Navidades Estresantes
Oh, mea culpa, soy una niña mala. Todo el mundo alegrándose
por estas fiestas y yo, cual Scrooge (el jefe malo de Canción de Navidad)
balbucendo eso de … Navidades paparruchas.
No es tanto así que sea una materialista sin corazón, pero
es que llega un momento en que tanto “clima navideño” me satura hasta el punto
de que deseo ya que sea día 2 enero.
También es cierto que no anima mucho el hecho de que no
libro ningún día no festivo hasta ese día.
Y joroba un montón
ver cómo todo el mundo está por ahí festejando y comprando regalitos y yo aquí, trabajando y estudiando. Y es que
además estoy haciendo un curso de inglés intensivo, que falta me hace, pero
bueno, joroba también que coincida con las Navidades, claro que si no fuera
así, no podría escaparme a las seis del curro para ir a clase.
Voy a explayarme un poco más por qué esta antipatía al
“Candy Christmas”.
En primer lugar, los anuncios navideños. De todo tipo.
Vomitivo por encima de todo el anuncio de la lotería con el coro de momias. Ya
han superado lo tétrico del “Thriller” de Michael Jackson.
En segundo lugar, el muchomorrismo del gobierno con el tema
de la Lotería y que haya que pagar a hacienda si te toca. ¿No tienen bastante
con más del 50% de lo que la gente apuesta que va directamente para la buchaca?
Ni Drácula en toda su maldad chupaba tanto la sangre a sus enemigos.
Seguimos con la manía de atiborrar los alrededores del
centro de Madrid con luces de diseño a costa de dejar los barrios en los que no
hay tantas tiendas tan a oscuras que tienes que ir con linterna hasta para
bajar la basura.
Otro gran clásico que aborrezco es el típico mensajecito navideño
en todas las cadenas de televisión y los posteriores refritos y comentarios en
todos los medios.
Prosiguiendo con el secuestro de la vida normal, ni qué
decir que todas las series buenas se toman vacaciones y no te ponen más que
refritos y programas supuestamente navideños hechos de retales y despieces cual
hamburguesas low cost. Hortera a tope lo
de hacer madalenas navideñas con pompón verde simulando un arbolito o el típico
concurso con niños a los que en vez de dinero
les dan juguetitos penosos, o el programa especial con el famoso viejuno
de turno con una ridícula diadema de reno o lindeza similar.
Si todavía no teníamos bastante con matarnos de asco con la
tele – Bueno, suerte que no la veo mucho – Seguimos con el vandalismo en las
calles, con los niños tirando petardos que no tienen nada que envidiar a los
bombardeos de Siria.
Si sobrevives a todo esto, está todavía la parte más dura:
La ghymkhana de reuniones con familiares y amigos. Sobre todo cuando algunos
familiares y algunos amigos no los ves desde la muerte de Chanquete.
Luego está el tema de hacer la compra estos días. Da igual
que tú sólo vayas a por un cartón de leche y media docena de huevos, pasando de
productos navideños, que te toca partirte la cara para conseguir esos inocentes
productos (la gente acapara en Navidades todo de todo y de forma
incomprensible). Desde luego, te chupas la cola kilométrica en caja igualmente.
Dan ganas de tener un bunker en casa y almacenar víveres
para estas semanas, de modo que no haya que hacer la compra hasta el 15 de
enero, aproximadamente.
Pero los supermercados no es lo único que se llena hasta
arriba estos días. Cualquier sitio al que vayas habitualmente está lleno:
Restaurantes, cines, teatros, exposiciones … (Qué daño hacen los centros de
enseñanza dando vacaciones estos días de Navidad, más de un padre suscribiría
este comentario). Al final vayas a donde vayas te toca aguantar a cuatro adolescentes
empavados haciendo de las suyas.
Y ya para colmo, es que no puedes ir a cortarte el pelo o
depilarte las piernas, porque están reservadas las citas desde octubre. Y todo
para lucir guapas en Nochevieja, que el resto del año da igual, como si te haces
trenzas en las piernas…
Siguiendo con las mismas, los garitos están a reventar, y no
puedes salir así sin más, como cualquier sábado, a tomarte unas cañitas. Lo
primero es que la gente reserva para fiestas, y te puedes encontrar el bar de
al lado de la esquina “cerrado por celebración familiar” que quiere decir que
algún parroquiano le ha soltado mil euros al dueño por dejar que él y sus
amigotes hagan el cabra y beban hasta reventar sin más testigos que el camarero.
Luego seguimos con las discotecas. Ahí ya no hay ofertas ni
nada como cualquier otro viernes o sábado.
Cualquier excusa es buena para clavarte a base de bien: Si
no es porque es Nochevieja es porque es Nochebuena , Noche de Reyes, los
Inocentes, el día del Amigo Invisible o el día del botellón de Papá Noel con
sus renos, que al final te toca apoquinar 30 euros aunque sólo bebas agua con
mucho hielo.
Al final, ante semejante perspectiva, fantaseas con quedarte
en casa y aprovechar para ponerte al día, como yo, con el inglés y otras
materias.
Pero el problema es
que quedas con la familia y amigos como un auténtico Scrooge.
Le dices a la gente que estás currando en Navidades y el
resto de compis no, y piensan que te van a pagar más estos días, pero qué va,
nada de nada.
Os voy a confesar que son en estos días cuando puedo empezar
un informe por la mañana y tenerlo terminado al mediodía sin que me interrumpa
el teléfono o mi jefe veinte veces para cualquier chorrada. Mi salud mental se
recupera un poco a la espera de que vuelva todo el mundo y nuevamente me
enloquezcan.
Bueno, no todo es malo en Navidades, venga, voy a hacer un
pequeño alegato.
La gente está más relajada y se puede uno ir de copas sin
tanto tener que tirar de ellos. Bueno, a excepción de mis colegas masculinos de
curro, que quintuplican a las féminas pero son sosos, no, lo siguiente. Mi
jefe, por el contrario, se pasa un poquito bastante con el tema alcohol, y no
es el único, debe ser que cuanta más responsabilidad, más alcohol tienes que
ingerir para desinhibirte.
Además, hay menos gente para hacerse pruebas y chequeos. Por
ejemplo, el lunes 23 fui a recoger los resultados de una mamografía y no había
nadie delante de mí en la cola, increíble. Bueno, también es verdad que los
médicos titulares no suelen estar, pero para cosas rutinarias, a mí qué tanto
me da.
También es cierto que el gimnasio se queda desierto,
ji,ji,ji, qué delicia ir el jueves pasado y encontrarme todas las bicicletas
para mí solitas y las duchas impolutas… Pero por el contrario, no está mi
profesor de Zumba, así que poca motivación. Además, lo que pierdo en una hora
de spinning lo recupero en un abrir y cerrar de ojos en cuanto salgo a comer o
cenar con parientes y amigos.
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