Divorcio contencioso
Decía en el anterior post que el año había empezado con mal pie y que las desgracias, lejos de acabarse con el 2020, parecían que este año iban a empeorar.
A título mundial o nacional, no llevamos ni tres meses de año y, bueno, una
explosión de gas en Madrid, una cadena de terremotos en Granada, la tercera ola
COVID, la cuarta ola, un volcán por ahí… En fin, nada más espantoso de lo ya espantoso de la nueva
realidad.
Ahora voy a contar más mi hecatombe personal, porque para mí este año está
siendo una auténtica catarsis a todos los niveles y ya sabéis que yo suelo
esperar a contar las cosas para no hablar en caliente, pero cuando lo suelto,
lo suelto todo de golpe.
Desde finales de diciembre he estado en una cadena de sinvivires in
crescendo: Primero la familia de mi marido se contagia de COVID, os podéis
imaginar el problemón entre infectados y aislados. Por suerte no hubo que
lamentar desgracias. El balance se saldó con 4 contagiados, dos leves y dos
como yo (lo pasé hace justo un año), tipo gripazo histórico.
No salimos de esa cuando, por culpa de la nevada Filomena, mi “suegra
querida” no puede operarse de una cosa que tenía pendiente. Al final lo pudo
hacer y vale, salió bien.
Después llegamos a finales de enero y, cuando me iba por fin a meter de
lleno en el montón de trabajo urgente e importante atrasado, ponen en cuarentena
a mi hija junto con su clase.
Yo, que me las prometía ya tranquilas y concentrada en mi trabajo y en mis
papeleos para el doctorado, me tuve que quedar en casa varios días con la niña,
maltrabajando. Cuando le pido SOS a mi marido porque tenía un asunto de trabajo
inaplazable, coge, pone pegas, lo hace a regañadientes, no hace caso a la niña
y, cuando le recrimino la actitud (la niña varios días sin bañarse, él lo
mismo, latas de refresco vacías tiradas por la cama de la peque y todo), coge y
se va de casa y me pide el divorcio. Tal cual os lo cuento, increíble, de
vergüenza total.
Encima, como estaba la niña de cuarentena, no me podía ir con ella a ningún
lado. Por otra parte, donde viven mis hermanas y mis amigas de siempre lo
mismo, confinados. Una locura, más sola que la una con una niña en casa, sin
apenas comida y con mi marido el móvil apagado, que no sabía si se había tirado
al metro en un rapto de locura o sencillamente (el caso en cuestión) que es un
tío insensible que le importamos su hija y yo un comino. Llamo a su madre para
averiguar si está allí, y en vez de preocuparse por si le había pasado algo a su hija, va esta mujer y me
recrimina algo así como “yo no soy una mujer de estar en su casa”. De traca
total, la mandé a la mierda. Y claro que sospeché que su hijito estaba allí
cobijado largando mierda. Si ya sospechaba que esta mujer era una pequeña bruja,
se me acabó de caer la venda totalmente y empecé a verla bruja más bruja que la
de Blancanieves.
Siento decirlo así, todos tenemos días que explotamos y lo pagamos con los
que tenemos más cerca, imagino que en su trabajo de esclavo le han dado a O demasiado
con el látigo, sobre todo cuando oh por Dios les pide a sus jefes un par de
días para ocuparse de su hija porque yo ya no puedo cogerme más días (ya había
estado recientemente con la niña en Navidades, Nevada y tres días de
cuarentena). Por no hablar de tres semanas en verano que me chupé yo también
con la peque, amén de cuatro meses de confinamiento y dos semanas de una
bronconeumonía que tuvo en febrero donde oh magnánimo, mi marido se encargó un
par de mañanas y mi suegra alguna otra también. El resto servidora junto con
una niñera que contraté para poder venir a la oficina alguna mañana.
Pero lo que peor me sentó que tanto él como su familia me echaran en cara
que no atiendo a mi hija por mi adicción al trabajo y a los estudios… Por Dios,
esto ya sí que es lo último. Perdí la ocasión de irme a trabajar a Bruselas, he
perdido mil ocasiones de ascender, no he pedido ni productividad para no tener
que hacer tardes, recojo a mi hija todos los días del cole, me ocupo de ella,
sábados incluidos y… ¿Recibo a cambio este trato?
Estoy muy deprimida. Ya no me importa que mi marido tenga por ahí a otra
(ni lo sé ni me importa), porque hace mucho que me decepcionó como pareja
(desde antes de nacer la niña incluso ni un mísero detalle no ya romántico sino
mínimamente cariñoso). Desde que nació la niña no tenemos citas ni escapadas ni
nada de nada. Me he tirado todo el
confinamiento con la niña encerrada en casa, intentando infructuosamente
teletrabajar (él obviamente como trabaja fuera, pues la mayor parte del tiempo
missing). Ocuparme del cole de la niña online, fichas de deberes, desayunos,
comidas, meriendas, cacas, pis, niña revoloteando… Todo eso intentando sacar
algo de trabajo… Y no digamos ya el máster, eso ya de noche a costa de mi
salud. Se me ha caído el pelo entre el coronavirus y el estrés. Estoy destrozada
física y mentalmente. Y esto ya es la guinda.
Para colmo, el buen señor, como la vivienda donde estamos está en usufructo
por su trabajo (es el portero de la finca), me dice que me vaya yo, pero para
tener la custodia compartida, que alquile algo por el barrio… Un barrio pijo
donde el alquiler más barato se me llevaría el 80% de mi sueldo… Ahí exploté.
Yo tengo una casa mía en un barrio medio pobre a diez kilómetros, pero
alquilada desde hace un tiempo (la alquilé más por miedo a que se metiesen ocupas que por
la rentabilidad que me deja, porque entre gastos e impuestos me deja apenas
doscientos euros al mes limpios que utilizo para ayudarme con los estudios), y
mi idea era volverme a esa casa cuando pudiera (yo ya barruntaba hace un año
que podíamos acabar mal O y yo).
Pero hay más factores: La familia de
mi marido, por ejemplo, que son gente como él medio pija por status de
nacimiento y por ahorros (ahí todos tienen piso propio sin haber movido un dedo
en la vida), pero que ninguno ha pisado un aula universitaria. Su forma de vida
me recuerda mucho a los tertulianos de programas de salseo rosa, no sé si me
entendéis. Mucho postureo, mucho
buenismo, mucho buen rollo postizo, igual que su belleza, pero poca sustancia
intelectual y visto lo visto, tampoco moral. Mi caso es todo el contrario. Soy
una mujer criada con todas las carencias materiales inimaginables, en barrio
muy humilde, colegios públicos, espartana, sobria, estoica, no dada al
histrionismo ni a mostrar afectos desorbitados, de costumbres y hábitos
regulares y sanos, disciplina militar aprendida de mis abuelos y tíos. No me desespero cuando se me rompe una uña (las llevo súper cortas
y no como Rosalía). No tengo cuenta de TikTok, no subo fotos de gatitos al
Facebook ni cuelgo chorradas de Paulo Coelho sobre lo bonito que es ser madre
porque estoy ocupada siéndolo de verdad y no tan sólo pareciéndolo, no tengo
Instagram ni Snapchat ni cosas de esas, no me pongo extensiones de pestañas, no
me hago cosas extrañas en las cejas, no me pongo plástico en mi cuerpo ni puedo
ir al gimnasio desde que tuve a mi hija. Cuando podía ir, desde luego no era para
ligar luciendo ropita de esa de marca apretadita poniendo culito respingón en
spinning y haciendo vídeos para historias, Stories o lo que narices se estile para fardar, no… Soy una Hipatia de Alejandría, mismamente.
Soy sociable, pero no me gusta marujear. Soy cordial, animosa, pero no me
gustan las amistades hechas en bares… Mis hobbies: estudiar, estar al día en mi profesión, leer,
informarme, hacer deporte si puedo, viajar (ahora imposible), el arte, si veo
la tele pues informativos y programas culturales, concursos con sustancia. Últimamente
estaba viendo alguna telenovela turca de noche mientras estudiaba (esas
telenovelas son tan lentas que te da tiempo a hacer las tareas domésticas y
tres carreras que no te pierdes nada importante), pero porque salen unos tíos
que te caes de espaldas de lo buenos que están (mi primer novio A, era turco,
no digo más). Me evado pensando que mi vida no es (bueno, realmente no era,
ahora sí que lo es realmente) tan complicada y miserable como la de esos personajes
(traiciones, venganzas familiares, niños huérfanos, cazafortunas, mujeres
viudas sin un duro con niños pequeños…)
Así que no caigo bien a la familia de mi futuro ex marido. Y lo peor es que
él se está dejando arrastrar por la corriente y ya no hay marcha atrás.
Así que aquí estoy, esperando al juicio de divorcio (porque el buen señor
no sabe ni cuánto supone criar un hijo en estos tiempos y está siendo más que
mezquino y tacaño en su intento de acuerdo) y bueno, a ver si en algún momento
de este año las cosas se resuelven y vuelvo a salir al aire a respirar aire
fresco.
Me siento muy decepcionada con la vida que llevo, creo que no me ha tratado
bien. Todo lo que he logrado me ha costado siempre mucho muchísimo, nunca he
tenido un golpe de suerte ni ayuda de nadie. Y ahora que digamos, parecía que
me estaba asentando y me iba a poder a dedicarle un tiempo a mi pasión de
juventud que es la criptografía y la investigación, mi marido me lo ha
pisoteado todo. Estoy muy triste. Y todo por creer como una tonta que me podía
enamorar de un tío pobre y sin carrera universitaria, casarme y formar una
familia y no habría problemas. Cínicamente pensando, me tendría que haber
casado con un tío con pasta y posición, aunque no estuviera muy enamorada. El
amor a los diez años de casados habría estado igualmente bajo mínimos, pero al menos
tendría una vida cómoda y tranquila con la pensión que me dejara.
Comentarios