El Purgatorio en la Tierra

Extracto de "Mujeres betadesesperadas" El mundo de las que pasamos un tiempo largo en tratamientos de fertilidad se convierte paulatinamente en una especie de Purgatorio en la Tierra. La sociedad está llena de niños y de embarazadas. Y todo el mundo se recrea en las noticias de un nuevo embarazo, un nacimiento, el primer diente de leche de un bebé, la primera vez que anda, la primera vez que va al colegio, la primera vez que garrapatea un dibujo para su madre, en fin, todo lo que es el universo de las familias con niños. Y como son mayoría, te agobian y saturan con sus historias de gozo y regocijo. Mientras tanto, tú, que no sabes qué decir, les felicitas, pero está claro que no te alegras de manera abierta y que no participas en su universo. Comienzas a ser una persona antipática, una pasa amargada, una especie de Señorita Rottenmayer (la malhumorada institutriz de Heidi). Cuanto más te agobian con nuevas de embarazos y monerías de niños, más se te agria el rictus facial. No puedes evitarlo, no puedes evitar sentir resquemor ante la evidencia de que las demás tienen hijos y tú no, tú no puedes y además es posible que el sumo hacedor de arriba te odie, porque además de enviarte la plaga de la infertilidad, te tortura todo el día con todo ese universo con olor insoportable a colonia de bebé. Intentas alegrarte, y de corazón, porque no eres una bruja malvada, pero está claro que tu carácter se está amargando y no puedes evitarlo. Las amigas que tienen hijos, comienzan a segregarte, incluso me ha llegado a ocurrir que algunas me ocultan su embarazo, como si fuera una bruja que me fuera a comer a su vástago por la noche mientras duerme. Pero lo peor ya no es eso, sino que vives en el Purgatorio constantemente. No puedes tampoco seguir en el mundo de los que no tienen hijos, con sus fiestas, sus excursiones y sus planes ajenos al mundo de las inyecciones, porque tú estás en tratamiento de fertilidad constantemente, incluso cuando no estás en el ciclo de invitro. No puedes salir con los amigos a cogerte la castaña del siglo por si acaso ese mes es el del óvulo de oro. No puedes irte tres días con tus amigas a la playa y dejar solo a tu pareja, porque estás a punto de ovular y cuando eso ocurra tienes que estar en casa para que tu semental doméstico haga realidad el 5% de probabilidades que tienes en el mes actual. No puedes apuntarte a hacer puenting al mes que viene por si acaso estás embarazada entonces y pierdes los trescientos euracos que has pagado por adelantado. No puedes levantarte a las doce de la mañana un domingo porque a las seis te toca quieras o no quieras, tomarte la temperatura bajo la lengua y anotarlo en una gráfica, y con toda la parafernalia, acabas desvelada. Con los ciclos de invitro la lista de prohibiciones empeora aún más: No puedes salir de noche de casa porque te toca estar a la hora para pincharte, no puedes tomarte analgésicos cuando te duela la cabeza o una muela porque estropeas la fase de estimulación o de implantación, no puedes hacer la compra porque eso entraña coger peso, no puedes correr para no perder un autobús, no puedes hacer limpieza en los armarios, no puedes tomar el sol ni ponerte en la corriente de aire, ni bajar a la piscina, ni depilarte y tampoco teñirte el pelo, y mucho menos mantener relaciones. Vida de monja de ochenta años, más o menos, y eso lo llaman hacer “reposo relativo”. Al final sólo puedes quedarte en casa con tu pareja y trabajar en la oficina. O te llevas muy bien con tu pareja y te descargas los mil capítulos de “La que se avecina” o directamente te pegas un tiro. Tus amigos poco a poco se separan de ti porque eres “un muermo” o ”una bruja devoraniños”, al final sólo te quedan las amistades virtuales de los foros de mujeres que, como tú, están viviendo el mismo infierno. Y somos miles, cientos de miles, están los foros plagados de nicks de chicas que están en este purgatorio en vida.

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