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Mostrando entradas de febrero, 2010

La folie de las hormonas

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Hace dos años ya que dejé la famosa antibaby y, salvo de trabajo y de casa, mi vida ha cambiado mucho, demasiado diría yo. Para los que os dé pereza retrotraeros en este blog hasta comienzos del año 2008 y la vorágine de mis broncas con Z, mis viajes por el mundo en los proyectos europeos y mi vuelta al idioma de Moliére y al de Goethe, os adelantaré que el día 23 de enero del 2008 debería haber recuadrado esa fecha en rojo en el calendario, pues fue el último día que ingerí la malévola pildorilla amarilla. Fue un acto de valor, lo reconozco, porque creo además que se lo comuniqué a Z, y aunque no tuve noción entonces, fue el principio del fin de aquella relación, el fin de la era de los fines de semana de cubateo y levantarme los domingos tarde tras monear con el pariente sin pensar en las consecuencias de la gimnasia dominical… Digamos que he pasado por cuatro eras hormonales y existenciales en mi vida. La primera era la era de la niñez y “las no hormonas” algo similar a la tercera

La importancia de llamarse Ernesto

Recientemente he vivido un nuevo episodio de mi “maleficio particular” en el trabajo. Se trata de un hecho bastante curioso y demostrado, ya voy por la quinta edición de este fenómeno digno del Friker Jiménez. Se trata de tachán … la maldición del nombre “A……” (No voy a dar nombre completo para que no se reconozcan los personajes, sólo el comienzo de dicho nombre). De hecho, A. es un nombre corriente, es verdad que poco visto y que ya casi nadie pone así a sus hijos, pero no es tan corriente como llamarse Pepe, Paco, Antonio, Manolo, Carlos, etc. Todo se remonta a hace más de diez años, cuando tuve un compañero de trabajo recién llegado del otro lado del charco (tampoco voy a decir de qué país para no despertar susceptibilidades). Pues bien, este chico llamado A. empezó a rondarme al mes o así de trabajar juntos. Se ve que verme arrastrada por los suelos cableando equipos le dio morbo y así un día me invitó a su fiesta de cumpleaños. Yo por aquel entonces estaba sin compromiso y m

Algo casi perfecto

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Demasiado bonito para ser cierto que me costara tan poco ser madre. Cuando el mes pasado parecía que todo iba de libro, y que esta vez lo iba a conseguir, las cosas se torcieron y pasé de una ralla floja en el test de embarazo – De esas que dudas si sí o si no porque la línea es tan sutil – a una hemorragia fuerte a la vuelta de un viaje de trabajo. Al mismo tiempo que la hemorragia o “regla extra fuerte” , tuve malestar fuerte, vómitos, jaqueca bestial y cuando fui por fin a mi ginecólogo al día siguiente, después de analizarme a conciencia, me dijo lo que yo ya sospechaba: Un aborto de un embarazo muy incipiente, o microaborto, como lo suelen llamar. En inglés tienen un término para referirse a este tipo de abortos tan tempranos y extraños: Chemical Pregnancies, porque realmente el embrión no llega a completar unos días después de la implantación, de modo que a menudo la propia mujer sólo nota que “la regla” le ha bajado inusitadamente fuerte y con mucho malestar, lo que si no se est