SINDROME POSTVACACIONAL



Ya he regresado de vacaciones y he vuelto hoy a la oficina. Toi afectada del síndrome, no del SMS, sino del postvacacional, aunque mis vacaciones han sido tan cortas que no entiendo lo del síndrome este ahora...

Esta mañana he tenido que contar no hasta diez ni hasta cien, sino hasta mil para levantarme y como una zombi, que ya había perdido la destreza en calentarme el té mientras me ducho...Ayyy, si casi se me olvida la tarjeta de fichar!!!

He pasado unos días en la playa, concretamente en Benidorm. Sí, ya sé que es la quinta vez que voy a este sitio, pero me gusta la playa y los hoteles son baratitos. Además, hay mucha variedad de Fast-Food y garitos de garrafón baratito.

He llegado tostadita, aunque ya me estoy pelando. Cumplí mi promesa de desconectar de todo y ponerme a dorar el ombliguito vuelta y vuelta. Este año he pasado de hacer excursiones extremas o viajes extenuantes. Lo más agotador que he hecho es patearme el Cabo de Huertas. Y lo más cultural, la visita al Oceanografic de Valencia a ver los delfines brincando y los tiburones separados por una delgada capa de cristal...

Este año además, nada de horarios que provocasen peleas. Nada de hotel con comidas, que eso obliga a andar con el látigo para ajustarse a los horarios. Yo, como soy de natural disciplinada como militar prusiano, acabo teniendo gresca fijo, sacando del agua a lazo al tardón de siempre y luego claro, crispación y malas caras.

Lo único con horario esta vez el desayuno, que estaba incluido y era tipo buffet, y además el culpable de mi kilito de más. Menos mal que al estar morenita se nota menos el engorde, pero mis vaqueros ya han gritado la voz de alarma, así que esta semana me fustigaré y me pondré a dieta intensa reparadora.

De todos modos, no han sido días aburridos, a pesar de pernoctar en la misma ciudad de siempre. Este año hemos prescindido de la excursión a Tabarca, habida cuenta del incidente con los erizos del año pasado. Así pues, no he tenido que hacer de enfermera para sacar una docena de púas de un pie osado ni me ha picado un tábano enorme. Como tampoco hemos hecho el cabra en parques de atracciones, tampoco me he mareado ni se me ha cortado la digestión.

De hecho, el único accidente que hemos tenido es que, al meterme con bandera roja en la playa el primer día, una ola me arrojó contra unas rocas y me hice un arañazo en el muslo. Nada que con aloe vera o after sun no se pudiera resolver.

Además, siempre descubro algo nuevo a pesar de ir al mismo sitio. Por ejemplo, este año he descubierto un restaurante italiano de nota alta, llamado Mamá Leone que tenían una pasta tan fresca y gustosa que comer unos simples spaghetti a la boloñesa se convirtió en una experiencia gastronómica muy grata. Supongo que ayudó el que no hubiera comido nada al mediodía claro.

También descubrimos un chiringo de playa donde tenían un menú de diez euros con una paella más que aceptable. También hemos descubierto que la zona inglesa de pubs tiene cócteles sorprendentes, como el Cheeky Vinto, una especie de calimocho de vino de oporto muuuuuy sorprendente. El problema que tengo ahora es encontrar sitios en Madrid donde vendan el WCK blue pero bueno, como soy buena sacando recetas, el otro día conseguí quedar bien llevando a mis anfitriones a la cena del viernes un brebaje muy logrado reemplazando el dichoso WCK blue por un chorrito de vodka y un refresco de guaraná.

Lo malo de regresar es no sólo que se me vuelven a resecar las mucosas y se me pela la piel por el clima tan seco de Madrid – Creo que mi única enfermedad es que vivo en el sitio nefasto para mis mucosas y piel, no es que tenga un combinado de alergia, bronquitis, dermatitis y stress crónico. Al lado del mar se me quitan todos los males, mano de santo.

A la vuelta de vacaciones aproveché para hacer la compra mensual y lavar el coche y echar gasolina, porque tengo descuento con la tarjeta del súper, pero descubrí por desgracia que todo el mundo tenía la misma feliz idea, así que llegué el jueves a casa a las diez de la noche. Menos mal que ya se habían ido algunos de vacaciones y pude aparcar en el barrio.

Luego el otro problema es mi familia, que debe ser que el calor les afecta y andan todos a la gresca. El otro día me pegaron un buen disgusto, porque la pelea fue morrocotuda y me llamó mi hermana para que acudiera de inmediato o la cosa acababa en comisaría....

Yo desde luego, no entiendo cómo aguantan mis hermanos a mi padre, que a su tradicional machismo talibán – me perdonen los talibanes, que seguro que son más respetuosos con los derechos de la mujer que mi padre – se le suma ahora su manifiesta demencia senil.

Yo no me lo explico: Jubilado, setenta y pocos, pensión escasa pero suficiente para pagar los gastos habituales, salud pasable que no es poco a su edad, y en vez de irse con el Imnserso a mojarse las pantorrillas a Salou como mi otra tía, la viuda de mi tío Carlos, se dedica a amargarle la vida al personal y dar la tabarra en plan chicharra. Da igual que no le hables, él se pone a simular que habla contigo y le cuenta lo malo que son los fachas, los médicos, los gringos, el administrador de la finca o los canales digitales a la pared. Increíble. No te deja ni pedirle la sal, no deja ni mantener una conversación con otra persona de la casa, es un vocerío constante.... Lo peor es que habla a gritos, gesticula en tu cara, te empuja de malos modos si no le contestas y pone la televisión tal alta que ya le han denunciado los vecinos...Sin palabras.

Lo malo es que mis hermanos tienen que soportar la chicharra vocinglera desde que entran por la puerta e incluso por la noche, porque el señor es insomne perdido. De verdad que no entiendo cómo mis hermanos no han huido en estampida todavía. Yo lo hice hace ya muchísimos años y entonces la chicharrera era más discreta y permitía el sueño nocturno a veces.

Bueno, volviendo al tema que nos compete. Esta mañana he llegado a la oficina y ya me han asaltado los tropecientos correos sin leer. Además, mañana cierran el túnel de Cercanías entre Atocha-Chamartín y ale, a joderse tocan. No, si no hay transición, la vuelta de vacaciones no puede ser relajada, no.

Ahora el plan de choque, que de las buenas intenciones propuestas lo único que he cumplido es lo desconectar y tostarme. Del resto, nada de nada: Ni he estudiado, ni he comprado los muebles que pensaba (pero he mirado algo, conste) ni he limpiado a fondo la casa, ni he hecho deporte. Ahora a entonar el mea culpa y aprovechar agosto que no tengo que viajar por trabajo para cumplir con los deberes pendientes. Ay, lo que daría por estar yo ahora cenando en una terracita de la playa con la brisa marina y el encefalograma plano...










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