver a la universidad como profesora e investigadora y pasar mis tardes corrigiendo exámenes de álgebra y refutando el teorema de Fermat, visitando congresos de freakies como yo y haciendo entrevistas y revistas de ciencias al estilo Punset.
Obviamente al final me quedé en el mínimo de lo planificado, que es ser matemática de carrera, informática de seguridad como profesión y en mi ratos libres flipar resolviendo acertijos raros matemáticos o hacer colecciones de libros exóticos de ciencias.
Y bueno, mis clientes y proyectos tienen que ver con defensa, aviones y el espacio. No iba tan mal encaminada cuando era adolescente, pero claro, yo pensaba en el 10 y me quedé en el 3. Además, quien no me dice que un año de estos no me toque una primitiva y pueda retomar mi carrera como investigadora, haciendo el doctorado y retirándome entre pizarras y premios de nombre impronunciable.
Lo que tengo claro es que si me hiciera rica ahora mismo, lo que no haría es malgastar la semana entera en mesoterapia, chocolaterapia, talasoterapia, spinning, qigong, mindfullness, solárium, liposucciones, retoques de botox y cócteles con maripuris pijas en wellness centres como la mayoría de las “Paris Hiltons” europeas.
Pero ciertamente si algo quiero pedirles a los Reyes Magos este año es que no se me hagan tanto de rogar con el tema del bebé, que llevo echando ya tres años seguidos esta carta y nunca me lo conceden, y eso que me porto bien siempre.
No sé, igual es que se les ha acabado el stock de bebés freakies y se está demorando el suministro, ya se sabe que con esto de la crisis ya nada es lo que era.
Aún así escribo mi carta, llega un poco tarde pero bueno, todavía es día 6 así que ahí va:

Queridos Reyes Magos de Oriente:
Este año me he portado muy bien, he trabajado como una burra, he estudiado muchísimo y he soportado la estulticia e imbecilidad del prójimo con paciencia envidiable.
He aguantado un tratamiento de fertilidad penoso, miles de pinchazos y pruebas dolorosas sin decir ni mu.
He aguantado un nódulo en una mamá que me quitaron en octubre y tampoco me quejé, a pesar de la ansiedad e incertidumbre de semanas sin saber si era cáncer o qué.
Me he hecho cientos de pipitest mirando la segunda raya fantasma y cuando por fin la veo y alucino de felicidad, sufro un aborto.
He tomado vitamina B y ácido fólico hasta ponérseme los ojos rasgados, pero nada.
He aguantado esguinces, gripes y fiebres y malestares varios sin faltar al trabajo y sin apenas quejarme.
Me gustaría para este año próximo y antes de que se acabe el mundo, tener a mi niño en brazos.
Hombre, si se va a acabar el mundo en un año, casi mejor que no tenga bebé ninguno, porque para verlo morir o dejarle un mundo asqueroso, mejor ni tenerlo, pero bueno, yo creo que los mayas, como no tenían bancos a los que gorronear calendarios, pasaron de seguir en el 2012 y sólo habrá que buscarse otra cultura exótica que haya conseguido hacerse con el calendario del 2013 al 2500 por lo menos.
También me gustaría aprobar mis exámenes, que ya está bien de tanto estudiar para nada. Por lo menos, si no voy a aprobar, avisadme antes y así me voy mejor de copas y no pierdo tantos fines de semana enclaustrada.
Pido también que O se mantenga hasta ahora y no mute en unos meses a “la cosa” como todos mis novios hasta ahora. No me importa si engorda o se le cae el pelo, sólo espero que no proteste si me aumenta algún centímetro el michelín de siempre o si mis débiles patas de gallo se acaban convirtiendo en los surcos del arado, como suele ocurrir por desgracia.
Por último, como todas las misses, pido barra libre de amor, salud y paz mundial. Ea!
Dinero no os pido porque ya sé que os desvalijaron Lehman y sus compinches hace poco y habéis tenido que cambiar los camellos por triciclos que además de baratos son más ecológicos y os hacen un tipito menos orondo.
Bridget.

P.S: En vez de anís y polvorones, mejor os pongo tres hidroxiles (vitamina B), un almax, una loncha de jamón de pavo y un poco de leche sin lactosa que a vuestra edad ya hay que cuidarse un poquito.

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