Feliz Año Nuevo
LAS UVAS DE LATA
Tras tirarme unos días descansando intelectualmente en Málaga, ya que físicamente casi me asfixio haciéndome la subida Alcazaba-Gibralfaro en 20 minutos y con la pierna todavía algo convaleciente, regresé a Madrid a tomarme las uvas con los amigos.
Me hubiera gustado tomarlas allí en Málaga pero no podía asumir el coste de una noche de hotel en fin de año (se suben a la parra), y además, me apetecía cenar y tomarme las uvas con mis amigos de aquí. Así que, finalmente, organicé una cenita a la que vinieron cuatro personas y luego nos fuimos a una discoteca bastante pija y asombrosamente no muy cara, a sacudirnos unos cuantos lingotazos y marcarnos unos dancings.
El plan previsto era cenar en mi casa con las aportaciones de comestibles y bebidas de cada uno de los comensales, y elaborar una cena fría y sencilla a la par que resultona. El resultado fue que, al no organizarnos en plan militar, sobraron más de medio kilo de langostinos y casi doscientos gramos de salmón. Menos mal que servidora tiene recursos para todo y ya los he congelado para alguna próxima cenita.
La sorpresa de la cena vino también en que mi novio decidió apuntarse y, por primera vez, romper la tradición familiar de cenar y tomar las uvas en familia. No sé si le influyó el que nos fuéramos a juntar con un amigo que el día antes había bromeado delante de él con montarse una orgía con una amiga y conmigo, aprovechando que no estaría tutelada…En fin, si por la broma o porque le avisé que su recién estrenado “Carnet de novio por puntos” el abandono en la cena de Nochevieja le restaba cinco puntos, que al final se animó y se vino…Y menos mal que vino que si no sobra más comida todavía…
Así con todo, la cena resultó bastante interesante y animada, y luego salimos escopetados para tomarnos las uvas en la discoteca, ya que abrían antes para que la gente pudiese tomárselas allí. Parece ser que la gente pija cena en restaurantes caritos y luego se toma las uvas en el garito de fiesta, y ya así toma también posiciones en las escasas mesas que dejan para la ocasión.
La Ley de Murphy unida a las anomalías de los horarios de los autobuses de mi barrio, hizo que por azar tuvierámos que tomar las uvas de lata que llevábamos en la Estación de Príncipe Pío, ayudándonos de una pequeña radio que llevábamos por si acaso…(Debe haber alguna especie de nueva ley de Murphy que dice que si vas preparada para algo, acabarás haciendo uso de la medida de emergencia, y esa es la explicación por la que todos los tontos tienen suerte, porque no van preparados para los problemas, y por eso nunca los tienen…).
La situación era de lo más bohemio a lo Henry Miller, allí todos reunidos entorno a una radio que se oía fatal intentando oir las campanadas. Al final conseguimos apañarnos bastante bien, aunque una de mis amigas perdió una uva al escurrir la lata previamente, y yo creo que me corté un poco el dedo con el borde de la latita, al meter el dedo tan rápido… Y es que las uvas de lata son traicioneras, además, te crees que no llevan pipos y zas, de repente te encuentras con uno pequeño en el hueco de un empaste gastado y venga a darle a la lengua para arriba y para abajo, intentando deshacerte de él. Para estos casos, suelo llevar un chicle de emergencia, aunque hay que tener cuidado, no te pase como a un novio mío que se le llevó el pipo y el empaste, y acabamos en urgencias…
Después, y tras tirar un par de bengalas y cuatro petardos mi novio, que yo desde luego en estos momentos suyos tan frikies le negaría tres o veinte veces, como San Pedro a Jesucristo, nos dirigimos al sitio, y ya nos comportamos como adultos normales, o sea, nos emborrachamos y bailamos sanamente hasta las tantas… Y creo que a mi amiga se le pasó el enfado por la maldita uva de menos, que parece ser, según me dijo, que lo suyo no son las uvas de lata, ya que tiene alguna mala experiencia al respecto… En fin, espero que este año empezado de manera tan irregular pero a la vez tan divertida, nos depare mucha fortuna…Feliz años a todos, amigos!!!
Tras tirarme unos días descansando intelectualmente en Málaga, ya que físicamente casi me asfixio haciéndome la subida Alcazaba-Gibralfaro en 20 minutos y con la pierna todavía algo convaleciente, regresé a Madrid a tomarme las uvas con los amigos.
Me hubiera gustado tomarlas allí en Málaga pero no podía asumir el coste de una noche de hotel en fin de año (se suben a la parra), y además, me apetecía cenar y tomarme las uvas con mis amigos de aquí. Así que, finalmente, organicé una cenita a la que vinieron cuatro personas y luego nos fuimos a una discoteca bastante pija y asombrosamente no muy cara, a sacudirnos unos cuantos lingotazos y marcarnos unos dancings.
El plan previsto era cenar en mi casa con las aportaciones de comestibles y bebidas de cada uno de los comensales, y elaborar una cena fría y sencilla a la par que resultona. El resultado fue que, al no organizarnos en plan militar, sobraron más de medio kilo de langostinos y casi doscientos gramos de salmón. Menos mal que servidora tiene recursos para todo y ya los he congelado para alguna próxima cenita.
La sorpresa de la cena vino también en que mi novio decidió apuntarse y, por primera vez, romper la tradición familiar de cenar y tomar las uvas en familia. No sé si le influyó el que nos fuéramos a juntar con un amigo que el día antes había bromeado delante de él con montarse una orgía con una amiga y conmigo, aprovechando que no estaría tutelada…En fin, si por la broma o porque le avisé que su recién estrenado “Carnet de novio por puntos” el abandono en la cena de Nochevieja le restaba cinco puntos, que al final se animó y se vino…Y menos mal que vino que si no sobra más comida todavía…
Así con todo, la cena resultó bastante interesante y animada, y luego salimos escopetados para tomarnos las uvas en la discoteca, ya que abrían antes para que la gente pudiese tomárselas allí. Parece ser que la gente pija cena en restaurantes caritos y luego se toma las uvas en el garito de fiesta, y ya así toma también posiciones en las escasas mesas que dejan para la ocasión.
La Ley de Murphy unida a las anomalías de los horarios de los autobuses de mi barrio, hizo que por azar tuvierámos que tomar las uvas de lata que llevábamos en la Estación de Príncipe Pío, ayudándonos de una pequeña radio que llevábamos por si acaso…(Debe haber alguna especie de nueva ley de Murphy que dice que si vas preparada para algo, acabarás haciendo uso de la medida de emergencia, y esa es la explicación por la que todos los tontos tienen suerte, porque no van preparados para los problemas, y por eso nunca los tienen…).
La situación era de lo más bohemio a lo Henry Miller, allí todos reunidos entorno a una radio que se oía fatal intentando oir las campanadas. Al final conseguimos apañarnos bastante bien, aunque una de mis amigas perdió una uva al escurrir la lata previamente, y yo creo que me corté un poco el dedo con el borde de la latita, al meter el dedo tan rápido… Y es que las uvas de lata son traicioneras, además, te crees que no llevan pipos y zas, de repente te encuentras con uno pequeño en el hueco de un empaste gastado y venga a darle a la lengua para arriba y para abajo, intentando deshacerte de él. Para estos casos, suelo llevar un chicle de emergencia, aunque hay que tener cuidado, no te pase como a un novio mío que se le llevó el pipo y el empaste, y acabamos en urgencias…
Después, y tras tirar un par de bengalas y cuatro petardos mi novio, que yo desde luego en estos momentos suyos tan frikies le negaría tres o veinte veces, como San Pedro a Jesucristo, nos dirigimos al sitio, y ya nos comportamos como adultos normales, o sea, nos emborrachamos y bailamos sanamente hasta las tantas… Y creo que a mi amiga se le pasó el enfado por la maldita uva de menos, que parece ser, según me dijo, que lo suyo no son las uvas de lata, ya que tiene alguna mala experiencia al respecto… En fin, espero que este año empezado de manera tan irregular pero a la vez tan divertida, nos depare mucha fortuna…Feliz años a todos, amigos!!!
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