Cine de Barrio

ABUELO MADE IN SPAIN

Hoy, la verdad todavía no sé muy bien por qué, quizás porque, lo de salir en la tele, (aunque sea un momento fugaz, con el pelo revuelto y la ropa sucia, y no precisamente en un programa “glam” sino en uno de sucesos) engancha, me he presentado a un concurso de un famoso diario para cubrir el evento de los Goya.

La verdad es que esto es más temerario que el motín del metro, porque sinceramente y viendo las películas candidatas, creo que no he visto ninguna, y no porque no me guste el cine español, sino porque sólo tengo ocasión de ver una cada vez y hay tantas y tantas películas de humor que me gustan… Es que creo que el cine español se ha vuelto muy dramático y se ha olvidado de las comedias, la salsa de la vida, porque para dramas ya tenemos el “Sucedió en Madrid” o para realismo histórico y cronificado el ya mítico “Informe Semanal”. Además, qué carajo, que prefiero al “Ala Triste” en papel, cualquier puesta en escena, por mucho que el señor Reverte mire para otro lado, se parece como un huevo a una castaña. A ver quién me dice ahora que prefiere la película “El Código Davinci” al libro. Creo que las únicas películas que he preferido a los libros son “Lo que el viento se llevó” y el “Paciente Inglés” (Sí, incultos, el primero fue escrito por una sureña, que no sudista, llamada Margaret Mitchell y el segundo fue escrito por un tal Michael Oondaje). En el caso de la primera, no había estanterías de ofertas de bestsellers en el Carrefour así que no sé si fue suficientemente famosa en su tiempo y, respecto al segundo, descubrí que había un libro por mi biblioteca pública.

Volviendo al tema que nos ocupa, mi primera experiencia con palomitas, chicles y hermanas mayores de mis amigas como cangurito viene de cuando yo tenía once añitos. Esa tarde de domingo (entonces se iba al cine del barrio el domingo, bien peinaditos, oliendo a colonia, con pantalones de campana, camisa con solapas enormes y veinticinco pesetas en el bolsillo) me fui al cine con mi amiga Carmen y su hermana mayor, que tenía dieciocho años. Además, la peli era para mayores de trece años, pero como no pedían el “carnet de identidá” (entonces nadie lo llamaba DNI), bastaba con verstirte con ropa de tu madre, ponerte un poco de rojo choricero en los morros y ya está, nadie te decía nada.

Me acuerdo que la peli era una de esas del “Destape” del Esteso y el Pajares y se llamaba “El hijo del cura”. Ya casi no me acuerdo de la trama, sería una de tantas de la época, pero sí me acuerdo que me lo pasé muy bien y me reí un montón, además cualquier cosa que estar en casa esnifando tabaco negro en estéreo de mis padres y aguantando sus disputas agriadas…

Después, algo más mayorcita, he de confesar que me hice adicta a “Cine de Barrio”, sobre todo a las comedias de Paco Martínez Soria, y lo digo sin pudor. Mi película favorita de este señor es “Abuelo Made in Spain”, una crítica al neo pijerío y a las tonterías de la “modernidad”…En fin, ahora quizás más que por las situaciones un tanto chabacana-machistas-palurdas que suscitaba este hombre, con el capacho de la gallina a cuestas por el chalé del hijo, me produce cierta tristeza el pensar que aquel mundo, el de los abuelos con gallinas, boina y garrota se ha extinguido para siempre. Lo primero porque ya no habrá abuelos jóvenes porque los españoles aborígenes no tenemos hijos hasta los taitantos (ejemplo servidora, casi treintayocho y soltera, y si los marcianos no me abdujeron y me extrajeron óvulos para cruzarme con su especie, sin hijos). Los inmigrantes sí que tienen hijos jóvenes, a ver, como aquí en los años setenta, pero los abuelos de Cali o Bucarest creo que no llevan boina ni garrota … Y menos una gallina, un kalashnikov o un machete criollo igual sí pero no ponen huevos, aunque algunos crean que sí…

Lo segundo porque ya no quedan pueblos como los de la película, llenos de ancianitos sentados en sus sillas de aenea y tomando el sol, qué va, si encontráis algunos de esos por ahí que sepáis que son actores contratados por el patronato de turismo local para fomentar el “Turismo Rural”. Los abuelos de Villabotijos ahora escriben blogs en Internet y pagan con tarjeta de crédito, y las abuelas no amasan pizzas para nietos candidatos a obesidad mórbida ni enlatan kilos de fabada para reventarnos a flatulencias a los señoritos de la ciudad, en lugar de eso están enganchadas a “Salsa Rosa” y van al gimnasio a domar las lorzas y se inyectan botox, a ver si con su pensión, en vez de trincar a un Dinio o a un Rigau, pueden hincarle el diente a Serguei, el nuevo empleado ucraniano de la frutería de la esquina…

Y así va el país. El abuelo en el ciberespacio, la abuela en el Spa, los hijos en la oficina con la tienda de campaña 24x7 y los nietos…¿Dónde están los nietos? Jugando a atropellar transeúntes con “Farruquito III”, haciendo cola para el after (no el afterhour, sino el aftersex, la píldora postcoital), o juntando euros para comprar un katana para liberar la cancha de baloncesto de la tiranía de las bandas latinas... Yo creo que si viniera el Paco, no el Martínez sino el “medallas” con cuatro guardias civiles de la época ni bandas latinas ni nada, al día siguiente estaban los niñatos estos y los de los aborígenes cambiando cromos de la liga y jugando a las chapas sin chistar…

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