16 días para el fin del mundo...Y para mi operación

Aunque no trabajo para la administración del estado, parece que mi empresa ha empezado a hacer algunos recortes, y ha empezado por suprimir el tradicional cocktail de Navidad, bueno más bien ha reemplazado una macrofiesta en un sitio de celebraciones céntrico por una invitación a cuatro canapés en la cantina de la sede central. Nada glamouroso desde luego. Ya antes había empezado a recortar otras partidas de gastos, pero como no afectaba a todo el mundo ni de la misma manera, no existía una alarma generalizada. No había sensación de crisis, sino más bien, de austeridad creciente. Parece una tontería, pero una fiesta tan tradicional, puntual y emblemática de una multinacional como es la fiesta de Navidad, es algo que mide la buena salud económica de una empresa. Yo, si fuera la dirección, no la habría suprimido, pero bueno, son decisiones gerenciales. Aunque particularmente confío en que me mantendré en mi puesto de trabajo porque nos llegan ofertas de clientes (aunque es verdad que cada vez peor pagadas), no deja de sonar una pequeña vocecita interior que me dice que la crisis ha llegado también a mi sector, aunque era uno de los más estables. Razón de más para tener mi curriculum lo más actualizado posible y empezar a dedicarle un tiempo a la semana para hacer networking por las redes de trabajo más habituales (linkedn, la red de mi colegio de auditores, etc.) Pero parece que la penuria de estas navidades no sólo ha llegado a mi empresa. A estas alturas otros años, los amigos ya habían empezado a mover kedadas para las típicas cenitas de Navidad. Pero este año ni dicen ni mu. Es normal: Hay algunos en el paro, otros son funcionarios y el resto, como yo, estamos un poco a verlas venir. E n mi caso y en el de mi querido O, es porque tenemos un plan de austeridad encima a causa de la próxima invitro y bodas. Por de pronto este mes de pretemporada de tratamientos, ya tenemos que soltar en pruebas unos mil euritos. Vamos, si pensábamos hacer alguna escapadita navideña, que se nos borre totalmente de la cabeza. A lo más que podemos aspirar es a tomar una ración de higaditos en salsa a un pueblo de la sierra, y eso este finde que libra mi chico. A mi alrededor veo penuria, como si este mes de diciembre todo fuera un poquito más gris que otros años. Es una sensación como de decadencia, no sé cómo expresarlo. Para empezar, han empezado la campaña de ventas navideñas antes que nunca, aprovechando la moda famosa del “viernes negro” después del día de acción de gracias de USA. Pero es una incitación desesperada al consumo, que ha caído en picado. No hay más que pasarse un sábado por el Mercadona y ver que el montón de productos navideños está exactamente igual que la semana anterior. Lo sé porque miro las fechas de caducidad y las de los lotes de los productos que están en la cima del montón y juraría que son los mismos y están exactamente igual colocados. Se me ocurre la maldad de marcar una pastilla de turrón con un boli en un lugar determinado para saber hasta dónde baja el montón a la semana siguiente, je,je,je. Sin entrar en detalle, la gente está que trina, y consume poco. Siempre están los pudientes que van a su bola, pero como son pocos, no dan “espíritu navideño”. Me recuerda esta situación de crisis al mundo de Dickens y al famoso Mr Scrooge amargando al pobre obrero, o al niño huérfano Oliver Twist comiendo gachas de avena y vestido de harapos… Lo peor de la crisis ya no es el paro, los desahucios, la falta de cuidados médicos, la falta de dinero para comprar cosas, etc. No. Lo peor de la crisis es la falta de ilusión, el horizonte negro, la tristeza crónica. Luego está la amenaza del fin del mundo maya para el día 21 de este mes, dentro de 16 días. La gente obviamente no se lo cree. No hay más que ver la cola en Doña Manolita para la lotería del día 22. Esa gente seguro que no se cree para nada que el mundo se acabe el día antes del sorteo. No sé si para ese día 21 justo me operarán del útero, por ahí anda la cosa, desde luego, de asistir a la fiesta del gimnasio va a tener que ser bebiendo Trinaranjus porque otra cosa no voy a poder tomarme. Para una fiesta de Navidad que no me suele defraudar nunca… Lo peor de mi histeroscopia, es que estaría gracioso que se acabara el mundo mientras estuviese anestesiada en quirófano y no me enterase de nada. Me daría mucha rabia quedarme sin saber qué pasó. Pero es lo que suele pasar cuando te mueres, ¿no? La rabia que te da no saber si luego de enterrarte, tu hermano se casó con esa chica tan resultona que conoció, si tu vecina la divorciada vendió la casa, la alquiló o se fue a Brasil con un mulatón… Bueno, creo que aprovecharé estos días que estoy con estrógenos y ya me estoy recuperando un poco del bajón de la semana pasada, para darle un poco a la zambomba a ver si me animo…

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