La importancia de cuidar los tríceps (Primera parte)

Hoy he visto por segunda vez un 69 en mi báscula y me he emocionado. Parece una tontería porque no hay mucha diferencia entre 70,1 y 69,9 pero sí desde un punto de vista psicológico. No es que haya bajado 200 gramos miserables este finde, es que me he librado por fin de la lacra de los setenta kilos. Hace tan sólo seis años, cuando comencé a escribir este blog, pesaba cincuenta y ocho kilos y maldecía la báscula porque con treinta años pesaba cincuenta y dos kilitos y había engordado seis kilos en seis años, a kilo por año. Nada me hacía presagiar la debacle de grasa que se cernía sobre mí por culpa de los vaivenes hormonales. A veces pienso que los desajustes hormonales son mi justificación ante la sociedad por el inexorable hecho de que me estoy haciendo vieja y gorda. Parece que hacerse una invitro y coger unos kilos de más está justificado y es bastante loable por el fin al que una sacrifica la consistencia de muslos y barriga. Pero no es justificable engordar porque el metabolismo de las grasas empieza a volverse “chocho” al ir envejeciendo y así, a los quince años me podía comer una barra entera de pan con mortadela de marca blanca, de esas con mucha grasa, que al día siguiente mi barriguita seguía igual de plana y no me producía más que un sonoro erupto. Ahora hago eso, y me tienen que llevar a urgencias con una severa indigestión sino me da un ataque al corazón porque se tapona con tanto colesterol todo junto. Ayer tuve sesión con mi entrenador personal del gimnasio, que ya ha vuelto de vacaciones. Me puso a hacer mil ejercicios (hoy tengo agujetas hasta en las pestañas) pero lo que me dio más que pensar es su manía con que hiciera tríceps (estos ejercicios duelen un montón). Me dijo que por mucho deporte que hiciera, como descuidara los tríceps iba a parecer una señora cuarentona, y eso no me iba con el look juvenil que intentaba aparentar. Cierto es que de cara no tengo arrugas ni señales de que ya he pasado de los cuarenta. Mi barriguita ha bajado a la espera de de los chutes de gonal, puregón o lo que toque. Mis muslos ya no me producen roces al chocar uno contra otro cuando paseo bajo este sol de justicia, pero… ¿Y mis brazos? ¿Qué pasa con mis brazos? Yo pensaba que lo que me delataba la edad era la papada. Pero me doy cuenta ahora que he perdido ocho kilos que la papada se va yendo al mismo ritmo y el cuello aguanta bien, no se me hacen pellejos ni nada que me eche años de encima. Pero es cierto que tengo una grasa rara detrás del brazo que hace que parezca más una camarera del Oktoberfest que una grácil muchachita. Mis brazos, efectivamente, parece que están hechos para cargar y cargar kilos de todo tipo. Pero, ay mis tríceps… Ejercicio delator: Boca arriba, sobre un step, intentar levantar el peso del cuerpo con las palmas hacia abajo, haciendo fuerza con el tríceps. Entonces me acordé que hace siete años, cuando entrenaba mi cuerpo como si fuera a entrar en combate en la “Tormenta del Desierto”, me podía aupar a poyetes de ventana muy altos o salir de la piscina sin más que auparme del bordillo, de espaldas a la pared de la piscina. Y, ahora… Nada de eso. He perdido mis tríceps en seis años. Y eso me delata…

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