INNER POISE

Inner Poise. Recuerdo haber tenido que buscar en el diccionario qué demonios significaba este concepto.

Leí el Diario de Bridget Jones hace tiempo. Me lo recomendó una compañera de piso a la que tengo cada vez más cariño ahora que ya no discutimos por temas de intendencia doméstica. Es curioso como, con el tiempo, acabas entendiendo actitudes que antes detestabas y como te acabas pareciendo a las mujeres de la edad de tu madre cuando llegas a la edad que ella tenía cuando tú le decías aquello de “Antes muerta que una maruja con críos pululando alrededor todo el día y una bata raída por todo glamour”. Ay, que cruel es la vida y que duras lecciones da...

Pues bien, estoy buscando ese Inner Poise, aunque para ello he tenido que ir a un psicoterapeuta, algo que no había hecho en mi vida. Pero bien, doy por bien empleados los 65 euracos que me sopló ayer. Los doy por bien empleados porque esta mañana, aunque tarde y agotada, me he levantado como alguien nuevo, y no es por la pastilla de Tranxilium que me recetó. Por fin he podido dormir cuatro horas de un tirón y me han hecho mucho bien.

Me he despertado cuando mi vecino ha aporreado literalmente la pared al sonar estridentemente el despertador hasta el punto que yo creo que lo ha llegado a oir hasta el portero. He visto la hora y he salido pitando al trabajo, encima que tenía una reunión de proyecto a primera hora.... Pero bien. Ayer estuve una hora y media contándole mis problemas a una terapeuta que básicamente me ha dicho que, aunque las formas y los modos no son los correctos, sí que mi razonamiento es válido, sólo que no soy una persona asertiva, sólo soy fuerte, pero no sé defender correctamente mis derechos. Sí, mis derechos. Porque hasta ahora en la vida sólo he tenido obligaciones, pero nunca derechos, o al menos no los he reclamado firmemente. Así que según T, mi terapeuta – Le he puesto esta letra por adjudicarle una – Mi situación actual es límite y yo soy culpable en buena parte por no haber sabido reclamar con firmeza de Z la atención y el compromiso al que tenía derecho. Así que el primer ejercicio que me ha puesto ha sido el de llamarlo y plantearle los hechos tal y como son. Luego él será todo lo canalla que quiera y se lo permita su ego autoindulgente – Así es como lo ha calificado la señora T, pero eso es su problema en el momento en que yo le ponga un trato razonable y él lo vuelva a incumplir. Y el plazo acaba dentro de unas horas.... A partir de entonces, si el no cumple con su primer plazo, yo estaré libre para siempre de él, porque habrá sido él el que habrá dejado claro quién era el traidor y desleal en la relación y entonces yo tendré la justificación moral que necesitaba para seguir con mi plan B.

Parece ser que me sentía bloqueada – Y de ahí mis nervios y estallidos de furia incontrolada con él – porque no le había reclamado su responsabilidad, ya que nunca había pensado seriamente que él me debiese nada moralmente, y nada más lejos de la realidad. Según T, cuando un hombre está al lado como pareja formal de una mujer que quiere y ha expresado su deseo de tener hijos, y se da el caso de que ella ha cumplido con su parte del trato: Esperar a que él tenga una estabilidad laboral, esperar a que él tenga una edad razonable para ser padre y no engañarlo ni nada por el estilo para que sea padre, él automáticamente quedándose a mi lado ha adquirido la obligación de ser el padre de mi hijo. El que luego él incumpla el trato porque puede hacerlo materialmente me da a mí el derecho a quedar libre y olvidarlo de una vez por todas. El problema estriba en que, si yo no le reclamo su obligación, él no sabrá que tiene que devolverme ya la parte del trato implícito en que se metió y por tanto, puede seguir haciéndose el tonto, ya que yo no lo reclamo.

Una vez ayer le dije todo esto a Z, le expuse el trato razonable que estuvimos valorando ayer mi terapeuta.

Como él se ha tirado tanto tiempo haciéndome perder el tiempo, el darle más tiempo no genera seguridad en que vaya a cumplir con el trato o al menos que lo esté considerando seriamente, luego tiene que empezar a dar una fianza, como el que se compra un piso.

Me explicó que esto funciona como el que se compra un piso: Yo soy la vendedora, me urge vender el piso ya que tengo que hacer frente a una deuda apremiante, esa deuda apremiante es mi deseo de ser madre y mi edad biológica excesiva.

Ante mí tengo dos compradores. Uno que es Z que me ofrece más dinero – En este caso el dinero sería la gratificación afectiva y social de ser mi pareja. El otro es C – Clínica de fertilidad, que me da menos dinero – Menos gratificación pero es más de fiar, porque está ahí y la probabilidad de que pueda ser madre si acepto C es mucho mayor que si acepto las dudosas condiciones de Z.

Por un lado Z es un comprador que me dice que le gusta mucho la idea de comprar mi casa pero no está del todo seguro y que necesita más tiempo para pensar. Como ya ha tenido tiempo antes y no se ha decidido, yo empiezo a pensar que me está diciendo eso para que no venda la casa a otro por si se decidiese al final. Pero la situación me deja a mí en desventaja, ya que yo no vendo la casa y no puedo saldar mi deuda, que cada día que pasa se hace mayor.

La solución está en que, si Z no puede pagar toda la deuda de golpe porque no tiene el dinero suficiente – Recursos, madurez, tiempo de haberlo pensado seriamente, al menos sí pague una señal, una fianza. Esta señal o fianza sería el empezar a buscar el bebé de forma pasiva, algo que se pone como solución en muchos conflictos similares de parejas en situación similar. De este modo, él no estaría involucrado 100% en ir a la búsqueda del bebé conmigo, pero al menos una serie de noches al mes con cierta periodicidad, él se arriesgaría como modo de pago emocional para que yo le permita seguir pensando el tema. Obviamente la fianza no es el valor total de la deuda, ya que para tener un hijo harían falta muchos meses de búsqueda activa, pero al menos sería una señal de Buena Voluntad. Sin esa fianza, no hay confianza, y sin confianza, la relación se va a romper. En ese caso, yo quedo libre sabiendo además que lo estoy haciendo por los motivos correctos.

Chapeau. La verdad es que alegro de haber empleado tan bien el dinero pagado. En fin..


Así que prosigo con mi búsqueda del Inner Poise... He concretado mis reflexiones de estos últimos meses para las que estéis en una situación parecida.

Inner Poise = Aplomo, saber estar, calma interior, como la Divina Greta Garbo. Tener ese “no se qué” que hace que los hombres tiemblen mientras tú controlas la situación con un solo pestañeo...

Y es que antaño era así. Los hombres sabía que se acercaban a una chica y eran evaluados y probados, como los pretendientes de la princesa Turandot. Y el que fallazaba, zas, se quedaba sin cabeza o como poco era relegado a porquerizo de por vida...

Si fuera en estos tiempos, Turandot se iba a quedar soltera de por vida, porque ningún chaval de los de ahora dejaría la Wii para irse a un palacio costroso a jugarse el pescuezo por una jovenzuela caprichosa y por ende, muy pero que muy estrecha...

Y es que ahora las mujeres somos muy fáciles. El feminismo nos ha vendido. El capitalismo nos ha utilizado como mano de obra barata. Nos han vendido la rebelión en la granja Orwelliana para caer en una tiranía más cruel del cerdo tirano.

Y digo bien cruel, porque somos aparentemente libres y realizadas, pero en verdad estamos más infelices que nuestras abuelas. Ahora tenemos que mendigar aquello que por antaño se nos daba sin querer: Familia, hijos, hogar, sexo.

Ahora tenemos que luchar por lo que entonces era el deber de los hombres, el formar una familia. Si a mi abuelo le hubiesen preguntado si quería o no tener hijos se hubiese reído en la cara de quien le hubiese formulado tan descabellada pregunta. ¿Por qué? Porque en la época de la Guerra de Cuba, era el “deber” de todo hombre respetable y bien criado el casarse y traer hijos al mundo.

Pero ahora no. Las mujeres han salido del hogar, se han metido en el sistema capitalista. Tenemos trabajo y dinero para comprar modelitos, como las nenas de “Sexo en Nueva York”. Ya no hay que pedir permiso a nadie para salir a cenar con las amigas, ni para emborracharse, ni para llenarse de humo, ni tan siquiera para irse de ligoteo ni para hartarse a sexo fácil. Ale, ya somos como ellos, igual de idiotas.

Ah, pero, ¿de verdad somos como los hombres? Pues ya me gustaría, ya.

¿Cuántas jefas conocéis que tengan taitantos años y compaginen familia y un puesto de responsabilidad? ¿Cuántas mujeres de éxito no tienen que recurrir a ansiolíticos? ¿Cuántas dicen que son felices? ¿Cuántas no acaban rendidas y agotadas al caer la noche? ¿Cuántas no acaban siendo abandonadas como la Concha V. por una mulata de veintipocos años?

La verdad es que somos patéticas, yo incluída. Si al final todo es tan difícil, si ser inteligente se paga tan caro, si las tontas con buen culo son las que se llevan los chicos más exitosos y atentos...¿Por qué , por qué nos empeñamos en poder con todo? ¿Por qué no nos aliamos y montamos un partido político? ¿Por qué no hacemos como las abejas y pasamos de los zánganos, que sólo sirven para procrear y ya?

Empiezo a tener instinto de Mantis religiosa. Nunca dejaré de admirar a ese bichito tan curioso que devora al macho a la vez que copula con él. Y el muy tonto fiel a su instinto sigue reproduciéndose y todo...

Debería haberme buscado un ejemplar macho y, tan pronto como hubiese conseguido mi objetivo, haberlo fagocitado – Metafóricamente – No que después de haberme involucrado en una relación aparentemente seria, acabaré teniendo que gastarme mis escasos ahorros en hacer de padre y madre de mi futuro retoño que conseguiré de la manera más práctica y a la vez más aséptica que se me ocurre. ¿Y para qué necesitamos entonces a los hombres?

Parece ser que los cuarentañeros de ahora se emparejan con chicas mediocres de veintipocos, para así sentirse los reyes de la creación. Y es con ellas con las que tienen hijos y no con las que les corresponderían por edad. De este modo, si eres mujer y tienes treintaytantos o cuarentaypocos te das cuenta de que no te quedan hombres para formar una familia. Ojo, para un revolcón o dos siempre tienes jovencitos para entretenerte, porque a los hombres les da mucho morbo una madurita experimentada y de buen ver, pero eso sí, para liarse en serio mejor ejercer la pederastia, que tan bien se les da a los hombres. Y si por alguna circunstancia consigues entablar una relación medio seria con algún chico joven siempre estará su madre, su padre y el resto de mujeres para encizañar e intentar humillar a la mujer algo más mayor. De ahí mi profundo respeto y admiración por Demi Moore, Susan Sarandon y Madonna. Gracias a ellas la palabra “viciosa asaltacunas” está empezando a ser tan generalizada que ya no crea alarma social...

Sin embargo, el problema de lidiar con un jovencito es que te crees en la obligación de preparale el colacao. Y me explico: En vez de exigirle lo que le exigirías a un hombre de tu misma edad, empiezas a hacer condescendencias y a llevarlo de la manita. Al final todo acaba en desastre...Y no, ser algo más joven no le da el derecho a que lo mimes. Si su mamá no lo ha malcriado lo suficiente, no lo vayas a hacer tú ahora. Y un chaval de 22 años tiene la misma capacidad mental para entender las necesidades de una mujer que un madurito del doble de esa edad. De hecho, el que se hace el sueco a los 22 es muy probable que se lo siga haciendo a los 44. Generalmente si un hombre cambia no es porque se haga más viejo. Esto me lo ha dicho T. Lo que hace cambiar a un hombre no es la edad, sino el hecho de entender que en la vida hay derechos y obligaciones, dar y recibir. Una mujer puede dar su amor generosamente, pero esto es un error. Parece paradójico y hasta alguien se echará las manos a la cabeza. Ah, pero, ¿amar no era un ejercicio desinteresado? Ah, pues no. Rotundamente no. Amar en plan kamikaze es el primer peldaño para acabar neurótica perdida, infeliz y olvidada en un rincón. Salvo que tengas vocación de Santa, mejor no amar nunca así a nadie. Y, ya puestos, si lo que buscas es la canonización, mejor te vas a una leprosería de Calcuta como la madre Teresa.

Cuando das amor, debes esperar recibir eso mismo a cambio. Si el balance no va como esperabas, se genera una deuda. Y las deudas hay que reclamarlas. Si el moroso no paga, rompes el contrato y emprendes las acciones que creas oportunas para cobrarte la deuda de algún modo.

Normalmente al principio, cuando no se ha dado mucho, los impagos se suelen perdonar sin más que no volviendo a ver al susodicho ingrato. Ejemplo: Sales una noche con un chico que dice que le gustas pero el chaval no te llama luego. Con no volverlo a llamar o esquivarle la próxima vez que te llame a su conveniencia bastaría. Piensas para tus adentros: “Vaya peazo de morro que tiene este chaval”. Y ya, lo borras de tu agenda y sigues con el siguiente de la lista.

Pero cuando las interacciones van bien y en un momento te sientes generosa y empiezas a dar y dar, cuidado. Es posible que no siempre estéis pagando a medias. Eso es normal, igual que cuando sales con amigos. Unas veces pagáis a medias, otras tú y otras tu amigo/a. Eso es normal cuando hay una relación. Pero cuando ves que tu amigo/a se hace el loco y deja de invitarte cuando le toca, ¿qué haces? Echárselo en cara es lo normal. El problema es que el otro/a te dirá: “Hombre, no seas mezquino, total si ya te voy a invitar el próximo día”. Pero llega un momento en que la deuda es alta y entonces pones un ultimátum: “O empiezas a pagar ya la próxima cena o no hay más cenas”. ¿Es esto de quisquillosos o de mezquinos? No, ¿verdad? Entonces, ¿por qué en las relaciones se enfadan los hombres de que las mujeres les echan en cara que no pagan emocionalmente? Los hombres son morosos por naturaleza, entre otras cosas porque las mujeres somos tontas y muy dadas a dar en exceso. Pero esto va en contra de la relación, porque cuando queremos romper, la deuda es excesiva y a la próxima relación vamos ya con una deuda muy grande y un resentimiento excesivo hacia los hombres...

Luego está el otro gran problema de las mujeres: Ser sordas.

Es decir: Si un hombre te dice que no quiere compromiso, o que no quiere hijos, o que no quiere casarse o que no quiere ir a ver a tus padres, no es que se esté haciendo de rogar, no. Sencillamente es que no quiere. Vale que el futuro es impredecible y es posible que dentro de un año o dos cambie de opinión. Pero, ¿cuan de arriesgado es aceptar una apuesta semejante? Si hay tiempo de sobra y energías para acometer la negociación, perfecto. Pero si no, la sordera es un suicidio.

Otro cantar es que los hombres maduran mucho más tarde que nosotras, en cuyo caso para evitar oir toda sarta de despropósitos habría que buscarse una pareja veinte años más vieja. Pero entonces entraría el problema de los segundos matrimonios, la comodidad del que ya tiene hijos y no quiere más, etc. Se puede ser un poco sorda y acometer la empresa de negociar el cambio. Pero es eso: Negociar un cambio, no obrar el milagro de los panes y los peces. Y, sobre todo, ver si el susodicho va a negociar contigo porque te quiere de verdad. No es que los hombre cambien, negocian si ven en peligro su amor, pero sólo cuando están enamorados de verdad. Si no, no hay mus.

Deberíamos empezar las mujeres a ser más asertivas. Da igual que en tu trabajo seas brillante, brillantísima y que sacaras el número 1 de tu promoción. Si no sabes manejar una relación tienes un suspenso emocional encima. Ya, pero el problema es que a mí hasta ahora no me habían dado ninguna clase. Pero prometo ser buena alumna.

Comentarios

jnovonj ha dicho que…
Hola Bridget,

No tengo por menos que felicitarte, muy acertado, mucho y eso que, genéticamente, soy hombre. Pero no puedo mas que pedirte que reflexiones acerca de, si lo que dices no es, también, aplicable a algunas mujeres.
Lo es, y no es que lo diga yo, lo es. Yo creo que no hay muchas diferencias entre los unos y los otros, quizás el apremio de tener hijos sea una de las posibles. Pero en lo referente a otros temas somos en mayor y menor medida, iguales. Yo así lo espero.
Encantado de haber leído todo el post, muy bueno, sobre todo la parte donde dices:

"El problema estriba en que, si yo no le reclamo su obligación, él no sabrá que tiene que devolverme ya la parte del trato implícito en que se metió y por tanto, puede seguir haciéndose el tonto, ya que yo no lo reclamo."

Muy buenas las cosas que leo aquí, procura que el ego no se te suba, no es buena para escribir.

Un Saludo.

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