EL ZEN Y LOS CAMBIOS EN MI VIDA


LA CINTA DE MOEBIUS

La cinta de Moebius es una superficie con un solo lado. Fue mi primer contacto con este tipo de curiosidades topológicas a la temprana edad de cuatro años. La segunda fue la botella de Klein, una botella que todo lo que entra sale o todo lo que está dentro está fuera igualmente, como algunos políticos modernos, pero ya me pilló algo mayor y más escéptica.

Fue un día que había aprendido a recortar vestiditos de muñequitas, ya que cuando yo era pequeña hacían furor este tipo de pasatiempos baratos para niñas. Era como la pasarela Cibeles pero más barato y con modelos de ojos grandes como los dibujos japoneses y cabezas megacefálicas en proporción con el resto del cuerpo. Aquellas muñequitas tenían nombres ñoños como Lilly, Jennifer, Nancy, Leslie, etc.

Estaba yo absorta recortando los vestiditos cuando me vio mi padre (que temía que recortase también el mantel, la funda del sofá o algo más caro..) y me dijo: ¿Quieres recortar algo asombroso?
Y fue cuando recortó una simple tira larga y rectangular, la pegó con el famoso Imedio en los bordes pero la pegó torcida. “Está torcida papá” – Le dije con suficiencia de niña que pilla a adulto en falta…

- “No, es así cómo se debe pegar, ahora verás”. Y luego me dijo: Recórtala por la mitad, a lo largo.

Me puse a recortarla, sin entender qué juego tonto era ese. Y cuando terminé de recortarla, me encontré con que tenía una única cinta el doble de larga!!!!

Bueno, todavía me acuerdo de que estuve recortando y pegando toda la tarde, e intentando descubrir el misterio de aquella cinta…La solución matemática me llegó catorce años después en la asignatura de Geometría de primero de carrera, e hizo que me convirtiera en una buena geómetra y algebrista…

Bueno, ahora me dedico a auditar sistemas informáticos, pero de algún modo tengo que pagar la hipoteca y comprar comida…

Para los que todavía estéis pensando que se me está secando el cerebro porque llevo varios días de trabajo intenso y pocas horas de sueño, os diré que este año me había propuesto recuperar el entusiasmo por la vida que tenía aquella vez con cuatro años. Entonces podía dedicarme a experimentar y asombrarme por las cosas, y desde luego no pensaba en el puñetero dinero ni en las hipotecas…

Pues bien, decidí hace una semana, que tal y como decía Albert Einstein, uno de mis filósofos preferidos (sí, ya sé que le dieron el premio nobel por el Efecto fotoeléctrico, no por lo de la Relatividad, aunque todo el mundo cree que fue por esto porque sólo saben que tiene que ver con la fórmula e=m.c2, pero tendrían que ver más cosas para darse cuenta de que Einstein era más filósofo que físico, y desde luego, como matemático un poco chapucerillo..). Bueno, no divago que parece que hoy me he levantado en plan repelente niño Vicente…

Albert decía: “No se pueden resolver problemas con los mismos pensamientos que los crearon”. Voilá. Es decir: “Nos obcecamos en seguir la misma línea de pensamiento y actuación y, cuando esta línea de pensamiento y actuación nos lleva a un problema, la mayoría nos seguimos metiendo de cabezazos contra la pared porque no vemos más allá que la línea que hemos seguido…

Estudiar la carrera de matemáticas no me sirvió para resolver perfectamente problemas de ecuaciones en derivadas parciales, ni tampoco para programar estupendamente en un lenguaje de programación del que dentro de poco sólo hablarán los egiptólogos. Me aportó algo fundamental: Aprende a pensar de manera original y diferente.

Un buen matemático no es el que hace “las cuentas más rápido y más largas”, eso es lo que piensa que soy capaz de hacer mi tío Jose, que se crío en una aldea con cuatro vacas. Y en mayor o menor medidas, el resto de la gente que conozco.

Un buen matemático es que el que piensa mejor y, por tanto, construye soluciones, no calcula. Los cálculos se los deja al PC o al “contable de turno”. Einstein es de todos sabido que era disléxico de pequeño, es decir: Tenía un problema que le impedía “Contar bien y rápido”. Pero él no necesitaba contar, sólo necesitaba pensar y construir respuestas, y en eso era muy bueno…El mejor de su tiempo. Otro científico a quien admiro mucho es Bertrand Russel, un matemático experto en la metafísica. De él es famosa la paradoja de su mismo nombre, que echa por tierra la teoría de conjuntos y que tan bien empleó Groucho Marx : “Yo nunca pertenecería a un Club que me admitiera como miembro”.

Y es que el problema, como decía Wittgenstein, es el maldito lenguaje. A diferencia de Shakespeare, que decía “Una rosa olería igual de bien aunque no se llamase rosa”, yo digo que una rosa no olería a rosa si no se llamase rosa. El nombre y el empleo del lenguaje que hacemos condicionan a pensar de una determinada manera y representan coacciones del subconsciente. Por ejemplo, supongamos que llega mi tía María y me dice: “¿Prefieres tener niño y niña o te da igual si tienes dos niños o dos niñas?”

Esta pregunta es muy maliciosa porque, mentalmente, una se está imaginando embarazada y pariendo hijos, y da por sentado de que voy a tener dos hijos, que pueden ser del mismo o diferente sexo. Y presupone que a mí me preocupa este hecho, y supone que a mí me preocupa el tener exactamente dos hijos, etc….Mucha carga de conceptos en una sencilla e inocente frase…Sobre todo teniendo en cuenta que estoy soltera y todavía no he dicho a nadie de mi familia lejana (donde encajaría mi tía María) si quiero tener hijos o no, tener uno, tener dos , un regimiento, no tenerlos o darlos en adopción,etc.

Este sencillo ejemplo me lleva en los personal a las siguientes preguntas:

¿Mi vida funciona por inercia o coacción externa o por dónde yo quiero que vaya? ¿Quiero tener pareja estable e hijos porque me apetece o porque estoy jugando al rol que la sociedad me pone por ser persona adulta? ¿Soy persona adulta ya o estoy todavía en la edad del pavo? Etc…

La idea es que uno mismo rompa tabúes y sea capaz de preguntarse cosas a sí mismo como si fuera uno un desconocido que le acaban de presentar. Si fuera mi psicólogo, le tendría que pagar unos 35 euros la hora, como soy yo misma, pues no, pero igual me animo y hago una hucha para comprobar lo fructíferas que están siendo las “sesiones de autoterapia”, que los orientales llaman zen.

Un asiduo al zen era Jesucristo y también Platón (yo a veces pienso que cuando Jesús anduvo por ahí en Egipto, aparte de aprender trucos de magia con los que deslumbrar a las visitas, tuvo contacto con discípulos de Platón,etc).

Ambos (Platón y Jesús) son amigos de “Los Diálogos” que no son más que los famosos “Koans” o lo que en Occidente llamaríamos “Casos de Uso”. Son preguntas planteadas para que el discípulo se ponga a meditar. Y digo meditar y no pensar, porque la meditación, a diferencia del pensamiento, no utiliza únicamente el lado del cerebro que nos han enseñado a usar para este menester, sino que se vuelve creativo y realiza un “brainstorming” de posibles soluciones, y luego va seleccionando y descartando posibles.

La meditación, al usar la relajación para facilitar el “brainstorming” de ideas, posibilita el ejercicio de la creatividad, indispensable para encontrar soluciones nuevas, frescas y, sobre todo, brillantes…

Bueno, no os voy a agobiar hoy con una clase de “Iluminación Zen” pero sólo deciros que a mí me acaba de ocurrir el dicho budista que dice: “Cuando el discípulo esté listo, el maestro aparecerá”. En mi sentido personal, quiere decir que, cuando uno está listo para afrontar cambios en su vida, las oportunidades se presentan de forma oportuna. Parece magia pero no es así: Las oportunidades están siempre, pero como estamos encerrados en la cárcel del pensamiento rutinario, no somos capaces de detectarlas.

Bueno, mucha tralla para un solo día, ¿Verdad?

Mañana me voy a ver a Escher, que dibujo la cinta de Moebius en uno de sus cuadros con hormiguitas, que somos nosotros…

Que tengáis buen finde. Por cierto, acabo de descubrir meditando que tengo alergia al moho, así que el dicho mío de que yo era como los Greemlings, que en cuanto me mojaba me transformaba, es bien cierto!!! Por eso huyo de la lluvia y las piscinas cubiertas ¡!!!

Comentarios

Alba y Alvaro ha dicho que…
Cambios. Que miedo que dan a veces. Provocan inseguridad. Y la inseguridad es cosa mala, oiga. En cuanto a lo de pensar... eso seria la ostia, ya, ¿que no?

Besos desde el agua

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