Veranito y con kilitos
Parece que al final llega el verano. Más que por el calor lo
noto por los bichos que campan por doquier y porque tengo alergia tardía, y
cuando llega el calorcito me pongo a estornudar como uno de esos chismes
ambientadores que te escupen cuando pasas, o sea, a deshoras y de manera súbita
y sin kleenex que llevarme a la nariz.
Así las cosas y a pesar del malestar de montaña rusa
hormonal de estas dos últimas semanas (me han hormonado más que a la vaca del
anuncio de Milka para luego hurgarme el útero y despeñarme seguidamente por las
cataratas del Niágara hormonal). Es decir: dosis de hormonas para matar a
alguien, biopsia y luego quitarme toda la medicación sin piedad. Me río yo de
los que habéis dejado alguna vez el tabaco (yo fui fumadora hace veinte años y
lo dejé), porque si el mono del tabaco te pone de una mala hostia que matarías
hasta al perrito de Scottex, el mono hormonal te hace ser una auténtica Hyde,
con una jaqueca que estás pidiendo a gritos que te rematen… Yo que soy
hiperactiva, el martes parecía un cadáver abandonado en una esquinita de
suburbio.
Bueno, dejemos aparte este enésimo episodio de pasada por la
clínica de fertilidad para revisar nuevamente mis entrañas (hay gente que
repite curso o va a septiembre con asignaturas pendientes, y yo que soy una estudiante
de sobresaliente, repito constantemente
la asignatura de fertilidad, así es la vida).
Mientras se decide si voy a ir nuevamente este verano a por
mi cuarta invitro, paralelamente intento librarme de la debacle de kilos que me
ha provocado este nuevo experimento médico. Parezco a Sísifo, que siempre
andaba moviendo piedras de un lado a otro, y
cuando terminaba, le volvían a llover piedras y nuevamente a empezar.
Pues yo con la dieta me pasa igual. Cuando consigo bajar
cinco kilitos con mucho esfuerzo, me vuelven a chutar hormonas y otra vez a
coger kilos. Luego no se libra una de ellos tan fácilmente, y nuevamente a
dieta, y nuevamente a machacarme en el gimnasio.
Y ahora que llega el verano, es hora de buscar un gimnasio nuevo,
porque cierran por vacaciones el municipal, que dicho sea de paso se está
poniendo de caro como los privados.
Pero tengo que tener cuidado con esos gimnasios que son como
cepos para cazar osos, que una vez te han atrapado, no te dejan darte de baja
sin haber pagado entre pitos y flautas lo que un mes de sueldo viene a ser. Hay
que tener mucho cuidado con los de los móviles, los de las ADSL, los bancos, los plastas
fanáticos de religiones y gaitas diversas y los gimnasios.
Me río de la gente con miedo a casarse que luego van y se
apuntan a un gimnasio y pagan dos años seguidos, pensando que se ahorran pasta.
Pero, desgraciado, si en dos años puede que te hayas tenido que ir a Alemania a currar, ¿qué
negocio haces con eso de apuntarte con tanto adelanto? Por no hablar de los
gimnasios-timo, esos que abren, recaudan y luego cierran y a tomar por saco,
como en este país no se persiguen a los chorizos…
Podría intentar hacer ejercicio por mi cuenta, pero va a ser
que no por varias razones: Mi casa o la de mi maridito son diminutas. Ahí no
puedes meter ni una bici estática, y para estirar la colchoneta tienes que abrir
a la vez la puerta de la cocina y la del baño. Va a ser que no. Luego además
hace un calor horrible ahora que viene el buen tiempo. Y en el parque pueden
freirme un huevo encima de mi cocorota, va a ser que tampoco, además que no soy
yo de salir al campo en cuanto lo invaden cosas voladoras con rayas, que si me
pican me mandan al hospital de golpe.
Así puestas las cosas lo mejor es pillar un gimnasio. O eso
o hacerme el trasbordo de Cuatro Caminos línea 6 a línea 1 a pie ocho veces
seguidas todas las tardes. Si no fuera por lo de mi hernia lumbar, igual lo
apuntaba como opción válida y barata, yo lo he llamado de siempre el “Transbording”
y debería ser deporte olímpico. Mi modalidad encima es con mochila de siete
kilos, zapatos incómodos y chaqueta anudada, con riesgo de quedarte enganchada
en cualquier pasamanos de escalera o caerte de bruces cuando se te quede el
tacón en alguna de las miles rejillas trampa…
No sé, este finde empezaré a mirar gimnasios para julio.
Pero sin prisa, porque depende de lo que me diga el gine, si vamos a órdago a la grande de
nuevo y a otra invitro nada de de gimnasio, o por el contrario, como dice mi hermana pequeña, me aconseja que mejor me compre un gato que a
la larga será más cariñoso que un niño y me gastará menos en colegios, y con lo que ahorre de la invitro me podré apuntar seis años seguidos con personal trainner como Madonna.
(Esto lo
digo en broma, en realidad temo que mi útero siga sin estar en condiciones,
porque entonces será el fin de mi mi vida reproductiva y el ser mamá un
imposible, pero mira, tengo fé en mi útero, le he estado animando todos estos días, reiros, reiros pero si a un cactus te recomiendan que le hables para que crezca, a mi barriga que es más mía, ¿por qué no voy a hacerlo para que se calme el endometrio?).
Se avecinan muchos cambios. En mi trabajo, por ejemplo, pero
como todavía no ha llegado no quiero aventurar nada, sólo que debo andar con
mucho ojo, para saber si el cambio será para bien o para mal, nunca se sabe, de
momento es un cambio, de jefe en el cliente eso seguro y probablemente en unos
meses de cliente incluso, eso está más confuso.
Mientras tanto intento avanzar en mi carrera profesional, me la esponsorice mi empresa o no. Pero tampoco quiero pasarme, no quiero que piensen que voy a volar mañana, porque me puede salir mal la jugada. Pero sí, quiero promocionar mi talento, haciendo cosas gratis pero también recibiendo otras cosas a cambio, como formación o networking. Quid pro quo. Esto lo consigo a través de mi asociación profesional de auditores o apuntándome a conferencias vía web, escribiendo en foros, cualquier cosa que haga que mi nombre suba en los puestos de google. Reiros, reiros, reiros, pero yo también soy de los que creen que Google y Mercadona dominarán el mundo.
Os dejo que voy a salir ahora a ver un gimnasio. Huiré de
esos que ponen nombres raros a las cosas de siempre. Como ya hice un post sobre
esto el año pasado, os invito a que lo releáis.
Ah, por cierto, ya estoy casada ante los ojos del estado,
por fin nos dieron el dichoso libro de familia. Lo que ha costado vaya…
Y para los que me pregunten qué tal mi vida de casada, yo
respondo siempre: ¿Y qué tal la vida de soltero, de emparejado, de ennoviado,
de pagafantas, de cazadora furtiva de discoteca, de single desesperado, de
single que-se-apunta-a-un-bombardeo-para-que-no-se-le-caiga-la-casa-encima,
etc?
Sigo insistiendo que estar casada no es como volverse de
repente negra o china, es lo mismo de antes pero con papeles y cierto “status
quo”, pero nada más.
Por cierto, que tengo mañana una despedida de soltera, ji,
ji,ji…
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