Qué dura es la Vida

PARQUE JURÁSICO

Hola, es lunes y sigue lloviendo, esto empieza a ser ya preocupante. De estar los pantanos al 40% van a acabar rebosando, si es que realmente han puesto el tapón para que no se vaya el agua claro, que mucho criticar a Paquito Chocolatero, pero desde que murió pocos pantanos se han inaugurado, y no sé si el mantenimiento… Bueno, que me enrollo.

El caso es que esto empieza a ser ya depresivo. Una, que no tiene mucho dinero para irse los fines de semana a Canarias, o a Cayo Coco, pues tiene que aguantarse y quedarse en Madrid. Hacer deporte en los parques públicos , al menos los que no están infestados de bandas callejeras, era una buena opción. Armada de Aután y rezando para que no hicieran deporte las avispas con mi cuerpo serrano, los sábados o los domingos era buen modo de matar el tedio y bajar las lorzas, bajarse a correr (o al menos pasear) por los parques. Pero ahora, ahora es que ayer tuve que armarme de valor para correr hasta el coche, y sólo se me ocurrió cogerlo para cambiarlo de sitio, porque la Avenida de los Poblados parecía ya a las 12:del mediodía una piscina acuática. Dios mío, no será que se acerca el Diluvio Universal y nos tienen engañados ¡!!!!!

Por la noche ayer quería ver mi programa favorito: Cuarto Milenio, pero me tuve que tragar antes un documental interminable sobre los animalitos del Carbonífero, del Pérmico y ay, creo que me quedé dormidita en el sofá antes de llegar al jurásico.

Abrí un ojo a eso de las 01:20 y estaba el Iker terminando ya el programa con un reportaje sobre el miedo y los fenómenos paranormales. Mierda ¡!! Al final me lo perdí.

De todos modos, la verdad es que viendo lo cruda que era la vida en aquellos tiempos ancestrales, se da uno cuenta de que la cosa no ha cambiando tanto en 250 millones de años. Los bichos aquellos luchaban por comer, no ser comidos, encontrar un lugar a salvo donde guarecerse, pelearse para aparearse y luego para sacar adelante a las crías… En fin, nada que suene a chino en los tiempos que corren. La diferencia es que entonces los animalejos se regían por su instinto de supervivencia y ahora nos regimos por peregrinos y gazmoños razonamientos y argumentos. En aquellas remotas eras no existían reptiles con anorexia, ni pases de modelos de brontosaurios, ni problemas de adjudicación de vivienda (los agujeros y cuevas eran ocupados por el más listo y el más fuerte para defenderlos), y, desde luego, no se andaban con preguntas del tipo: ¿Estoy maduro/a para procrear ya? ¿Será éste el gallardo reptil adecuado para defender a mis crías? ¿Me tratará como a una princesa anfibia o tendré que ir a la comisaría del fondo de la charca a denunciarlo por violencia de género? ¿Será está la pteridoptila más atractiva de toda la tribu o mejor me espero a que aparezca en mi vida Angelina Tiranosauria? Lamentablemente, la vida era demasiado cruel y corta como para plantearse nada más allá de a un día vista…Algo así ocurre con el fenómeno de la inmigración. Los aborígenes que estamos un poco atontados y añoñados por culpa de padres hiperprotectores y de una educación en la que lo que se valora es el status y el poder económico, nadie se explica cómo pueden sobrevivir y tener tantos hijos. Pero es que ellos no se plantean cuestiones como: ¿Soy maduro ya o mejor me tiro diez años más haciendo puenting los fines de semana con mis amiguitos mientras espero atrincherado en casa de mis papis hasta ahorrar los 120.000 euros que tendré que dar de entrada por una ratonera en “Villa Nueva de a Tomar por Culo”? Total, que para entonces, los novios tienen ya 53 años y salvo que se obre un milagro como el de Sarah y Abrahan, creo que mejor se compran un perro, si es que quieren hacerse a la ilusión de tener un cachorrito en casa a quien dar el biberón.

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