Sueños de queso blanco

Hoy ha sido mi punción ovárica y al final han sacado 9 ovocitos aparentemente buenos. No está mal, ahora a esperar que fecunden y si todo va bien, el sábado me pondrán los embriones. Esta semana mi madre está un tanto preocupada, porque hoy soy yo, pero mañana es mi hermana pequeña la que tiene que ser anestesiada para una prueba relacionada con un problema que tiene en el colon. Mi punción hoy ha sido mucho más relajada que las dos veces anteriores, me he quedado dormida gradualmente y no como otras veces, que sentía como si me pegasen un garrotazo en la nuca o como si me tirasen por un tobogán acuático. Hoy ha sido, como digo, algo dulce y lento. Además, ha sido gracioso, porque por lo visto, he hablado medio dormida pidiendo café y tostadas con queso Filadelfia. Y es que normalmente, cuando estoy en quirófano y mientras me voy relajando para dormirme, pienso en el anuncio del Nespreso y el del queso Filadelfia, y que me esperan en el cielo George Clooney poniéndome tazas de café expresso y John Malkovith y Liv Tyler me untan tostadas de queso Filadelfia con mermelada de naranja amarga. Los tres en medio de nubes blancas, todo diáfano. Y es que la verdad, si la palmo en quirófano, al menos que mi último pensamiento sea plácido y nutritivo, ¿no? Bueno, bromas aparte he pensado también que vaya diferencia ha dado mi vida en once años. El día 11 de septiembre del 2001 estaba esperando para irme a Estados Unidos, concretamente a Nueva York y luego a Seattle, porque me iban a enviar por varios meses a una colaboración con una empresa de la que no ha quedado ni el gerente, en paz descanse. Debido a problemas logísticos que cuestioné en su momento, quiso la suerte que ese día todavía estuviera en España en vez de allí. A veces no dejo de pensar las pequeñas decisiones que se toman en la vida y que pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Dice un amigo mío bastante místico que probablemente aunque hubiese ido, ese día igual me quedo dormida o me retraso porque no encuentro un taxi y seguro que llego a las 9.45 a las torres y me hubiese librado igualmente, pero no sé, no sé. En cualquier caso, ese día recuerdo que vivía en otra casa, tenía otro novio (salía con Y), trabajaba en otra empresa, pesaba 54 kilos, y mi vida era muy distinta a la que llevo ahora. Supongo que dentro de once años, cuando tenga más de cincuenta años, mi vida también será distinta a la que llevo ahora, como también era distinta mi vida con 21 de la que era con 32.Parece poco tiempo, pero marca muchos cambios. Mientras mi vida gira entorno a la fecundación invitro, España y el mundo gira entorno a otros sucesos igualmente importantes. España se está enfrentando a graves problemas económicos y de cohesión territorial y el mundo a revueltas en los países árabes. A mí la economía personal también me preocupa mucho porque llevo una temporada en la que parece que no se acaban las facturas médicas, y no digamos ya cuando me meta en serio en los preparativos de la boda. En cuanto a revueltas, pues ayer tuve mis más y mis menos con mi padre, que prefiero no relatar la disputa que tuve con él pero es para echarle a comer aparte, desde luego. Y es que mi padre no se apellida Homeini, pero es igual de fanático que él. No ve con buenos ojos mi boda porque no cumple los requisitos que él contempla para la boda de una hija: Edad menor de treinta años, novio mayor que yo y forrado de pasta a ser posible, y dejar que mangonease él a sus anchas en todos los preparativos. Al final no irá a la boda (cosa que no me sorprende nada). Tengo a mi hermano de padrino, además que igual viene con su nueva novia. Parece que quiere sentar la cabeza, más que nada porque mi madre ya va siendo muy mayor para ocuparse de su ropa y hacerle la comida, y las chicas con las que ha tonteado anteriormente no eran los que se dice buenas amitas de su casa, claro que mi hermano pretende no tocar ni un plato ni una plancha jamás. En fin, veremos a ver cómo le sale el tema porque ya no estamos en el año cincuenta.