¿Qué será, será?

Al final bajó la regla. No había misterio, estaba sentenciado. Fui el martes pasado a ver a mi ginecólogo habitual para preguntarle por el tema que tenía pendiente de los quistes de Naboth. Me dijo que estaba todo en orden, que es normal con tanto estrógeno de la invitro...

Antes de seguir relatando esta experiencia desagradable, quiero añadir que el problema de ir a un ginecólogo habitual, que además como el mío es también tocólogo es que en la misma sala de espera puedes encontrar de todo: Niñas de 13 años con problemas de la regla y llenas de granos de acné hasta las pestañas, chicas de 16 años que se han estrenado sin tomar precauciones y las notas ansiosas con o sin el noviete de turno, pensando en qué horror como me haya quedado embarazada, chicas de veintitantos recién embarazadas o embarazadas del segundo con el coñazo de niño malcriado correteando arriba y abajo del pasillo, chicas de veintitantos o treintaytantos en barbecho con la píldora haciéndose sus controles anuales, chicas de treinta y tantos o cuarenta y poco con problemas de fertilidad como yo, chicas de cuarenta y muchos con trastornos premenopaúsicos, mujes de cincuenta y pico con bultos en la mama y ansiedad horrible por el tema del cáncer, señoras de sesenta y pico con el suelo pélvico por los tobillos orinándose por las esquinas, señoras más mayores con problema graves de útero o de mama, en fin, una fauna.

Pero el martes pasado, salvo una chavalita que entraría más bien en el caso de habitual de la píldora (se notaba por acné profundo antiguo y ni un grano en la actualidad sospechosamente), el resto eran todas embarazadas delante de mí. Incluso para remate, una embarazada de como unos cinco meses, con dos mellizas y un niño más mayor. Una coneja, en definitiva, porque la chica no tendría más de treinta años y ya iba camino de montar su propio equipo de fútbol.

Y yo ahí, esperando para contarle mis miserias reproductivas al ginecólogo.

Este señor suele ser bastante bueno con sus diagnósticos, pero después de lo que pasó hace meses con mi útero, creo que le resulto molesta, soy la oveja negra de sus pacientes. La que tiene de todo, nada grave, pero empeñándose en quedarse embarazada tocada de todos los frentes: Útero septo, cervix operado y ahora con las glándulas de Naboth agrandadas, un ovario tocado y quién sabe si los óvulos alterados de toda la vida, miomas, nódulos en las mamas... Vamos, que no me privo de nada.

Hizo su inspección rutinaria y me largó varios volantes para las revisiones de noviembre, así no tendría que ir de una en una a consulta. Le pregunté qué debería hacer, habida cuenta de que él no tenía comisión con las clínicas de fertilidad, pero no sé si porque tenía un día malo, si porque había sufrido un accidente hace meses y estaba tocado de todos los lados, que me dijo que si me iba a OVO tampoco era garantía de éxito habida cuenta que mi útero no estaba 100% bien. Que probablemente embarazada me quedase, pero que probablemente sufriría varios abortos hasta conseguir un hijo vivo, y que dada mi edad, debería espabilar antes de que surgiese un problema nuevo debido a la edad.

Todo un poema de médico. La enfermera, sin embargo, estuvo más agradable y me dijo que no perdiese la esperanza, que ella había visto ya de todo, y que si tenía valor para pasar por varios abortos, merecería la pena que siguiera intentándolo por OVO, natural o como fuera.

En fin, y yo que cuando tenía quince años me imaginaba casada con 30 años y con 35 ya con dos retoños...

Es curioso que cuando eres niño te parecen muy mayores la gente de 25 ó 30 años, y casi ancianos los de cuarentaypico. Y ahora que tengo 44 años me parece que la vida se me ha pasado en un suspiro y ya he consumido el 55% de mi esperanza de vida, caramba !!!

A veces mi impaciencia me lleva a intentar por todos medios cambiar ese incierto futuro que tengo delante. Ocho meses o un año se me antojan una eternidad cuando me toca esperar algo que deseo intensamente, como es en este caso tener un hijo. Pero no hay más remedio que esperar, hay que ahorrar, tengo que recuperarme, y tengo que trabajar mentalmente en el tema OVO. Y eso necesita su tiempo.

Pero luego ,cuando ha pasado ese tiempo, se me hace nada. Parece que fuera ayer cuando dejé la píldora y ya han pasado 5 años nada menos. Parece que fue ayer cuando entré en mi empresa y ya hace seis años y medio. Parece que fue ayer cuando abrí por primera vez mi casa y han pasado ya diez años, tanto tiempo como me costó alcanzar un metro y medio de altura cuando era niña.

Me gustaría, como digo, saber lo que me deparará el futuro. Hace sólo dos años, por estas fechas, no conocía a mi futuro marido todavía, y pensaba que era una desgraciadita que jamás sería feliz con un hombre. La verdad que la experiencia tan amarga con S dejó su huella, pero, como digo, había perdido la fé en el amor, los hombres y, sobre todo, en el futuro. Si el día que pasé encerrada en casa llorando como una magdalena del disgusto que me llevé con S hubiera sabido lo que me depararía el destino, no me habría llevado ese sofocón. Y como digo ese sofocón con S podría ser con Z, Y, X, A...
De hecho, podría haber conocido a O con 30 años e igual el futuro hubiera sido otro...

Pero también hay que pensar que las cosas ocurren así porque no forzamos que ocurran. Pero, ciertamente, si no me hubiera dado por ir a sitios de singles y hubiera esperado que O llamara a la puerta de mi casa para decirme: "Aquí está tu futuro marido, no busques más, mujer", pues la verdad que podría esperar sentada. Igual le habría pasado a él, claro está. Me contó que tiempo antes de ir al sitio donde nos conocimos, tuvos una experiencia que le hizo pensar en que debía hacer algo más con su vida que matar marcianos los sábados por la noche.

Ahora me gustaría saber si alguna vez pariré un hijo o, si, por el contrario, ese hijo llegará de otro país lejano hasta mí a través de un proceso de adopción. Más que nada, por llorar de golpe por el hijo que no pariré jamás o por contra, por no angustiarme cuando la adopción se complique, porque sé que me quedaré embarazada en algún momento del proceso y me juntaré en casa con dos niños en vez de uno.

También, claro está, por no arruinarme económicamente. Pero el destino no entiende de economía, oportunidad o cuándo nos viene bien que nos ocurra algo. El destino es un mono loco jugando a la ruleta. Por eso yo no comparto con Einstein la fras de que "Dios no juega a los dados". Yo pienso que sí juega, pero los lleva trucados. Así que hay algún motivo oculto en lo que sucede, lo malo es que, como ocurre con mis jefes, nunca cuentan sus planes, y los empleados acabamos todos conspiranoicos.

Tengo observado que las cosas, buenas o malas suelen llegar de sopetón, sin estar nosotros preparados.

Que levante el dedo la que o el que no le haya pasado que el día que conoce a un chico/chica cañón, ese día ni siquiera se ha duchado porque cortaron el agua.

Pues a mí me pasó con Z. El día que nos enrollamos era el día que por diversos motivos en cadena, no me había dado tiempo ni a ducharme siquiera antes de salir a la quedada. Iba sin maquillar, con una camiseta de tirantes, unos vaqueros, vamos de lo más normal. Y él luego me dijo que le había parecido más guapa así que con tanto repeinado de peluquería, perfumes y potingues.

El día que O y yo empezamos a sintonizar, fue un día que estuve a punto de no ir a la fiesta porque había llegado a las mil de currar y estaba supercansada. Pero me enfadé conmigo misma, porque no quería volverme una vieja solitaria y morir rodeada de veinte gatos, así que me obligué a ir a la fiesta. Obviamente el disfraz que llevé lo improvisé en quince minutos. Llegué a la fiesta tardísimo, y eso hizo que O, que no pensaba venir pero al final vino, se empezará a poner un tanto intranquilo pensando en que yo no iría ya. Cuando entré, no sé, me fijé en algo, como que se alegraba de verme, y pensé que igual, igual, había tema. Y ahí no fue, pero vaya, vaya sí que hubo tema dos semanas después. ¿Habría sido todo igual de no ir a esa fiesta? Nunca lo sabré pero es posible que las cosas hubieran cambiado.

Volviendo al tema fertilidad, hijos, etc. a mí me gustaría saber qué va a pasar, lo asumiría mejor. Sería una ironía de la vida que después de cinco años de búsqueda, tres de tratamientos, un pastizal gastado, un millón de lágrimas, luego me quedase embarazada con 53 años de forma natural de trillizos.

Para evitar ataques de impaciencia, cómo no, estoy recurriendo a la meditación. Yo no soy como la mayoría de expertos en Zen, que se tiran horas en una postura que me produciría una contractura desde la puna del peroné hasta la coronilla. A mí me gusta meditar paseando, paseando, aunque sea las 7 de la tarde y a 39 grados, con la chicharrera, como me pasó ayer, que casi logro la iluminación, pero no por llegar al Nirvana, sino porque se me estaba empezando a chamuscar el pelo al contacto con la diadema, que estaba incandescente (igual exagero un poco, pero tengo el cuero cabelludo rosáceo y eso que cuando llegué a casa fui derechita  a lavarme el pelo con agua fresquita).

Como digo, me gusta meditar paseando. Pero no por cualquier sitio. He comprobado por ejemplo que meditar por la Gran Vía no me deja meditar, ni tampoco Sol, Callao, etc. Esos sitios tienen vibraciones muy antizen.

No, me gusta meditar por sitios agrestes no transitados por humanos, aunque estén dentro de Madrid,  a poder ser claro está que no estén al lado de un poblado chabolista o un cementario, como ocurre con mi barrio.

He encontrado mi lugar zen en el Parque de Juan Pablo II en la zona de Conde de Orgaz. Desde que buscando qué hacer sobre OVO la semana pasada, vino a mí un perrito muy mono con su pelotita, creo que hay sitios donde las vibraciones de la naturaleza están muy altas y otros que no.

Fuera de Madrid, pero no muy lejos, hay un sitio en la Ciudad Ducal de las Navas que me encanta para meditar, desde que fui por primera vez con dieciocho años. Es un sitio justo al lado del lado, tiene como un entrante para contemplar el lago y la naturaleza está en calma, con los sonidos típicos de los animalitos del ecosistema (pájaros, ranas, grillos, etc.)

Pues paseando por esos sitios, noto como recupero la energía perdida. Me da igual que haga 39º, el sol me recarga las pilas, siempre que vaya por esos sitios. Iré buscando más sitios. Creo que Benidorm, la zona del chorro es otro sitio de esos que me ponen de buen humor zen. Hay sitios muy turísticos, por contra, que me ponen de mala leche, da igual que todo el mundo vaya allí. No sé cómo explicarlo.

Otro sitio muy pintoresco que me encantó para meditar paseando por la Riviera Francera. Pero no lo sitios bulliciosos. Había un pueblecito cerca de Niza, llamado Agay, con un cabo muy agreste que me encantaba subir y atravesar antes de ir al trabajo allí. Los días que pasé hace cinco años por ahí fueron unos días muy bonitos, a pesar como digo, de que era trabajo. El sitio me encantó y vine con las pilas recargadas, más que cuando voy de vacaciones a algún sitio. ¿Por qué? No lo sé.

En fin, me enrollo, en otro post os contaré lo que estoy llegando a encontrar en mis paseos meditativos. Meditación activa de Osho creo que se llama esta práctica.



 

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