De 40 para arriba no te mojes la barriga

Acabo de cumplir 40 años y debería cambiar ya el título de mi blog, ¿o no?, dando así oficialidad a un hito histórico-personal sólo comparable con los siguientes: 18 años (mayoría de edad), 65 años (jubilación) y 100 años (longevidad record).

De todos modos, ya puse el título con idea: “Taitantos” en previsión de que este día llegara. ¿Y por qué? Porque la idea de usar el comodín “taitantos” me surgió hace años viendo un programa de la Lina Morgan. Creo que se llamaba “Hostal Royal no sé qué”. Lina hacía de Celeste (creo que me estoy liando con otro papel suyo). El caso es que era la patrona del Hostal y tendría una edad indefinida entre los 40 y los 65. Pero, coqueta ella, cuando le preguntaban por su edad, ella respondía que tenía: “Taitantos”.

Así pues taitantos es la respuesta perfecta cuando a una mujer que se ve claramente que ya no cumple los 18 sino el doble por lo menos, se le pregunta en su cumpleaños eso de: ¿Y cuántos caen?

Por eso pienso que voy a seguir usando el taitantos aunque ya tenga cuarenta veranitos, ea!!!.Cambiaré el nombre del blog cuando me jubile (si eso de la jubilación existe entonces).

Pondré entonces: “Diario de una jovencita jubilada” y os fustigaré con mis ligues, mis intrigas y mis viajes del Inmserso…Ummmmm, igual llego a hacerme famosa a la tercera edad.

Para los 65 aún me quedan, aunque, ya no tantos ¡!!!, y para los 100…Ejém!, no sé, me cuesta trabajo pensar que llegaré, pero bueno, también me costaba trabajo hace veinte años pensar que iba a llegar a los 40 con los fines de semana tan destroyer que me gastaba.

En fin: Ahí está el hito, y ya lo he pasado. Os aseguro que no duele físicamente, tal y como me aseguraba S (él ya lo pasó hace tiempo y sonríe con mis comentarios solemnes sobre la importancia de pasar de década).

Luego está mi padre un tanto agorero (ya sé a quién he salido), diciendo que el tiempo pasa tan rápido que cuando te quieres dar cuenta ya le están dando el pésame a tus nietos por ti…Hombre, como no tiene nietos, por eso debe ser que todavía está en este mundo, clero.

Ahora mi madre me ha salido con la gracia de que no le apetece ser abuela. (Yo creo que es por coquetería, ahora que no me oye).

O también puede que esté envenenada con las ideas que le han metido mis tías sobre el problema de tener nietos en los tiempos que corren, a saber: Que con las jornadas maratonianas de trabajo de las hijas/nueras te conviertes en la canguro impenitente de la familia en vez de en la tierna abuelita malcriadora y proveedora de bizcochitos calientes y jerseys de rombos.

Pero al parecer el problema y gordo viene cuando a la abuelita le falla la salud o se echa un ligue o amigas, y se niega a ser explotada en jornada de 80 horas semanales, entonces el mosqueo con los hijos es tan tremendo que puede acabar la cosa mal, en tribunales incluso para poder ver a los nietos sin que tengas que adoptarlos, cosa que le está ocurriendo a una de mis tías, que se negó a ser la canguro eterna y ahora le niegan el derecho a ver a sus nietos.


Así que mi madre, viéndose ya la que se le avecina, no hizo más que la gracia de la tarde de ayer al echarnos un jarro de agua fría a S y a mí, que fuimos a casa de mis padres todo ilusionados de presentarnos como pareja seria con intenciones sanas de procrear (eso sí, cuando los médicos me arreglen a mí el útero y a S el maldito insomnio que padece).
Para rematar más la metedura de pata, a mi madre se le ocurrió luego comentarme, (de manera que S pudiese escucharlo aunque se estaba ya quedando frito de sueño) que al menos este chico no es un bebé como Z y que no tendré que ir todo el día detrás de él diciéndole eso de: “Deja en paz ese jarrón que es de porcelana buena y me lo regaló mi abuela” o “Vámonos ya y deja de abrevar como los hipopótamos” (Z tiene potomanía probada y demostrada y todavía se acuerda mi hermana del años pasado cuando, teniendo una botella en la mano entera , Z decía que tenía que parar a comprar agua, otra botella más grande, se comprende…).

Como os venía diciendo, pasar de treintañera a cuarentona machaca psicológicamente, aunque físicamente sea la misma que hace unos días y aunque me asegure mi amiga R de Torrejón que tengo un pacto probado con el diablo para no envejecer. Para asegurarme de que lo que decía ella es cierto, he cogido dos fotos separadas diez años y con el mismo peinado y la verdad que no las distingo mucho, soy igual de fea en las dos fotos y sigo teniendo la misma cara asimétrica con una ceja más alta que otra y los ojos un tanto bóvedos. Pero el pelo es el mismo, no tengo canas y las arrugas y el descolgamiento no me han cambiado los rasgos. En fin, será verdad lo que dice R y habré hecho un pacto con Satán, la verdad que no me extrañaría con las juergas que me corría entonces es posible hasta que me lo hubiese tirado y no me hubiese enterado.

Yo no me veo distinta a hace diez años (bueno, algún kilito más sí, y puede que las patitas de pollo estén algo más marcadas, pero así en general, no me siento cansada, ni distinta, ni nada de nada, y la ropa de entonces me sigue valiendo, siempre y cuando no se haya descompuesto del uso, que es lo más habitual).

De hecho, me siento con las mismas energías que hace veinte años, pero claro, los objetivos vitales no son los mismos, ni las responsabilidades tampoco. Hace veinte años no tenía que fregar, barrer, lavar, planchar, hacer la compra, trabajar un huevo de horas, estudiar …. No, hace veinte años sólo tenía que trabajar y estudiar. Las tareas domésticas las hacía mi madre y yo colaboraba muy de vez en cuando. Así que así tenía yo tiempo libre los sábados por la noche para irme de juerga.

Pensaba yo que con la universidad ya no tendría que estudiar a plazo fijo y que trabajar en lo mío me dejaría los fines de semana libre para disfrutar. Y bueno, eso fueron los seis o siete años siguientes a terminar la carrera, cuando mis trabajos no tenían la responsabilidad y la dedicación que tienen ahora. Entonces, salvo cuando estaba de guardia de sistemas, los fines de semana no tenía nada que estudiar y, salvo limpiar mi habitación y la parte de la casa compartida, podía irme a donde quisiera y hacer lo que me diera la gana. Ahora no. Ahora pienso en la próxima reunión de dirección, en el informe que tengo pendiente, en el próximo examen de la próxima certificación profesional, en a ver si me espabilo y me preparo una oposición, en a ver si apruebo el francés y el alemán de una vez antes de tener hijos que luego no te dejan tiempo libre…

Total, que como le decía a S, desde hace unos seis años, mi vida se ha reducido a : El trabajo, el trabajo, más trabajo, los estudios, la casa y ….Bueno, de vez en cuando el novio y los amigos.


Lo que sí estoy encantada es con los regalitos de este año. Aunque me da un poco de pena que a S sus amigos no le hayan comprado nada, por aquello del pacto no escrito que tenían de no regalarse en los cumpleaños. Pero queda muy mal que a mí sí me hayan regalado porque lo primero es que la más de la mitad eran amigos míos y sí había costumbre y lo segundo porque yo no estaba enterada del pacto y bueno…Y lo tercero porque diré que los chicos son más buitrecillos y piensan que así están más cerca del rebote por si me sale mal mi relación actual.

Mi novio me ha regalado un reloj muy elegante y muy bonito, de esos que me durarán más de una década. Me decía el chaval que una señora consultora no debía ir por esos mundos de Dios con un reloj de la promoción del ron Pampero o con otro reloj, el que me regaló Z, que parecía de niña de comunión por el color rosa chicle chillón que se gastaba, que hacía daño a la vista.

Así que me ha regalado un Tissot en acero inoxidable de color blanco la esfera, todo un clásico. A mí me ha encantado, me ha dejado sin palabras, claro que soy poco expresiva y debería haberle abrazado más efusivamente. Igual se piensa que esperaba que me regalase un anillo de zafiro y diamantes …Pero no, es que yo soy así, un poquito Buster Keaton, pero eso no quiere decir que no me haya dejado sin palabras. De hecho se tiene que haber dado cuenta cuando mi madre me lo ha visto y yo se lo he enseñado y le he dicho que me lo había regalado él. Luego me dijo en el baño que el chico tenía el mismo gusto que mi padre, o sea pobre de morro fino, que diría Y.

Yo, por mi parte, y como también era su cumple, he regalado un polo de Calvin Klein que más que el precio (no estaba en rebajas), lo que me ha costado es encontrar su talla, que me he recorrido varias tiendas y al final he tenido que coger un modelo más de sport que el que yo tenía en mente inicialmente y además encargarlo al almacén central de los grandes almacenes (pijos) donde lo compré.

El regalo más original ha sido el de Z, un bono para un cursillo de cata de vinos o lo que prefiera, de un concepto llamado Smartbox, que consiste en un consorcio de cursos de hostelería/cata donde vas con un bono y reservas plaza. Suelen ser cursos de un día y de temas muy variados. En fin, buscaré y llamaré e igual si hay plaza en la semana de vacaciones que pasaré en Madrid haciendo gestiones, pues igual me acerco.

Otro regalo muy estiloso es la colcha-edredón que me han regalado mis hermanos/padres, que es de diseño también.

Ahora que lo pienso, lo de los 40 años también se nota porque la gente ya no te regala tangas del pato Donald o un bolso de tachuelas, sino cosas prácticas/estilosas. Además, tus amigos/familia suele estar mejor de pasta que cuando tenías veinte años.

Otra diferencia es que con veinte años celebraba mis cumpleaños en un merendero de la casa de Campo (ay aquellos tiempos en que se podía merendar allí), con litronas de cerveza y un kilo de pipas. Bueno, al porro también invitaba, que iba a pillar el costo a un bareto de mi antiguo barrio que era tan costroso que si te tomabas un par de botijos acababas con aftas bucales si no con hepatitis o salmonela (eso si te atrevías a comer la tapa).

Como decía, con veinte añitos mis cumples consistían en: 3 litros de cerveza, 1 bolsa de patatas fritas Matutano, 1 guitarra, 1 loro (radiocassette), 1 renault 8 (el de mis amigos más mayores), 2 kilos de pipas (para invitar a los colegas) y 2 ó 3 chinas de costo. La juerga y el buen rollo la poníamos los quince que nos juntábamos.

Ahora, con 40, tengo que reservar en un restaurante (en este caso un mejicano de la Latina), hacer quinielas con los amigos para ver a qué hora reservar, ya que todo el mundo está muy ocupado (antes sabíamos el dónde y el día y la gente se iba sumando a la fiesta según se levantase de la siesta).

Ahora a las 2 a.m. todo el mundo está matado y nos tomamos un cafétito en una terraza antes de recogernos. Entonces a las 2.a.m. estábamos todos ya tan pedo que no sabíamos ni dónde estábamos.

Para celebrar tan tamaño hito, prometo en el próximo post hacer balance de mi vida hasta ahora. También prometo hacer un monográfico sobre todos los que han ido pasando por mi vida y las iniciales, así los que no los conozcáis pues ya los váis conociendo un poquito (intentaré no dar datos muy precisos para intentar preservar su identidad frente al público en general).

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