EL MÉTODO DIVERTIDO

Decía San Agustín: “Señor: concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que sí puedo y sobre todo, sabiduría para reconocer las dos situaciones”.
¿Por qué empiezo por esta cita de San Agustín?
Ivan Paulov, que la mayoría conoce por ser un gran psicólogo conductista, y que yo opino que debían haberlo encerrado por maltratar salvajemente a unos pobres perros, realizó una vez un experimento muy cruel con unos cuantos de estos perros:
Mostró una elipse y pegó una descarga eléctrica a un perro. Luego, al mismo perro, le dio de comer un manjar al tiempo que le mostraba un círculo. De este modo, la siguiente vez que mostró una elipse, el perro escarmentado, huyó del comedero y se acurrucó en el fondo de la jaula para evitar la descarga y la siguiente vez que le mostró Paulov una circunferencia, acudió al comedero sin temor.
Pero no todo iba a ser tan sencillo, y pronto Paulov empezó a mostrar círculos algo deformados y circunferencias más chatas de tal modo que unas veces los perros, creyendo círculo, recibían una descarga y otras, creyendo elipse aparecía sin embargo comida en el comedero… No hay que cavilar mucho para acabar concluyendo que los pobres perros acabaron majaras con crisis nerviosas tremendas…
Bien, ¿y qué tiene que ver todo esto conmigo? Pues haciendo la siguiente reflexión: Cada vez que voy a un tratamiento de fertilidad que falla, lo que es seguro es que paso por el quirófano, tengo que cuadrar con mucha antelación mi sustitución en el curro, con el consiguiente estrés por no saber a ciencia cierta cuándo puedo hacerme el tratamiento y si saldrá bien o no por el estrés laboral.
Además, palmo una cantidad indecente de pasta. Pero por otra parte, voy a cumplir 42 años dentro de poco y mis posibilidades de tener hijos no están para que yo me plantee esperar mucho después de cada tratamiento. Sin embargo, yo no sé cuáles son mis posibilidades reales de tener hijos a día de hoy.
Cuando empiezo un tratamiento y llego hasta la transferencia, durante la betaespera, aunque sólo tenga un 30% de posibilidades, me digo que tengo posibilidades reales y que después de tantos fallos por pura estadística, lo voy a conseguir ya en esta ocasión.
Pero cuando llega el palo luego, como al perro de Paulov, se me quitan las ganas de volver de nuevo a intentarlo, y pienso que en la clínica me dicen eso de las posibilidades para que me deje ahí la pasta, porque los porcentajes están sesgados claramente, entre las menores de treinta años con problemas en los bichines de sus maridos, y las añosas como yo, que después de intentarlo muchas veces, fracasan, deciden buscar una donante de óvulos y lo consiguen en dos o tres intentos más; , o bien tiran la toalla, y deciden que en buena hora se metieron en este jaleo y deciden comprarse un perro y renegar de los bebés.
Y he aquí mi duda: ¿Merece la pena tanto sufrimiento? ¿Es esta una situación en la que yo puedo cambiar algo y aportar algo positivo? ¿Debo resignarme por el contrario a no tener hijos y hacerme ya a la idea? Aquí entra la parte crucial del dicho de San Agustín, sobre todo lo que se necesita es sabiduría para saber si continuar o retirarse.
Leí una vez en un libro que los sueños tan importantes y vitales como el de tener un hijo, uno debe perseguirlos mientras tenga fuerzas y dinero para seguirlos. Ya, pero, ¿y si tantas fuerzas y dinero las hubiera puesto en, por ejemplo obtener un doctorado o jugar en bolsa para hacerme rica?
Al menos sacarme un doctorado depende de mí. Es decir: Dinero y esfuerzo invertido es proporcional al resultado
. Si estudio y pago unos créditos, dentro de cuatro años estoy segura en un 90% de que tendré un doctorado.
Mientras que en el caso de tener un hijo, las clínicas lo muestran como una “baby lottery”.
Ya, pero, yo es que nunca me he gastado en un casino diez mil euros y si lo hiciera, iría corriendo a buscar un psicólogo por ser una ludópata. Sin embargo, las clínicas fomentan la ludopatía en la búsqueda del bebé y sin escrúpulos.
Deberían imponer un código deontológico que impidiese a estas clínicas realizar tratamientos a sabiendas de que los pacientes son literalmente estériles y no tienen ninguna oportunidad de concebir.
Pero ahora viene la segunda parte: Es que las clínicas no buscan diagnósticos. No miran a ver por qué tenemos problemas. Van a ensayar soluciones. Involuntariamente, somos conejillos de indias, sólo que somos conejillos de indias que encima pagamos porque experimenten con nosotros, como los cancerosos terminales, que hacen cualquier cosa porque ya no tienen nada que perder…
Me pregunto yo: ¿Qué hago ahora? ¿Cuál es mi diagnóstico y por dónde hay que seguir? Me da pánico no ser madre pero me da igual de pánico quedarme en la calle con un tonelito alrededor y lo que es más: Sin hijo.
Es curioso porque S y yo hacemos ya este mes los 2 años juntos. Y le dije que deberíamos intentarlo este mes por el método divertido pero a mi manera, o sea tomando todos los potingues que se me ocurren y que los médicos me tenían vetados porque al estar con la invitro no debía tomar ya que se supone que son peligrosos.Como si no fuera peligroso chutarse varias inyecciones al día de algo que ni siquiera sabes a ciencia cierta si te rizara el pelo o te pondrá la barriga amarilla, como me está ocurriendo a mí.
A saber: Aceite de onagra antes de ovular junto con vitamina e de la soja. Lo mezclo con ginseng siberiano y los sobres del ovusitol. Todo esto para mejorar las hormonas de antes de la ovulación. Luego, cuando vaya a ovular, me tomaré hierbas para evitar el flato y dejaré el azúcar de lado, de hecho mañana retomo la dieta Dukan.
Cuando ovule, igual uso la progesterona que me ha sobrado y empiezo a tomar aspirina infantil que dicen que mejora la implantación. Ah, y levadura de cerveza y algunas vitaminas más. Igual me compro unos boniatos, que dicen que van bien para la progesterona.
Ah y voy a volver a beber vino, que me encanta. Y cervecitas y alguna copita el fin de semana. Sin ir más lejos, ayer me tomé vino y una copita después de la cena y S y yo acabamos teniendo un encuentro en la tercera fase no planificado y lo pasamos bomba. Así que desde ya hemos decidido que, salvo los días que el palito de la ovulación exige un SLA (Service Level Agreement), el resto de los días lo haremos cuando nos apetezca y sin ninguna parafernalia del tipo de : Lubricante, cojín, etc.
Bueno, os dejo que mi chico y yo vamos a bajar a tomar el aire, que ya me hacía falta, que tengo la piel pálida como los pollos del hiper.
Bueno, el método divertido sólo tiene un 1% de probabilidades (según estadísticas) pero no cuesta más que, como mucho, 80 euros en potingues al mes y desde luego, dónde va a parar la diferencia con que te perforen los ovarios y te acribilles a banderillas.
S no sé lo que le pasa, será la primavera que le altera o la colonia que le he regalado que hasta a mí me pone alterada, pero parece que se la subido la líbido.
Vamos a ver si al final no va a ser todo cuestión de aumentar el SLA y relajar mis trompas de Falopio con unos vinillos…

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