JOROÑA QUE JOROÑA






Bueno amigos, ya estoy de regreso en Madrid. Por fin, después de varias semanas donde todo mi hogar se basaba en una habitación de hotel – Por lo menos los hoteles eran bastante decentes – Y una maletita conteniendo mudas suficientes para la semana, dos pantalones y/o una faldita o vestido según la ocasión, dos camisetas, una chaqueta de vestir y un chal de lana por si me cogía el frío a traición. Ah, y mi famoso neceser de plástico transparente donde voy atesorando miniaturas de artículos de aseo. De hecho, creo que cuando sea abuelita montaré el museo de la miniatura para baño.

Por cierto y antes de que se me olvide: Sí que existen los supermercados Día en Grecia, no sé por qué la compañera de trabajo de mi amiga Isa dijo que no había visto ninguno si yo en un trayecto en autobús de veinte kilómetros desde el hotel a Atenas centro vi por lo menos cinco!!!! Claro, debe ser porque la gente normal no va a Grecia a trabajar sino a hacer turismo y claro, es como en Madrid, que en la puerta del Sol no hay supermercados para clase media-baja, sino super fashion Megastores para pijos. Lo mismo en Atenas, donde imperan los almacenes Ática y las tiendas fashion, pero sólo en el cogollito cercano a la plaza de Sintagma – Sí el nombre tiene coña, porque lo primero que pensé es en mis aburridas clases del instituto sobre el Sintagma Nominal, el Verbal, el de Atributo....Sin embargo, Sintagma significa algo así como Reunión, Conjunción...

Bueno, pues ya me quedo más aliviada porque he visto los mismo yogures del Día de mi barrio en Atenas. Así que al menos, los yogures estarán hechos en la carretera de Corinto en vez de en el idílico pueblecito de la abuela que exclama: “Joroña que Joroña”, pero son griegos al menos. Por cierto que Joroña que Joroña viene a significar: “Y por muchos y muchos años”. En fin...

Lo primero que me ha ocurrido en Atenas es que la gente habla griego. Sí, claro, una obviedad como que los franceses hablan francés y los alemanes alemán. Claro. Pero dado que yo he estudiado algo de alemán y francés y parece ser por los resultados de este año en la escuela de idiomas que mi nivel es aceptable, no me cuesta trabajo leer y más o menos entender las indicaciones del metro de París ni los letreros de Luxemburgo, pero Dios, entender a dónde va un autobús que no sólo te pone un cartel en griego, sino con su alfabeto griego, es una tortura, creedme. Además, los griegos, bueno...Hablan inglés...Cuando les interesa y del modo que les interesa. Es decir: El autobusero poco o nada. Bastante que entiendas que tienes que soltar tres y pico euros. Si resulta que los tienes que comprar en el kiosco de abajo, te señala con el dedo y te dice: “Tickets” y ni siquiera te añade “there” para completar la frase a lo Tarzán, sencillamente te señala con el dedo a un sitio indeterminado, que tú te lo saltas porque piensas que es un kiosco de vender postales por los colorines y la mala indicación que tiene, pero que resulta que ahí es donde venden los dichosos tickets. Y así todo. Lo peor los taxistas, que te están entendiendo perfectamente pero te llevan a donde les sale de los mismísimos. Y luego tú a enfadarte. O la policía del aeropuerto, que me tiró una botella vacía sin contemplaciones, me hurgó en el ordenador y casi me hace lo mismo con la vagina si le hubiera dejado, tan sólo porque me negué a comprar la botellita en la tienda del aeropuerto y le dije que en Francia, Alemania, etc entendían correctamente que la legislación sólo habla de líquidos, no de recipientes....En fin. Recordadme que si vuelvo a Grecia me traiga una estaca para aporrear a la maleducada policía.

Bueno, regreso por fin a Madrid y directamente al estrés. Ya han empezado todas las clases y ahora es otoño, hace doce grados y yo que el viernes estaba a más de treinta y cinco sudando la gota gorda dentro de un autobús sin aire acondicionado... Me empieza a preocupar el estado de mi garganta, um....

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