El hombre propone, Dios dispone y luego llega el Diablo y todo lo descompone

Tenía todo atadito para renovarme estos días: Dieta saludable, ejercicio físico moderado, meditación y control de mi cuerpo, un cacharro que me han regalado como pediluvio para hacerme luego la pedicura, un aceitito para quitarme las marcas de urticaria de las piernas...

Pero las cosas nunca salen como las planeamos, y a veces no salen de ninguna manera.

Lo primero son las circunstancias que boicotean constantemente la dieta. Me tiro meses en casa sin poder hacer dieta por el tema de la invitro y sólo un amigo vino a vernos en ese período. Pero basta que me ponga a dieta y todo el mundo empiece a celebrar cumpleaños y cenas de inauguración de su casa. Y claro, faltar te pone en un compromiso. Y más problema sería si vas y te llevas un tupper lleno de lechugas y te resistes a probar la "inocente tartita de chocolate, mantequilla, nata embuchada y cien mil mermeladas" o el orujo de miel con huevo batido que preparan los anfitriones.

Sin saber cómo e intentando negarte lo más que puedes con la excusa de la dieta a lo más que llegas es a embucharte dos mil calorías de una sentada en vez de las seis mil del resto de invitados.

Pero esos invitados tienen el metabolismo de una anaconda, capaz de comerse siete conejos de golpe y no engordar ni un gramo. Y yo, en cuanto me como cuatro palomitas que pesan cien gramos, al día siguiente sin saber cómo ¿El aire tragado al masticar? ¿Dos kilos de palomitas invisibles que estaban en el cuenco y las comí sin verlas? De ahí la "materia oscura", al final al día siguiente un kilo más.

Así que estaba a punto de conseguir perder mi segundo kilo cuando esta mañana la maldita báscula me ha puesto de nuevo en el punto de partida. Será temporal y en cuanto vaya dieciocho veces al baño en los próximos días seguro que al menos uno de los dos kilos recuperados lo vuelvo a perder. Pero por Dios estoy por ocultarme las próximas semanas en una cueva en la montaña antes que aceptar más cumpleaños y quedadas para cenar.

Y aunque pienses que te puedes librar quedando con los amigos para ir a ver una exposición o montar en bici, no sé cómo se acaban enredando las cosas que al final la exposición no consigues verla de la cola de gente que hay (la de Dalí parece que vayan a regalar un cuadro a cada asistente, porque madre mía qué colas), pero seguro que acabas en el bar de los bocadillos de panceta y calamares de al lado engullendo el menú infantil que sólo tiene dos mil calorías... (Mode ironic off).

En fin, que vida social y hacer dieta es incompatible.

Pero ahí no acaba la cosa: Meditación y obras en el edificio se llevan todavía más a matar.

En edificio de casa de mi marido deberían llamarlo "Esta casa es una ruina", porque me recuerda constantemente a esa película. Dos años que conozco esa casa y ni una semana pasa que no estén reparando, pintando, apuntalando, reformando, modificando cualquier cosa. Y como estamos en el sótano todos los olores y ruidos nos llegan multiplicados por veinte. Sin ir más lejos el otro día casi muero por axfisia por la pintura del garaje, al que resulta que dan todas las ventanas de la casa. Y no se les ocurre ni por asomo a los responsable de la obra avisarnos para cerrar las ventanas. Os juro que estos pintores no llegan a los cuarenta años, porque si dos horas inhalando aquello casi me abrasan los pulmones, estar seis horas al día inhalando aquello es un pasaporte seguro para el cáncer de pulmón.

Así que yo que me había comprado el CD de meditación zen y kundalini all-in-one y me disponía a traerme el cuenco tibetano de rigor, me tuve que conformar el otro día con poder ventilar la casa con todos los ventiladores disponibles por el edificio y tomarme dos mucolíticos para expulsar semejante atentado contra la salud. Menos mal que no estoy embarazada, si no me sale un niño mutante, en vez de Spiderman o Batman, lo llamaríamos CamaleónMan, ya que mutaría de color, al tener sus células saturadas de Titanlux.

Así que esta es la razón principal por la que nos apetecía quedarnos en casa, encerrados a cal y canto sin poder siquiera cocinar ni ventilar el WC, porque se nos inundaría de olor a pintura. Para no quedarnos en casa aceptamos todas las invitaciones que teníamos pendientes y acabamos cebados y con resaquilla. En fin... A ver si esta semana podemos volver al redil, yo por lo menos.

En cuanto a la alternativa de haber salido a hacer deporte, pues a menos que fuera a las cinco de la mañana, el calor era insoportable. Mira que intenté pasear con el calor y casi lo consigo, pero las jaquecas por insolación me han obligado a embucharme de analgésicos y eso muy bueno para una dieta depurativa no es. Así que por un lado caminar es bueno para drenar riñones y la circulación de las piernas, pero con el calor que hace me ponen jaquecas para las que me tengo que intoxicar de pastillas. Las gallinas que entran por las que salen, mejor me quedo en casa y por lo menos no me salen escoceduras en los muslos. Las gorditas como yo ya saben por qué es. Cuando andas en verano medio sudorosa, los muslos gordos por dentro te rozan andes como andes. Hombre, puedes probar a andar como un Cowboy así arqueando las piernas, pero aparte de difícil queda un tanto raruno.

Una dependienta me dijo que me comprar una faja pero yo me resisto. Pase que las chicas de 20 años me llamen de usted y las dependientas señora, que ya es lamentable. Pase que no pueda ponerme en vaqueros tipo culote son pena de parecer una morcilla embutida, pero por Dios, una faja !!!!

Entre las cosas que definitivamente hacen muy vieja a una chica están en el top ten las fajas. Si son de color carne, añádele diez años más a la edad que aparentas. Si encima llevas medias por la rodilla a juego, ya sólo te faltan las sandalias de farmacia con agujeritos para parecer una abuelita de ochenta años.

La verdad que el tema de la mala calidad de los óvulos por la edad, me ha desatado una fiebre por parecer ser más joven. Me tengo que renovar el DNI dentro de poco y ver mi fotito de hace diez años con veinte kilos menos y carita sin papada ni canas incipientes, me hace echarme a llorar.

No sé ciertamente si parezco más mayor por los kilos, por el descolgamiento del óvalo facial, por la ropa que tengo que llevar, que al ser de la talla 44 no es precisamente comprada en el Berskha, y por tanto, no es de jovencita sino de "señora", por el descolgamiento de los triceps y amorcillamiento de los biceps, por las domingas con canalillo, por alguna mancha delatora o simplemente, porque me estoy deprimiendo y estoy cansada de tanto tratamiento.

Confieso que miro a chicas de mi edad, más jóvenes y más viejas e intento averiguar por qué aparentan o no la edad que tienen.

Sin duda las arrugas y las canas hacen muchísimo. Afortunadamente, no tengo ni lo uno ni lo otro. Pero luego hay detalles sutiles, como el estar gorda, pero no gorda apretada como una jamoncita de veinta años, sino gorda "desinflá" como una gaita pellejuna. El ejemplo de gordo desinflao sería el Gerard Depardieu, con esa cara de pan de pueblo que se va abotargando y cayendo.

Yo creo que la gravedad no es constante, no, no y no. Y no depende tan sólo de la distancia al suelo, a los polos o según el planeta en el que estés. No. Yo creo que la gravedad se incrementa con la edad. ¿Qué pruebas tengo? 1.- Cansancio y sensación de pesadez. La gente parece que lleve un saco de cemento a las costillas en cuanto pasan de los treintaycinco años. 2.- Caída de la carne como si la atrajera más y más el imán terrestre. 3.- En los hombres, flacidez del órgano masculino por antonomaxia, que a los 20 puedes colgar hasta un yunque de un chaval en estado verraco, y a los 40 empiezan a colgar como badajos de campana y a costarles más dar el tono. En las mujeres son las gemelas las que se caen inexorablemente, y pasan de apuntar al cielo, a apuntar al suelo, con una flacidez que a los sesenta años acaba alcanzando la cintura.

Así que yo creo que, inconscientemente, ya que mis óvulos no van a rejuvenecer, hacerlo yo misma a ver si mis óvulos se animan. Igual se lo tragan y pican los muy inocentones.

Había un estudio de no sé que universidad de esas que ni su padre las conoce, que decía que la gente que se vestía de jovencitos, tendían a comportarse más como tales. Hombre, digo yo que si te vistes de Lady Gaga, no te queda más que echarle huevos y ponere a brincar para llevarlo con decencia. Si estos espasmos intentas copiarlos vestidos de "Doña Rogelia" quedan de lo más chocante.

Bueno, os dejo que tengo que ir a comprar los billetes para las vacaciones. Nos vamos en septiembre unos días a la playita, a recuperar un poco el Qi tomando el solecito y haciendo un poco el ganso veinteañero (yo por lo menos). A ver si con tanto meneo igual enganchamos el óvulo bueno. La esperanza nunca se pierde. Eso sí, espero que esta vez venga el ángel Anunciador con las trompetas para evitar que me ponga morada de tequilitas y me salga el niño AgaveMan (el Agave es un cactus del que se saca el tequila, el mezcal y otras sustancias).

 

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