Pongamos que hablo de Madrid
Hoy voy a pasar de contaros mis desventuras. Este verano ha
sido movidito y como ya sabéis, la primavera lo fue aún más con todo tipo de
cosas buenas y malas.
Pero hace tiempo que no os cuento mi visión de lo que ocurre
en el mundo y no quería pasar ni un post más sin comentar lo que ocurre a mi
alrededor.
Ayer, mientras compartía una tarde de piscinita con mi
querido maridito, estuvimos comentando que los alienígenas lo tenían cada vez
más fácil para destruir el mundo. Más que nada porque el mundo se está destruyendo él solito.
El libro del Apocalipsis que, teniendo en cuenta que fue
escrito hace ya dos mil años, tiene poco que desmerecer a series como The
Walking Dead o las películas de catástrofes. Empiezo a pensar que la humanidad
tiene un gusto morboso por pensar en la autoexterminación, como un suicidio
colectivo. Esto ya lo comenté en el año 2012 con la dichosa profecía maya.
Hace cinco años todo el mundo estaba histérico pensando que
el virus de la gripe A iba a mutar y moriríamos en plan “Doce monos”. Ahora,
como si no hubiera noticias preocupantes en este verano, le ha tocado el turno
al ébola, que parece que es más agresivo que el virus ese de la gripe, y además
no han sacado la vacuna ni medicamento que pueda curarla.
Por si fuera poco, nos traen a Madrid a un enfermo para tratarlo.
Que obviamente una vida es una vida y había que intentar curarlo, pero que con
la idea en mente de la “chapuza hispánica” nos imaginamos ya que los trajes
NBQ, con la crisis, tienen más remiendos que mis pantalones de panilla de
cuando era niña.
Y así toda la población de Madrid y resto de España anda
pensando qué pasará en los días futuros con la gente que ha tratado a este
malogrado misionero.
Ayer una falsa alarma
en Alicante tuvo a toda España en vela. Ya cada vez que vemos a un negrito
estornudando salimos escopetados. Los del top manta van a ver peligrar su
negocio más que con una redada de la poli municipal.
Mientras tanto, en Oriente y Asia no paran de agitarse los
extremistas religiosos de todos las facciones coincidiendo en un único afán:
Jorobar a la población civil que pasa de filosofías y demagogias.
Y por si fuera poco, los seguidores de Putin en Ucrania se
cargan a un avión de Malasyan Airlines (no sé si otro más). Esa línea tiene la
negra, deben estar ya temiendo que no vuele con ellos ni los valientes asiduos
a Ryanair (bueno, ciertamente y a pesar de todo lo que se ha dicho y las
incidencias, todavía no se ha caído ningún avión de esta línea irlandesa).
Diría como decía mi abuelo que vivió tres guerras, las dos
mundiales y la civil española: “Oye, pero, ¿qué pasa? ¿El mundo se ha vuelto
loco o qué?
El caso es que la gente pasa ya del cambio climático (y mira
que está haciendo un verano horroroso de cambios de temperatura, granizadas y
demás anomalías), pasa del problema energético, pasa de los casos de corrupción
que ya salen tantos del armario de la corruptela que ya no va a quedar ningún
político o famoso libre.
La gente, por pasar, pasa ya hasta de las fluctuaciones de
la prima de riesgo y de la bolsa.
De la crisis en sí
misma también, pero no de la falta de dinero obviamente, que están todos los
negocios vacíos menos los Mercadonas y los bares de la Sureña y los afines.
Mi marido me decía un día que había ido a hacer un recado
por López de Hoyos: “Pero está todo vacío, y no vacío por vacaciones, vacío de
vacío de liquidación y cierre”.
Vale, igual en la calle Serrano se nota un poco menos, pero
te vas por Hortaleza, Vallecas o Carabanchel y hay muchos negocios chapados lo
que se dice chapados de no abrir más.
Más signos de decadencia: Madrid está todo invadido de hojas
en el suelo, y no estamos en noviembre. Observo que se están pudriendo los
árboles por falta de riego y cuidados. Si el gobierno quiere convencernos de
que hay brotes verdes, yo no los veo literalmente por ningún lado.
Tampoco veo esas terrazas a rebosar de gente ni los cines o
teatros con colas en la calle. Ni conciertos callejeros de cierto prestigio.
No es por ser verano, es que en Madrid ya no hay movida, ya
no hay marcha, no hay alegría. Ya no hay noches en blanco culturales ni nada
que alegre. Estuve el sábado en las Vistillas y no era el ambiente de siempre,
se parecía más a las fiestas de cualquier pueblo de tercera. En vez de agua de
cebada lo que más abundaban eran los mojitos hechos por gente que piensa que
mezclar una fanta de limón con hierbabuena y ron barato ya es un mojito.
Horroroso. Patético. Eso y a ritmo de salsa latina. Madre mía. No digo que
pongan un chotis o desentierren a Olga Ramos pero, ¿es que no hay música
autóctona madrileña o por lo menos nacional, o ya puestos discotequera
occidental? Eché en falta a Sabina, a Alaska (no es madrileña de origen pero sí
de adopción), a Dani Martín (más contemporáneo), al clásico Antonio Vega. Pero no ,en vez de
eso pusieron bachata, merenguito, rap latino… Que no es que lo odie, pero para
una fiesta de sabor madrileño como que no pega mucho no…
Porque estaba con amigos y lo pasé muy bien gracias a ellos
pero no, Madrid ya no es lo que era, le falta el alma, se lo han robado.
Sin embargo, no está muerta del todo . Todavía sigue
perviviendo en el famoso “bocata de calamares” de la Plaza Mayor. La señora
Botella se equivocó de plano: No es el relaxing café con leche lo que tienen
que tomar los turistas que vienen a Madrid sino un buen y barato “squid rings fried
in olive oil baguette”.
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