CATASTRÓFICO PERO NO SERIO

Estaba tentada de escribir sobre la pantomima del asesinato de Bin Laden, la noticia del día…. ¿Alguien se cree que hayan acabado con él? Yo creo que la muerte de Bin Laden es tan cuestionable como la existencia de Dios…
Pero bueno, no voy a hablar de política, eso lo dejo para las charlas de café con mis amigos, que seguro que algún día me contratarán de tertuliana para Salsa Rosa o me pegarán dos tiros por mis ideas tan conspiranoicas.
No, yo quería hablaros de mi situación personal.
Resultado de mi segunda invitro: Negativo, a pesar de que llegué sin regla a la beta.
Pero los pipitest negativos ya me daban una pista de que no iba a poder ser. Al menos no me derrumbé cuando cogí el teléfono y escuché la famosa frase solemne (yo creo que hay enfermeras especializadas en dar estas noticias porque se aprenden perfectamente la frase y el tono), de: “Lo sentimos señora, pero su resultado ha sido negativo…”
En fin, tanto cuidado y tantas ilusiones para nada.
Ahora tengo que reflexionar y pensar, pensar mucho en qué está ocurriendo, por qué y las posibles soluciones.
Pero como decía el filósofo Zizek: “La situación es catastrófica pero no seria”.
Está basada en una supuesta anécdota sobre un puesto alemán en la primera guerra mundial, que, viendo como empiezan a ser cercados por los aliados, envían a sus colegas austríacos cercanos un telegrama que dice: “Estamos resistiendo a duras penas. La situación es seria pero de momento no es catastrófica”. A lo que los austríacos, que han sido ya atacados y tienen numerosas bajas responden sin embargo: “Aquí la situación es ya catastrófica, pero no seria, que aquí nadie ha perdido todavía el sentido del humor”.
Otro filósofo, Ciorán, había alusión a que el humor es como una chaleco antibalas cuando tienes que pasar por un campo minado: No te sirve para evitar la tragedia, pero al menos abriga y te da cierto calorcito y sensación de que estás haciendo algo para evitar el problema.
Pues eso mismo pienso yo: Reirme de mis problemas no los soluciona, pero al menos es la única manera de no perder la compostura frente a lo inevitable. Me imagino que, en el famoso Corredor de la Muerte de las prisiones de Estados Unidos, los presos deben tener mucho sentido del humor, porque si no lo tuviesen, estarían todos desquiciados.
Por último como decía mi admirado Woody Allen quería remarcar su famoso consejo:
“No te tomes la vida en serio. A fin de cuentas , hagas lo que hagas, no vas a salir vivo de ella”.
Bueno, ¿y ahora qué voy a hacer?
Miro atrás y me doy cuenta, con mucho fastidio, de que llevo 13 años de mi vida haciendo o deshaciendo cosas en mi vida con la mirada puesta en ser mamá.
Empecemos porque cuando tenía 28 años me cuestioné mi relación con X porque, además de ser un novio tipo “Ojos del Guadiana” o sea que desaparecía y reaparecía de forma totalmente inesperada, llegué a la conclusión de que debía tener una enfermedad mental que debería ser heredable, habida cuenta de que su padre se comportaba de manera parecida con su madre. Volé de aquella relación yoyó y pensé que debería divertirme unos añitos para desquitarme de tanta prisión sentimental que había vivido casi 7 años y luego buscar a un “hombre serio y formal para formar una familia”.
Y vaya, con 31 años me topé con Y tras dedicarme una buena temporada al pendoneo más salvaje. A Y lo conocí en el trabajo y parecía un tipo inteligente y formal. Pero sólo me lo parecía y cuando empecé a salir con él me di cuenta de que era como el Dr. Jeckyll con un Mr. Hyde que nadie conocía excepto, obviamente, sus colegas de juergas que desde luego no trabajaban con él.
Después de dos años de rupturas y reconciliaciones la cosa acabó cuando conocí a Z, que parecía un chico incapaz de las juergas salvajes de Y. Parecía un chico normal, sensible, romántico, y con los pies en la tierra, carrera terminada y muchas ganas de encontrar un trabajo estable y formar una familia. Pero me equivoqué con la última parte, porque al final resultó que la idea de familia de Z no incluía un par de retoños alrededor suyo. Pero como el resto de cualidades funcionaban bien, sobre todo la erótico-festiva, me autoengañé y le di el beneficio de la duda, habida cuenta que yo era más mayor que él.
Pero las peleas empezaron a recrudecerse en cuanto yo pasé de los 36 años y cada vez fueron peores hasta que un día me harté del todo y lo planté. De eso hoy se cumplen 2 años.
Cuando ya había empezado a hacer casting de clínicas para inseminarme y dejarme de hombres y zarandajas surgió de forma rápida e inesperada mi actual pareja, S. Estaba en mi pandilla de amigos y, por tanto ,sabía que yo me acababa de quedar libre y que quería ser mamá. El también se había quedado libre hacía poco y quería ser papá. Ambos estábamos ya bastante talluditos como para saltarnos la fase de pelar la pava durante un par de años antes de lanzarnos a la piscina. Además, mis óvulos tenían fecha de caducidad. Así que seis meses después, S estaba instalado en mi casa y habíamos empezado a echar la carta a la cigüeña.
Parecía que mis problemas para ser mamá se había acabado tras encontrar macho alfa procreador, pero qué va, nos quedaba la parte más cruel: Ahora la naturaleza nos negaba la bendición, así que en mayo pasado, cuando apenas habían pasado seis meses de intentos, empezamos las pruebas y luego tratamientos de fertilidad. Una inseminación en junio y luego una invitro en agosto inauguraron los tratamientos. Nada, negativo. Los siguientes meses fueron para recuperarme, física, anímica y económicamente, dado que mi querido S estaba en paro y, cuando trabajaba, no le daba para ahorrar los seis mil y pico euros que costaba cada tratamiento. Yo, por el contrario, desde que cumplí los 37 años abrí una hucha para la invitro que hizo que renunciase a vacaciones, caprichos y ahorrase de los gastos ordinarios, aunque eso significase a veces pasarme días invernales embutida en dos jerseys de lana y con calcetines borrados de felpa, con tal de evitar los facturones de más de cien euros de la calefacción.

Ahora pienso en que todo en mi vida ha ido muy rápido y siempre pensando en ser mamá. Quizás me equivoqué dando boleto a mi novio turco cuando tenía 23 años, a fin de cuentas es mi único ex que me consta que es fértil, porque ha tenido ya dos hijos.
Sé seguro que no me equivoqué con X, es más, lo malo fue no darle el boleto antes, porque X en la actualidad está cada vez peor y mi vida con él, de haberme casado, habría sido un infierno y mis hijos, de haberlos tenido, habrían sido unos niños traumatizados, y posiblemente condenados genéticamente.
Y se ha reformado, o eso parece, y ahora está saliendo con una amiga mía. No se ha casado ni ha tenido hijos y sigue insistiendo en que ese no es su estilo de vida. Si algo le agradezco, es que fuera claro y conciso con sus argumentos. Esto ha hecho que no haya rencor entre nosotros, si bien al principio no digeriese bien mi historia con Z. Pero el tiempo lo cura todo y ahora él es feliz, más que yo podría decir, porque él puede disfrutar de sus sobrinos y viajar, salir y divertirse cuanto le apetece, además de que la chica que le presenté es como él, no tiene intención de tener hijos y le gusta mucho salir por ahí.
En cuanto a Z, me consta de que ahora es feliz, y seguimos siendo buenos amigos. Pero, yo, ¿qué es lo que yo quiero y cómo me encuentro?
Cuando me dieron la noticia el viernes por la noche, durante un rato parecía que lo había encajado. Luego, salí a cenar con mi chico y al volver a casa me derrumbé y no sé si porque me sentó mal el medio litro de cerveza, porque me estaba empezando a bajar la regla (es curioso como el cerebro, ante la objetiva noticia, da la orden postpuesta tantos días), pero el caso es que empecé a discutir con S, a atacarlo cruelmente, como si fuera culpa suya no encontrar trabajo, no tener dinero o que yo no me quedase embarazada.
Pero me sentí agobiada de repente. Me di cuenta de que probablemente no podría tener hijos nunca. Y que me tendría que acostumbrar a ello, a ver pasar mi vida sin hijos. Y que tendría que intentar ser feliz así, porque me quedarían muchos años por delante.
Pero, sin ese objetivo vital, es como si mi vida y mi historia dejara de tener sentido. Como si hubiera dedicado 13 años de mi vida a tomar decisiones buscando un solo objetivo y ahora tuviese que empezar a ver qué hacer con mi vida.
Me recuerda a una frase que propició mi agnosticismo. Cuando tenía 13 años yo todavía creía en Dios, en la vida eterna y en todas esas cosas aunque desde los 8 años cada vez menos y con más y más dudas.
Pero el primer día de clase de ética en el instituto la profesora me dijo: “Y si se demostrase que Dios no existe, ¿qué haría tú el resto de tu vida? ¿Seguirías siendo la que eres y comportándote siempre bien si resulta que luego te mueres y eso es todo?”
Fue atroz. Me quedé muda y estuve pensando muchos y muchos meses. Hasta entonces, siempre había pensado que la existencia de Dios era algo imperturbable. Había nacido cuando Franco vivía y mi colegio, aunque no era religioso, seguía el dogma oficial. Pero en el año 82 ya no había más Dios por decreto y la gente podía cuestionarse abiertamente su fé.
Con lo de ser madre me pasó lo mismo el viernes por la noche. ¿Y si yo no podría jamás tener hijos? ¿Y si mi vida sería siempre una vida sin hijos?
Y lo peor fueron las cuestiones siguientes:
¿Seguiría yo con mi actual pareja? ¿Seguiría trabajando en el mismo sitio? A fin de cuentas, no tendría a nadie que dependiera de mí, ningún hijo que criar, ninguna responsabilidad. Si me diese por volverme hippie e irme a vivir a una playa de los Angeles, no habría problemas. La hipoteca de mi casa es algo relativo. Siempre podría vender o alquilar el piso. ¿El dinero? El dinero es algo relativo. Si me fuera de hippie siempre podría buscarme la vida de algún modo, seguro que de hambre no me moría y si algún día pasaba hambre, no pasaba nada. A fin de cuentas, un adulto puede pasar dos días sin comer o durmiendo a la intemperie. Un bebé no, claro.
Por otra parte, si quería tener hijos y ese era mi objetivo vital, igual mi pareja actual no era lo más adecuado. No. Debería ser una harpía y buscarme un hombre rico, capaz de pagarme los mejores tratamientos y los mejores médicos. No un parado. Cruel pero lúcido.
Pensé entonces en un hombre que conocía hace muchos años, cuando daba clases particulares. Era un hombre divorciado todavía joven, cuarenta y picos. Yo tenía treintaypicos y hacía poco que salía con Z. Este hombre tenía dos hijos, uno ya casi adolescente pero el otro era pequeño, y estaba claro que necesitaba una madre, como el comer.
Enseguida me di cuenta de que ese hombre no quería una profe de mates para sus hijos sino una especie de Mary Popins. Yo era más pobre que ahora si cabe, con muchas deudas, la casa recién comprada. Aquel hombre vivía en un chalet de los que quitan el hipo, era empresario y tenía un BMW de los de gama alta.
Al principio no pensé que aquel hombre se podría fijar en mí y además, yo estaba muy enamorada de Z, pero al cabo de unos meses aquel hombre me pidió que le ayudase a mejorar su inglés y así concertamos clases los sábados para él y su hija mayor, que tampoco lo llevaba demasiado bien.
Obviamente este hombre no tenía un nivel excepcional de inglés, pero yo no soy nativa y tampoco podría ser de demasiada ayuda, si bien le ayudé a mejorar su inglés. Pero estaba claro cuál era su intención: Conocerme mejor y enseñarme lo que me podría ofrecer. Me llevó un día a montar a caballo (yo monto fatal pero bueno, me apetecía). Otro día me llevó a merendar a un sitio exclusivo…
Pero un buen día cuando me di cuenta de su intención, le dije que no podría seguir con las clases porque me iba a casar y necesitaba tiempo para organizar la boda. Sé que le sentó mal, pero no veía otra manera de quitármelo de encima de forma tajante y educada, sin ofender a su orgullo. A mi novio de entonces, Z, no le dije por qué, supongo que se debió imaginar algo, pero confiaba en mí, jamás se mostró celosos y yo me enorgullecí de haber sabido ser decente y estar en mi sitio.
El otro día me vino a la memoria el tema y se lo arrojé a S. Le dije que mi problema es que soy tonta, inmensamente tonta, porque podría haber aprovechado las oportunidades de ser una mujer de dinero y con hijos y las había rechazado. Con A (el turco) porque antepuse mi carrera y quería ser una mujer con una profesión, y con otros pretendientes, porque yo “no era de esas” y no me vendía por dinero y posición… Pero que ahora, en perspectiva, había recibido palo tras palo… Por ser buena persona. Podría haberle engañado a Y o a Z y no haberme tomado la píldora y les hubiera obligado a ser padre quisieran o no. Pero no lo hice, fui una chica sincera… Y acabé dejándoles, habiendo perdido más de 7 años preciosos de mi vida reproductiva.
Y pensé el viernes, pensé, que debería dejar a S, para que tuviera hijos con otra, o para que viviera su vida tranquila, sin agobiarse por los tratamientos. A fin de cuentas, tengo una amiga de la infancia que está luchando por ser madre en solitario.
Se me ocurrieron estupideces, como que esta sociedad es hipócrita y sólo da importancia a los matrimonios y las familias con hijos, cuando hay tantas madres solteras u hombres que quieren ser padres y se lanzan a la desesperada a matrimonios absurdos…
Pensé en que, como en la obra de Aldous Houxley, Un mundo feliz, seríamos todos más felices si los niños nos los gestaran en una probeta y fueran hijos de todos y no sólo de los afortunados capaces de concebirlos. A fin de cuentas, un mundo en el que los niños son hijos de todos y los adultos se relacionan entre ellos sin necesidad de pensar en la procreación, sino por puro placer, amor o amistad exenta de otros objetivos.
Al capitalismo le interesa que tengamos hijos, pero no nos paga los tratamientos de fertilidad. El capitalismo es peor que la esclavitud, porque nos cobra por vivir en nuestras casas cuando los amos sudistas no le cobraban hipoteca al Tío Tom.
En la Edad Media, las mujeres estériles no tenían que pasar por absurdos test para adoptar hijos, bastaba con recoger a cualquier húerfano abandonado, ya que moría tanta gente que nadie se paraba a legislar sobre las relaciones de hecho.
¿Sabéis por qué son más felices los indios del Amazonas que nosotros los occidentales bien alimentados y mejor vestidos que los indios andrajosos?
Me da mucha pena que los Neoyorkinos sólo sepan celebrar la muerte de Bin Laden. Deberían celebrar la primavera en Central Park, que están vivos y más rollizos que los andrajosos pakistaníes.
Pero es que el mundo occidental se ha vuelto muy serio, demasiado serio.

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