EL RINCON DE LAS COSAS OLVIDADAS


Z me llamó para comentarme que había perdido su Pendrive.

Yo, que veo su llamada perdida a horas que sabe bien que ando liada en el trabajo, me pregunté si no me llamaba porque había visto en Internet mi post donde comentaba lo mal que me iba en el amor supuestamente “por su culpa”.

Bueno, sin desvariar vuelvo al tema. Z ha perdido su pendrive con información dentro. El pobre...Jolín, lo debe estar pasando mal, si lo sabré yo que el otro día en un viaje perdí mi pulsera-tatuaje que tenía desde el Pleistoceno Inferior y me ha sabido muy mal... La pulsera en sí vale un euro a lo sumo. Lo malo es que pasaron de moda en el Pleistoceno Superior y, aunque he recorrido mil tiendas, es imposible de encontrar.

Pues lo mismo le ocurre a Z con su pendrive. Que sus cosillas iban dentro. Sus fotitos, sus archivitos, me recordó que yo salía en una comiendo una croquetita gigante en una cena que tuve hace mucho tiempo...Ay, en momentos como este me alegro de ser tan pudorosa y no haber accedido a que me hiciese fotos en paños menores con el móvil, no vaya a ser que acaben colgadas en Youtube. No sé si podría soportar ver mis lorzas salvajes sin ningún tipo de filtro ni de retoque en sitio semejante para jolgorio y disfrute de adolescentes neardentales...

Me puse a buscar la memoria USB de marras por mi casa, aunque desde luego, aquello no tenía sentido ya que el mozo no ha estado en mi casa para enchufarse a Internet desde luego. Creo que la última vez que le vi sacarla – La pendrive, me refiero – Fue hace un mes o así cuando se grabó algo de Internet desde mi PC mientras yo preparaba una tortilla de patatas. Pero no tengo ni siquiera la imagen clara...Claro que como la última vez que salió de mi casa fue atropelladamente, igual se le cayó la pendrive de algún bolsillo, luego no es descabellado que la pendrive pudiese estar refugiada en algún sitio...Menos mal que hace dos semanas que no barro... Pero no, la verdad es que hubiese reparado en ella, con lo buena vista que tengo y mejor tacto...

El problema es que él tampoco tiene claro cuándo fue la última vez que la vio. Al parecer estaba tan despistado la semana pasada - pensando seguramente en lo malvada que era yo con él – que perdió la memoria (la USB).

La verdad es que me siento un poquitín culpable, porque si no nos hubiésemos peleado, él estaría feliz y concentrado en dónde deja sus cosas... Así que he decidido que, si no la encuentra, le compraré una nueva con collarcito y se la regalaré por San Valentín en vez del libro “Cómo decidirte en la cola del cine antes de que todas las películas hayan finalizado ya”, que hubiera sido más apropiado. Además, puedo llenarle la pendrive de las fotitos que afortunadamente no borré de mi PC... O igual no, le compraré algún libro para que medite sobre nuestra relación, que le servirá de más ayuda...

No obstante, respecto a las cosas que se pierden, me acuerdo ahora de que se podría invocar a la Ostra Morada de la Perdición, esa que se encarga de robarnos los calcetines de la lavadora, los botones de los abrigos y chaquetas, las naranjas del frutero y los teléfonos de las agendas. Por si alguno no sabe de qué va el tema, que se vaya a la wikipedia y consulte sobre el Unicornio Rosa Invisible, todo un acontecimiento filosófico.

Pensaréis que estoy perdiendo la chaveta por momentos. Debe ser la tormenta hormonal con aderezo de yodo que estoy sufriendo. El caso es que el otro día me tiré hablando con Z media hora de los lugares y recovecos donde podría esconderse la tímida Pendrive. Igual le ha abandonado y se ha ido a buscar aventuras, todo es posible. Igual se fugó con mi pulserita porque han considerado que Z y yo somos insoportables, sería cosa de pensarlo bien...

Habría que abrir un nuevo lugar para las cosas perdidas, igual que se abrió en su momento para las que “Nunca tuviste”. Pensando, pensando, ¿qué cosas perdí yo en la vida?

Se me vienen a la cabeza muchas cosas:

5000 pesetas de las de antes y hace unos dieciocho años, me llevé un disgusto horroroso porque estuve a pan y agua una semana...

Unos pendientes rojos preciosos que me costaron un ojo de la cara (bueno, perdí uno de ellos pero el queda ha caído en el abandono...). Desde entonces sólo me compro pendientes con cierre a prueba de saltos y enganchones en las noches de sábado...

Unos cuantos libros que he prestado y que jamás he vuelto a ver. Eso para que vuelva a recomendar leer nada a nadie.

Una camisa vaquera que le presté a mi hermano. Idem de ídem.

El cenicero del coche. Lo dejé mal apoyado contra la portezuela y ... Voilá. Mejor, así tengo una excusa para que nadie fume dentro, je,je.

2567 coleteros (cantidad aproximada). Tropecientos cepillos de dientes, cuatro barras de labios, un cinturón, tres paraguas, siete guantes, dos bufandas, el carnet de la biblioteca, una tarjeta de puntos de una tienda, unas braguitas de seda en un hotel (no voy a daros ni miajita de detalles sobre este asunto, palabra)...

Un anillo..Ay qué dolor...Mi anillito tan bonito de plata y con la piedra azul que me regaló A....Bueno, me callo, porque el disgusto que me dio me duró semanas... Me acordé de la poesía de Lorca “El lagarto está llorando....” mil veces

Varios trabajos. Ay, cachís, que idiota que fui....

La pista de algunos ligues que estaban como quesos. Eso por idiota que fui también...

Un par de amigas que desaparecieron sin más. Sabemos que están vivas y siguen viviendo donde viven pero no comprendo ni yo ni nadie qué demonio les pasó para no contestar al móvil, al fijo, al mail....

La confianza en los hombres o quizás en mi habilidad para salir con hombres estables emocional y financieramente hablando...

La idea clara de que soy una persona racional, habida cuenta de las cosas extrañas que hago sentimentalmente hablando...


De otras pérdidas más graves no hablo (familiares y amigos fallecidos).

Cosas que recuperé milagrosamente.....

- Las llaves de casa, después de que un atracador me quitase una vez la cartera y arrojase las llaves a un descampado creyéndolas inservibles por no coincidir con la dirección que ponía en el DNI. Al final gracias a que soy cliente de un supermercado y llevaba la chapita del número de socio en el llavero, alguien las llevó al Carrefour y me llamaron para recogerlas. Pero la poli se negó a llevar las llaves al CSI para analizar el ADN del ladrón...Ingratos. Si hubiera tenido los perros del Scotland Yard ya habría trincado al malvado...

- Tres paraguas, siete bolígrafos, ocho pulseritas, un par de anillos, un neceser, una falda olvidada en casa de una amiga, un abrigo en casa de un amigo (si hubiera sido al revés ya habríais pensado mal, bellacos...), mil pesetas que estaban escondidas al final entre dos recibitos, mi certificado de notas de la universidad, las llaves del coche...


- El dinero de unas fotos que pretendía hacerme en un fotomatón y la máquina se averió. Jamás pensé que me harían caso cuando envié la carta de reclamación.
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- La pendrive, que estaba dentro de una caja de cereales (no me digáis quién las puso ahí...)
- La clave para recuperar un archivo donde guardaba información importante. Viva el criptoanálisis!!.
- Una pulsera que se me cayó dentro del fregadero (abriendo el bote por abajo la recuperé).
- A mi madre, después de perderme en un mercado de chiquitita y andar deambulando por ahí un par de horas.
- La salud. Y no es coña. Hace mucho tiempo...(Esto da para un drama, pero me abstengo).
- El contacto con un ex novio muy querido en su día (A), después de varios años sin hablarnos, lo volví a encontrar gracias a una reunión de trabajo. Ahora además vendrá a verme al mes que viene creo, y no es fácil porque vive a cuatro mil kilómetros de distancia física y a quince años y dos hijos de distancia emocional creo...

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