VIDA BUCOLICA Y PASTORIL


Este fin de semana he estado en el bonito pueblo de Candelario, a 4 kilómetros de Béjar.

Se trata de un pueblo serrano, muy bonito, como ya quedan pocos, la verdad. Este pueblo tiene calles empedradas en vez de asfaltadas – Ojo, chicas, no llevad tacones de aguja – Además, las calles son más empinadas que las de Toledo. Así que es normal que no se vea ningún gimnasio en la zona, aunque ya se están modernizando tanto que han abierto un salón Spa, claro que al lado de una chacinería tradicional.

Hay cosas además, que llaman la atención de este pueblo, como el hecho de tener canalillos a ambos lados de la calle donde corre el agua de un arroyo cercano, y se supone que se construyeron hace mucho tiempo para facilitar la limpieza de las calles cuando se hacía la matanza del cerdo. Ahora, por suerte, no se ve sangre porcina corriendo por las calles, pero sólo de pensarlo me entran arcadas.

Otra característica de este pueblo menos “gore” es que muchas casas tiene una especie de medio doble puerta de madera muy gruesa, tipo portalón pero sólo la mitad. Se llama “Batipuerta” y se supone que servía para que no entrasen en las casas los animales pero pudiesen disfrutar del aire fresco igualmente, y también para que en invierno las nieves no entrasen por debajo de la puerta. Esta segunda utilidad permanece todavía.

Aunque ya habíamos estado en este pueblo hace unos años, repetimos este finde porque el domingo se celebraba la tradicional Boda Típica, que se trata de un pasacalles escenificando la tradicional boda que se celebraba en el pueblo hace siglos. Sólo se celebra una vez al año, así que la ocasión merecía la pena, porque la anterior vez no coincidió.

La verdad es que, aparte de la increíble belleza de los trajes, lo más sorprendente son los cambios en los ritos de las bodas que han sobrevenido con el paso de los siglos.

Por ejemplo, en este tipo de boda a la antigua usanza pueblerina, primero se junta la comitiva de amigos, padrinos, etc y se ponen a beber y comer un aperitivo de aguardiente y pastitas. Cuando ya se han calentado un poquito, se van a buscar al novio a su casa “Para que no se escape”. Para darle ánimos, lo emborrachan un poquito y lo ayudan a atusarse. Una vez están todos entonadillos, se van a casa de la novia, para que los padres de ésta, hagan entrega de la misma. Esperan a que la novia se atuse y se arregle, y de hecho la tradición manda que la madre de ella responda así al apremio: “Esperaos un poquito que se acabe de arreglar”. Después de que la novia sale con su padrino, junto con el novio y su madrina y detrás la comitiva se dirigen todos a la iglesia. Allí más o menos lo que es un boda normal, con algún detalle distinto, pero bueno, más o menos lo mismo.

Después de la boda, los novios invitan a un refrigerio a todo el pueblo en la plaza. Cuando termina el refrigerio, se van a la plaza de los bailes, y allí cada invitado entrega una ofrenda a los novios y cantan y bailan. Termina la boda con el banquete, al que acuden los novios y sus invitados.

Hay detalles que no tienen cabida en la sociedad actual. Por ejemplo, lo de irse a buscar por todo el pueblo los unos a los otros. Si fuera la boda en Madrid, por ejemplo, podrían tirarse cuatro ó cinco horas hasta llegar a la iglesia o al juzgado, así que se opta por quedar a una hora en la iglesia y ya está. Lo que más o menos persiste es que la novia se retrase un poquito y que los primeros en llegar sean los invitados y luego el novio con la madrina.

Otro detalle importante es el tema del convite a todo el pueblo. Si tuviera que invitar la gente a toda la ciudad, aunque sólo fueran galletas y vino, como fue en este caso, se podrían arruinar sobradamente. Una cosa son 800 invitados, a dos galletas y un vaso cada uno y otra son 8 millones de invitados, cambian mucho las cosas... Además, sería imposible congregar a tanta gente sin que viniera la policía a disolver la marabunta. Seguro que al final detendrían a los novios por convocar una manifestación no autorizada. Así son las cosas en Madrid...

Luego está el tema de los regalos, ir de uno en uno ofreciendo las cosas y explicando la utilidad...Las parejas modernas prefieren la discreta lista de bodas o el dinero en un sobrecito. Nadie sabe lo que ha aportado el otro, salvo los propios novios, claro. Todo más aséptico y sin gracia...

Por supuesto, lo que me pude reír con el tema de los regalitos de la época: Que si unas sábanas de lino, que a la semana me paso a ver si las distéis uso... Que si un abanico de seda, para calmar los calores de los novios en las noches matrimoniales... Que si una jofaina, para lavarse lo que haya menester antes de irse a la cama... Todo cosas picaronas y con tonillo jocoso.

Además del tema este de la celebración del domingo, hemos podido disfrutar de paseos por los alrededores del pueblo con unas vistas excepcionales: Serranía con vegetación frondosa, caballos, vacas y terneritos. Estuvimos un rato fotografiando a un ternerito brincando detrás de su mami.

Otra costumbre que se está perdiendo en las ciudades, y no me extraña, es la de pasear. En los pueblos es costumbre pasear por las tardes. Allí grandes, medianos, ancianos, niños, a pie, en bicicleta, a caballo o en lo que sea, todo el mundo pasea. Y por pasear no me refiero a andar cien metros para ir a comprar el pan sino diez kilómetros o así. Cada uno lo que puede y a su ritmo claro, pero pudimos comprobar que la gente se tira paseando más de una hora, así que quien más quien menos se hace unos cinco kilómetros. En Madrid te pones a pasear y te miran de forma sospechosa, además que con el tráfico, las obras y la contaminación puedes llegar a casa negra como el carbón o con algún esguince o chichón. Incluso es imposible pasear, porque la gente corre, galopa, eso sí solo cincuenta metros del metro al autobús o del autobús a su destino final, pero nadie, nadie pasea. Si le comento a alguien que, como está cerrado el gimnasio al que voy por vacaciones y dado que no tengo mucho tiempo para irme a entrenar al parque, voy andando desde Plaza de Castilla hasta Embajadores o Marqués de Vadillo en hora y media, y así además de hacer ejercicio, me evito meterme en la lata de sardinas del metro o del autobús alternativo a la RENFE que han puesto que va más prensado que las almendras en una pastilla de turrón, me miran como si fuera extraterrestre. Nadie hace diez kilómetros andando en Madrid por gusto ni a tiros. Pueden irse a machacarse al gimnasio, jugar al tenis, hacer rafting en Los Pirineos, esquiar en Valdesquí pero ni Dios se pone a andar diez kilómetros por la Castellana. Hay un lateral por el voy yo solita o casi sola, mientras por el otro, el de Torre Europa, Azca, etc va atestado de gente que entra y sale de compras o a tomar el aperitivo... Increíble pero la gente no pasea, sólo corre o anda, pero nadie pasea...

Me viene a la mente ayer al hilo de esto, el capítulo de “NIP Truck” mal traducido como “A golpe de bisturí”. Os recomiendo esta serie y la de “Queer as Folk” pero lo echan tan escandalosamente tarde que sólo una insomne por vocación como yo tiene fuerzas para ver ambas series hasta las 2:30 un día laborable. En fin. Decía que en la serie citada le pregunta un doctor a otro que cómo es posible que trabajando ambos tantas horas pueda tener ese cuerpo cultivado de gimnasio cuando él no tiene tiempo de ir al gimnasio, a lo que le responde el efebo: “Mira, todo esto es cuestión de fuerza de voluntad. Yo no salgo a comer al restaurante, ese tiempo lo utilizo para ir a correr al parque más cercano. Además, como poco y me traigo la comida o tomo un batido de proteínas en el gimnasio. Y el tiempo que luego tú empleas por las noches en tumbarte a ver la tele lo uso yo en hacer mis ejercicios de yoga”.

Um, la verdad es que el chavalín tenía bastante razón, pero yo debo añadir: ¿Y qué es la vida si uno no puede disfrutar jamás de unos buenos rigatonni fruti di mare con una botella de Lambrusco y un tiramisú o sin poder desconectar un poco del stress viendo una comedia o escuchando un poco de música? Si viviéramos sólo para el culto al cuerpo el único momento de placer sería en la ducha del gimnasio al ver las miradas envidiosas de los colegas, cosa que, miren por donde, a mi no me gusta. Suscitar envidias es muy malo, yo creo que si no es un pecado capital debería serlo. No recuerdo si la vanidad lo es, pero debería. Recuerdo en mi lista de “Seven” que los siete pecados capitales eran: La gula, la lujuria, la soberbia, la ira, la pereza, la avaricia y la envidia. Así que un envidioso es un pecador, pero de los vanidosos que dan que envidiar a propósito no dice nada. Yo propondría ampliar esta lista de siete con nuevos pecados y que a mi entender la gula, la lujuria y la pereza no son pecados en sí sino consecuencia de la buena vida y del dinero en abundancia. Un etiópe por ejemplo, no podrá jamas padecer de gula por ejemplo. Sin embargo, un habitante de un pueblo perdido de Minnessota por poner un ejemplo, es normal que se atiborre de hamburguesas. No tiene otra cosa que hacer y lechuguitas no venden en el bar del pueblo. Teniendo en cuenta que a las malditas hamburguesas les deben echar droga para que enganchen, que te comes una y te entra más hambre de la misma mierda... Pues eso, normal que el tío se vuelva obeso y obseso de la comida. Pero hoy por hoy la bulimia no es considerado un pecado sino un trastorno obsesivo-compulsivo. Lo mismo idem de idem con el tema de la lujuria. Del tema de la pereza, qué voy a contar yo que hoy he tenido que contar hasta dos mil para levantarme, claro que era festivo...

Bueno, me enrollo demasiado y me tengo que ir a la camita...Uahhhhhh


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