El año de la Rata
Este nuevo año chino es el de la Rata, aunque estoy tentada de hacer un
chiste morboso, porque la Rata parece que ha traído la peste del coronavirus
ese.
No quiero hacer demagogia con un asunto tan serio, pero si las noticias que
dan de China son ciertas, el virus ese es más contagioso que la gripe, pero no
más mortal, aunque la gente lo que teme es que se estén callando lo mortal que
puede llegar a ser y ahí comienza la alarma en la redes…
Cada cierto tiempo aparece la amenaza de un apocalipsis zombie, debe ser
que la del cambio climático no es lo suficientemente gore por más que dentro de
nada la costa mediterránea en vez de lindas playas esté plagada de cenagales de
Shrek.
Personalmente tras pasar la gripe A, la B, y todos los tipos de gripes,
virus y bacterias y estar a punto de ser traqueotomizada hace más de diez años
por una traqueítis aguda, creo que empiezo a ser escéptica con los virus de
moda. Cortina de humo para distraernos de las mamonadas de los políticos y para
que, calladitos, aceptemos el “modelo orwelliano” ese en el que los amarillos,
los blancos y los negros no se deban mezclar y así se pueda discriminar a los
chinos, los rusos o los ingleses o los senegaleses con el motivo peregrino de
turno o nos hagan volar poco menos que en taparrabos y con el pasaporte en los
dientes. O nos confinen encerrados en casa durante semanas sin agua y sin luz
si les da la real gana. Globalización sí, pero para producir bienes de consumo
para los ricos, pero ya empezaba a los políticos a molestarles que una
ciudadana sueca fuera a China o a USA a contarles que la contaminación es mala,
o más bien el capitalismo. A USA le viene muy bien el coronavirus para cargarse
a su rival, China. Y a Rusia para deportar a todo el que se le ponga por
delante. Y suma y sigue.
Aún así, también es cierto que la gente vive cada vez más hacinada y con
menos higiene en sitios públicos. Lo de usar pañuelo y lavarse las manos no va
con muchos, no digamos ya lo de no toser en la cara de la gente…
Siguiendo con el nuevo año, y como continuación de lo que dije hace poco,
he decidido que voy a hacer limpieza de pseudo-amistades. Son consumidores de
tiempo y no aportan nada. Algunos no son mala gente. El otro día me llamó uno
de estos robatiempos y decidí no cogerle el teléfono. Estaba ocupada con la
niña, es cierto, pero también es que el chaval se enrolla mucho. Y total, para
no contarte más que lo de siempre, que anda detrás de una chica que jamás le
hará caso, pero oye, no pierde la ilusión, qué moral, invencible…
Luego también estoy muy molesta con un conocido que aparentaba ser mi amigo
del alma pero que analizando lo que ha hecho ha sido más bien perjudicarme,
porque allá donde lo llevaba iba como elefante en cacharrería. Como decía un amigo mío: “Es que si te
encariñas con un Rotweiller al final es posible que te muerda hasta a ti”.
Tengo dudas de si este personaje es un enfermo mental (algo me sugirió una
vez) o si en verdad lo hacía para perjudicarme porque en secreto es misógino y
talibán del patriarcado, o pensaba trepar a mi costa o las tres cosas a la vez.
Le llegué a coger cariño y todo, pero vaya, como decía el de “La venda ya
cayó”, hubo un momento hace ya varios meses en el que vi claro que tenía que
empezar a deshacerme de él. Intenté hacerlo de la manera menos lesiva posible
para ambos y para el resto de gente por medio con la que nos relacionábamos
(temas profesionales fundamentalmente), pero algo salió mal y la cosa se precipitó,
ha acabado odiándome y no quiere ni que lo hable.
En fin, es su problema, como decía un poema que aprendí de jovencita (y es
mano de santo para la autoestima): “Al perderte yo a ti, ambos hemos perdido,
pero de los dos, tú eres el que más ha perdido, porque yo era quien más te
quería, mientras que yo podré querer a otros como a ti te quería, a ti nunca te
querrán como te quise a ti”.
Más propósitos para este año aparte de no infectarme de virus y alejarme de
“fake Friends”: Mi doctorado. Mi reciente matrícula de honor (no me llaméis
empollona please) me llena de orgullo para empezar a pensar en una alternativa
al doctorado. Pensaba que la criptografía pero ahora creo que el peritaje
informático puede ser una vía más que satisfactoria. Y, por supuesto, ando a la
caza de mi nivel veintiocho que dejé en barbecho para criar a mi hija. Y ya no
es tan bebé. Toca salir de nuevo a cazar mamuts.
Por último, mi imagen. Tengo cincuenta años, y no me compro ropa porque
estoy gorda, y porque no encuentro ropa de jovencita que me valga. Dado que no
voy a adelgazar nunca para entrar en la misma ropa que mi sobrina, toca ya que
me vista de señora, elegante, moderna pero señora. Debo dejar ya la ilusión de
volver a los veinte años. Si no cincuenta, al menos debo vestirme como la
señora ejecutiva que pretendo ser.
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