LLAMADITAS INOPORTUNAS

Hay gente que deja a sus hijos con su abuela, otros con una canguro o en la guardería y yo tengo a mi niño y único embrión en una caja Petri luchando por sobrevivir a mañana y que me lo puedan transferir.
Decir que este fin de semana está siendo de infarto es poco decir. Sólo que mi suegra llamó esta mañana a las 7 (ya le vale) y salté de la cama porque pensaba que era la clínica para decirnos que nuestro embrión se había parado.
Hay gente inoportuna y lo peor es que están cerca aunque sea como en este caso la familia política. No voy a explicar los motivos que tenía mi suegra para despertarnos tan cruelmente pero lo cierto es que ha propiciado una buena bronca entre S y yo.
Estoy acostumbrada a tener una familia más que espartana y si me llaman un domingo tan temprano a buen seguro es que alguien ha muerto o está gravísimo en el hospital. Claro que no todo el mundo es tan independiente de la familia como yo.
En cualquier caso, se me ha pasado una línea roja esta mañana delante de los ojos porque las cosas se están pasando de castaño a oscuro. Ya sé que la familia de S tiene problemas pero os juro que no son tan graves como para levantar a alguien de la cama un domingo de primera mañanita tan temprano.
Así que, como el paciente del capítulo del otro día de House, está mañana estaba pensando en : a) No existe Dios
b) Dios no quiere que sea madre y me da estos disgustos horrorosos para disuadirme de la idea
c) Dios no quiere que tenga hijos con S y está propiciando peleas con él y falta de fecundación de embrión.
d) Dios quiere divertirse un poquito más conmigo para que acabe siendo una madre desquiciada
e) Dios quiere que ingrese en un Convento de Clausura donde no hay móviles, ni suegras ni llamaditas a todas horas y así si me levanto a las 5 de la mañana un domingo será porque me toca la oración de maitines o porque soy la hermana panadera de la congregación.
Al final a las 12 de la mañana me llamó la chica del laboratorio para contarme que mi embrioncito sigue vivo y se está dividiendo bien. Esto no es cantar victoria pero al menos pienso que tanto disgusto al menos no ha afectado a mi niño que está durmiendo plácidamente en un laboratorio donde no le despierta más que el embriólogo para acercarle el microscopio.
Hecho este inciso quiero aprovechar la ocasión no para cuestionar o no la existencia de Dios, que ahora mismo no me siento con ganas de filosofar sino para llamar la atención sobre un fenómeno que se está poniendo muy de moda y nadie pone coto como al spam por mail y es el Tocapelotismo comunicativo.
Hace cincuenta años no había móviles ni internet y no todo el mundo tenía teléfono fijo, mi familia al menos no.
Cuando llamaban a mi vecina, que sí tenía teléfono, era por una de estas tres cosas:
a) Algún familiar grave
b) Te buscan para el trabajo de tu vida
c) Han detenido a alguien o ha desaparecido alguien por más de tres días.

De este modo, si mi padre se liaba tomando copas en la cena de Navidad del trabajo, a mi madre no le quedaba más que mirar compulsivamente por la ventana a ver si veía aparecer algún autobús o un taxi. Se pasaba mal, pero al final mi padre aparecía más o menos en condiciones de salud aceptables…
Cuando salía yo de noche, como tenía hora puesta, lo más tarde que llegaba sobre la hora eran 30 minutos y casi siempre porque el autobús se había estropeado, me habían liado y de repente salía pitando a coger el bus pero lo perdía a pesar de hacer la maratón con tacones o bien porque había un accidente en la carretera.
Pero, como no había móviles y no se me ocurría llamar a la vecina por semejante chorrada, a mis padres no les quedaba más que esperarme remangándose la mano para la bofetada que me esperaba…
Pero, lo mejor es que nadie tocaba las narices.
Ahora todo el mundo está histérico intentando controlar a todo el mundo y paradójicamente, cada vez hay más preocupación.
No hay cosa que más me jorobe que estar en una cenita relajada y tranquila con los amigos y de pronto la madre de alguno que lo llama para preguntarle si se ha acordado de descongelar las lentejas para la comida o si quiere mañana para comer pollo o pavo…. Me cago en Motorola, Ericson y en el desgraciado del Consorcio de Transportes que se le ocurrió la gracia de poner cobertura en el metro que ha eliminado el último reducto de paz que quedaba sin móviles…
Ahora estás en el metro y es pero aún porque todo el mundo hablando a grito pelado a menos de medio metro de tu oreja…
El mundo está estresado por la violencia auditiva. Lo dicho, que cada vez considero con mayo vehemencia ingresar en un Convento de Clausura sin móviles ni teléfono ni nada. Así fue capaz Santa Teresa de escribir varios libros sobre el éxtasis contemplativo. No me la imagino escribiendo sobre la mística con San Juan de la Cruz llamándola todo el día al móvil para preguntarle si ya había hablado con Fray Bartolomé del nuevo monastario en Peñaranda…
En aquellas épocas la gente escribía cartas y yo, fiel seguidora del estilo epistolar, prefiero escribir a mis amigos o postear en este blog. Así no interrumpo en la intimidad de nadie. Me lee quien quiere y cuando quiere.
No hay nada más molesto que una llamada de proganda de Movistar cuando estás medio desnuda haciéndole una felación a tu novio.
También es cierto que hay gente que deja el móvil siempre encendido por si acaso… Por si acaso mi madre se pone peor, por si acaso mi hermana se pierde de camino al médico, por si acaso me llaman para el trabajo del siglo y mira tú si me lo pierdo por tener el móvil apagado…
Creo que a S le voy a disciplinar para que apague el móvil cuando esté conmigo y yo creo que voy a descolgar el fijo cada vez que quiera dormir varias horas de un tirón.

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