EL GATO DE SCHRÖDINGER

Hoy voy a hablar un poco de uno de los temas que más me apasionan: La Física cuántica.
No es cierto: Se trata de la filosofía de la vida y el absurdo existencial (ahí coincido algo con el nauseabundo Sartre).
El otro día zapeando a eso de las 11 y pico de la noche tropecé con una serie rara de esas que se gasta la cadena cuatro, que bien podría llamarse la cadena “paranormal” porque nos fustigan con programas sobre fantasmas que se materializan a voluntad en mansiones enormes palaciegas (en mi casa sería difícil porque es muy pequeña), islas con agujero temporal, seres negros de humo y calvos mágicos vivos/muertos, adorables amas de casa capaces de marujear con finados, dependientas de tiendas de arte que enderezan la vida a los vivos y a los muertos, frikies a lo bacterio consiguiendo que bolitas de corcho hagan loops sobre embudos de mercurio, etc.
La serie se llama Flashforward y una de las frases que pillé de un supuesto físico era sobre el famoso paradigma de la incertidumbre cuántica.
El gato de Schrödinger es un experimento diseñado por un aburrido físico cuántico para decirnos algo que los filósofos budistas ya sabían: Que el observador influye en el objeto observado simplemente por estar observando.
Dichos relativos a esto:
1.- El refrán popular que dice: “El ojo del amo engorda al caballo”.
2.- Koan zen: “Si un árbol cae en el bosque, y no hay nadie en él, ¿hace ruído?”
Puntualizo: Un koan zen es una pregunta aparentemente contradictoria, para hacer pensar y reflexionar al discípulo. Generalmente ni el mismo maestro conoce la respuesta, ya que en el mundo no hay verdades objetivas, por lo menos para los maestros zen.
Según la física clásica, el punto 1 sería absurdo, ya que lo que hace engordar al caballo es el pienso. Y para el punto 2 la respuesta sería que el árbol hace ruido aunque no haya nadie para escucharlo.
Sin embargo, a lo largo de mi existencia a menudo he tenido la sensación de que mucho exámenes que yo había hecho los había aprobado no el día que rellené las respuestas sino el que fui a ver la nota, y todo dependiendo del estado de ánimo o fé en el que me encontrase. Totalmente absurdo para un filósofo Kantiano (teoría del noúmeno) y para la física clásica de la causa-efecto e independencia del observador.
Pero según los físicos quánticos, observar un experimento es influir en él y hasta que no se observa no se puede influir. Por tanto, en mi cabecita disparatada, mientras voy de camino a ver el resultado del examen me imagino que la nota no existe en el tablón y que soy yo quien va a crearla allí ante mis ojos, que el examen no está definitivamente suspenso hasta que yo no lo observo (es por eso que jamás me ha gustado que nadie vaya a verme la nota, y hasta me da mal rollo que lo hagan).
Vale, es pueril, las cosas han ocurrido lo haya observado yo o no, pero es mi realidad la que cuenta para mí y no la de mi profesor. A fin de cuentas, ¿por qué voy a fiarme de lo que me cuenten los demás?
En conclusión, que cuando voy a ver una nota me imagino que dicha calificación es un afortunado-desdichado gato mediomuertomediovivo y que no es hasta que yo no abro la caja que la suerte se materializa.
Entonces, es importante afrontar la apertura con optimismo, y para mí, es ese mismo optimismo lo que causa que el gato salga vivo de la caja, o que yo haya aprobado pese a las extrañas probabilidades en contra.
Al final va a resultar que la fé es importante para lograr las cosas.
¿Por qué digo esto?
Porque ahora mismo estoy padeciendo una de esas experiencias gato de Schrodinger a nivel personal, pero mi caja tardará todavía bastante en poder abrirse. Mientras tanto, voy a concentrarme en imaginar al dulce gatito vivo.
Perdonad que sea tan misteriosa, pero forma parte de la atmósfera de la caja.

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