BAJAR LAS LORCITAS CAMINA QUE CAMINA


58 kilos y pico, objetivo conseguido de bajar un kilito en cuatro días pero tengo los pies molidos y un cansancio tremendo.

Ayer llegué tan cansada a casa que, después de la ducha me quedé adormilada en el sofá sin terminarme la cena. Desde luego, el ejercicio físico ayuda a bajar peso, pero porque te deja molida y sin ganas ni de cenar...Grrrrrr.

La causa de mi cansancio son las caminatas. Ayer paseo de Plaza de Castilla a Atocha. Siete kilómetros, que no está mal, en menos de una hora, a golpe de sandalia, y con ampollas en los pies cual peregrina. Menos mal que sé cómo curarlas con aguja e hilo de coser. No voy a explicar como porque puede ser más gore que la descripción de la matanza del cerdo que me hizo un colega sobre su pueblo y sus costumbres...

El domingo excursión gotadora a la sierra de este domingo. Ved la foto, que en esos parajes uno se encuentra más abandonado que Jesús en el desierto.

No fue una excursión digna de Oiarzabal . Para los que no lo conozcáis por sus ochomiles de “Al filo de lo imposible” sabed que ahora que anda viejito se dedica a “holgazanear” en Honduras, mientras sus compañeros de “Supervivientes” por el contrario, las pasan bien canutas. Todo un carácter desde luego.

La excursión, como digo, fue relativamente sencilla, subida a la Bola del Mundo desde la estación de RENFE de Navacerrada, de ahí subimos al Cerro de Valdemartín, que es la primera parte de la subida a Cabeza de Hierro y vuelta por el mismo camino. No sé lo que anduvimos, sólo que paramos escasamente media hora para comer y al final de la tarde y pese a estrenar deportivas supuestamente cómodas, tenía los pies más hinchados que la burbuja inmobiliaria. Y no era la única del grupo a la que le pasaba lo mismo.

A pesar de no hacer excesivo calor, incluso cuando soplaba el viento apetecía manga larga, mis pies estaban recocidos. Eché mucho de menos mis sandalias de piel y es que, en verano, mis pies se hinchan una barbaridad, algo descomunal, e incluso se me hinchan las manos, pero al no tener que caminar con ellas no se me hace tan molesto.

El tema de la hinchazón y pesadez de piernas me preocupa, ya que en cuanto estoy un rato de pie o echo una buena caminata, tengo que pasarme luego media hora con las piernas en alto reposando. Viendo desde luego las enormes varices de mi madre y sus achaques en este sentido, me va rondando en la cabeza que tengo que empezar un plan de choque contra la mala circulación, celulitis de mis muslos y el mal drenaje linfático que padezco antes que no pueda ponerme una minifalda más en mi vida...

Aunque el problema no sea el exceso de peso – Estoy en un IMC que no llega a 22 siquiera, sí que me preocupa que el engordar tenga efectos devastadores en el buen retorno venoso de mis piernas. Así que por un lado trataré de perder esos dos kilitos que parecen nada, pero joroban un montón.

Por otro lado, está el tema de la celulitis en muslos y tripita. Bueno, la tripita no es que tenga celulitis, simplemente, está pelín abultadilla. Quien no me conozca, pensará que soy una oronda muchachota pero es que, y aunque entro en una talla 38 perfectamente, incluso en una 34 de H&M – Que dan más talla desde luego – El problema mío es localizado en unas zonas concretas. No entiendo como, con las caminatas que me pego, tenga los gemelos y pantorillas magrísimos y sin átomo de grasa, y luego, por encima de las rodillas se me acumulen esos nódulos tan raros de agua, grasa o a saber qué. ¿Es que los muslos no se usan para andar también? ¿Y por qué el culito, que está en medio, entre los muslos y la barriga lo tengo más duro que una tabla de cortar jamón? A veces creo yo que cada persona es un expediente X de la genética y el metabolismo, por más que los científicos insistan en que las cosas son más sencillas.

Por poner un ejemplo de expediente X : Hace varios años tenía una compañera de trabajo a la que apodábamos “El ánfora”. Era una mujer que, no siendo gorda, porque tenía la cara, las piernas y los brazos normales, acumulaba tanta grasa en sus caderas y nalgas que la primera vez que la vi pensé que se había disfrazado de payaso al mediodía para la fiesta del cole de su niña y luego se le había quedado olvidado el cojín de relleno alrededor. Casi meto la pata, pero luego para mi sorpresa, me di cuenta que ese flotador tan enorme alrededor de su cadera era natural. El caso que esta mujer decía que iba al gimnasio todos los días así que supongo que su problema sólo se solucionaría con una buena liposucción y tres palmetazos luego cada vez que sus manos osaran tocar un plato de embutidos.

Otro expediente X a la inversa es un amigo del grupo que, a pesar de que come una barbaridad y hace ejercicio para tonificar y aumentar volumen, jamás engorda un gramo y, si se descuida un poco, se queda hasta demacrado. Debe tener un metabolismo de tiburón porque de otro modo no se entiende, que con lo que comió él ayer entre la comida y la merienda tendría yo para tres días de alimento y sin hacer dieta...

Creo que mis dos enemigos son las cenas de picoteo y la mala circulación venosa. Si consigo vencer a esos dos contrincantes, creo que podré mantener una buena figura hasta los 99 años por lo menos.

Pero el problema del picoteo es que una llega a casa, tras de prepararse una cenita de lo más sano. Relax frente a la tele un ratito por fin. Pero parece que la cena no acaba de complacer el vacío del estómago. De repente me entran en la cabeza tentaciones perversas. Es como si una vocecita me dijese:” Tienes unas almendritas en el estante, ve a por ellas”. O como si mi estómago se rebelase y fuera directamente a acabar con el queso gouda o con el salami. No sé qué hacer, si poner candado en la nevera o clavarme una chincheta cada vez que aparece la obsesión por el picoteo.

Lo peor, no obstante, es quedar con gente de tapas. Ahí es la ruina. Porque con fuerza de voluntad puedo contener el picoteo solitario. Pero el picoteo colectivo es imposible. Ahí, cuando te plantan delante de tus narices una tabla de patatitas ocho salsas con salchichas de Frankfurt es imposible no ceder a la tentación. Incluso, si lo hiciera, mis amigos pensarían que estoy enferma y me coserían a preguntas. Además, lo peor es cuando los delgados a prueba de tapas y cervezas porque sus trabajos son muy activos van y me sueltan eso de: “Pero hombre, si esto no engorda, te das un paseito y ya verás cómo lo bajas”. Lo malo es que el paseito para mí calculo que para bajar 800 calorías extra deberían ser de unos 18 kilómetros. Así que sólo me lo podría permitir si todos los domingos me fuera a la sierra a triscar hasta la extenuación pero el problema es que: ¿Cuándo plancho, friego, lavo, estudio y limpio la casita? Porque esas tareas no queman 800 calorías en 6 horas, no. Sólo queman la mitad o menos. Pero cansan yo creo que incluso más.

No sé, hace años escribí un artículo sobre las ventajas y desventajas de ser sociable. Llegué a la conclusión de que ser sociable mejora tu salud psicológica pero te vuelve gordita y un pelín alcohólica, a menos que te apuntes a un club de anoréxicos y ex alcohólicos, lo que no veo muy recomendable para la salud mental por el contrario...

Otra solución es salir sólo con la gente del gimnasio, en cuyo caso tendré que abandonar a mis amigos de toda la vida, por inductores de celulitis y kilos de más...Esto no tiene arreglo...

Por ahora, lo voy capeando con ajustes en las otras comidas no sociales, pero me trae de cabeza la ansiedad posterior. Si alguno tiene alguna solución milagrosa, que me lo diga...




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